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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-06-1935 página 185
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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-06-1935 página 185

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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El i m p e r i0 f r a n c és Por ALBERT SERRAUT, ex presidente del Consejo os sones de clarín de la actualidad diplomática y los ruidos de la batalla electoral ensordecieron las voces graves- y comedidas que notificaban recientemente a Francia el cumplimiento de este gran anhelo: la organización del Iniperio francés. Hace tiempo que soñábamos con él. Habíase aceptado con entusiasmo la fórmula de la Francia de cien millones, de habitantes Pero todo ello no era más que una hermosa imagen. Si es cierto que bajo el signo de esta soberanía l u e s t r o país había asegurado la- unión íntima de los setenta millones de habitantes de sus territorios de allende los mares a los cuarenta millones de ciudadanos de la metrópoli, aquella estructura imperial no tenía más que un valor político. Le faltaba la base fundamental de una potente solidaridad económica. Aunque políticamente coordinado, el Imperio seguía económicamente dividido. No estaba constituido con sujeción a un concepto de conjunto, a un plan concertado de ayuda mutua que, para, que fuese común, asociase a las facultades de riqueza de la metrópoli la amplia y nueva vitalidad de sus extensos dominios de ultramar. De suerte que en lug a r de entenderse y unirse para la utilización recíproca de sus producciones y de sus mercados respectivos, Francia y sus hijas lejanas dejaban que un esfuerzo sin disciplina crease al azar e irritase las divergencias, las antinomias y las competencias de sus economías distintas y separadas. La prolongación de la crisis de anarquía económica que descentra actualmente al mundo, disgregando las existencias nacionales, ha evidenciado la necesidad de poner un poco de orden en nuestra casa francesa, de realizar la unidad del porvenir francés, de fimdir a ta: l efecto, en el bloque de una solidaridad imperial, las disparidades y disidencias de las economías metropolitanas y coloniales, de asociar, en una palabra, todos los grupos y todos los miembros de la familia Francia en un deseo de vida y de esfuerzo comunes para organí- zar las garantías de su porvenir. Está es la labor que la Conferencia imperial ha llevado a buen puerto, después de cuatro meses de trabajo que, por lo mismo que no fué ruidoso, resulta más admirable por la consciencia de sus estudios, la clarividencia de sus destinos, e! encadenamiento lógico de sus programas y planes de conjunto, que ha entregado ya al Gobierno y al Parlamento para que reciban forma legal L El imperio francés tendrá desde ahórá, junto a su mapa político, su mapa económico, claramente redactado, y cuya conversión en viviente realidad incumbe ahora a los frapxeses. No se trata de un mapa autárquico. Francia Tota! no intenta ser una nación ermitáña, replegada sobre sí misrna, aislada del resto del mundo y vuelta de espaldas a l a gran verdad económica que expresa la necesidad dé los intercambios internacionales. L a economía imperial no es un círculo aislado. Sú edificio dispone de puertas para los contactos económicos con el exterior. P e r o asegura principalmente la salvaguardia del destino nacional en medio del caos de una economía mundial en la que, mientras dure el delirio de los nacionalismos agresivos, de las prohibiciones, de las restricciones, de los dumpings, de las manipulaciones monetarias, las naciones orgánicamente sanas tendrán, el deber de reunir en defen, sa propia todas las fuerzas vitales internas. Metódicamente, la Conferencia Imperial ha trazado este plan de defensa: H a realizado el inventario exacto de sus posibilidades imperiales, ha perfilado y orientado el prógraftiá de las producciones coloniales útiles á la metrópoli, ha fijado el tema de los grandes ti- abajo. s que favorecerán, a esas producciones y las. m o dalidades financieras de su ejecución, ha precí- sado los medios dé ampliación de los intercambios, imperiales y d e- l a s relaciones con Iosmercados extranjeros, ha calculado las medidas aduaneras y de crédito colonial, que deben venir en apoyo de esta política imperial. Y por encima del pragmatismo de tal plaiT económico, ha inscrito, como signo esencial, de la colonización francesa, él programa humano de las obras de asistencia, de enseñanza; de. higiene y de solidaridad social, destinadas todas ellas a elevar el destino de las masas indígenas, su vida moral y material y Su poder adquisitivo. Todos los materiales están en pie de obra, para la estructura del edificio iinperial. El ministro de Colonias se preocupa ya de la iniciación d e los trabajos. El Parlamento, podrá ver desde mañana mismo la importancia de los proyectos de ley que darán fuerza y vida a las decisiones d la Conferencia. E l Imperio francés será pronto la gran realidad palpitante y coordinada de la Frat; ¿ia d e Cien Millones de Habitantes -Albérf Se- IWprld Copyright by L Espace

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