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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-06-1935 página 86
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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-06-1935 página 86

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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tísima Trinidad: Empezamos a comprender verdaderaniente alíjuna cosa de la grandeza, de Dio. cuando conocemos la ¡mi osifailidad que tenemos de comprender lo que es, y como es Dios me ha mandado creer este incomprensible mistericj- -dice en otra parte- pero no me es posible escudriñarle íLa verdad que se encierra en ías frases del docto santo, demuestran lo necesaria que es la fe en las materias de religión, fe que debe acrecentarse en nosotros cuanto mayor sea la incomprensibilidad de los helaos evangélicos que tratemos de analizar, pues tai impotencia de mentalidad nos pondrá más de relieve ia grandeza divina de un Ser Suprenio que dejaría de ser nuestro EHos en el momento que su obra y sus designios estuvieran al alcance de nuestra litnitada inteligencia. Cuanto más grande el misterio, más ferviente debe ser nuestra fe en el Dios que rige y gobierna los destinos del mundo; así, pues, refiriéndonos al de la Santísima Trinidad, debemos rejyetir con uno de ios más célebres oradores cristianos: Un solo Dios en tres distintas jjersonas, he aquí el compendió de nuestra fe, fundamento de nuestra religión, comprendido en el más augusto de nuestros misterios Objeto particular de ia solemne festividad religiosa de este día es, como dejamos dicho, la conmemoración de este gran misíerio de nuestra religión, festividad de remoto origen como particular, precisamente por ser la más antigua de cuantas ha venido celebrando la Iglesia de Cristo. En efecto, desde que en el mundo hubo criaturas racionales e intelectuales, dice el autor de las Fiestas de la Iglesia fué la tierra un templo consagrado a la adorable Trinidad, y toda la duración de los tieitqjos ha sido una fiesta continua de este misterio Cierta es la aseveración de este autor. No ha habido día en el transcurso de los años de los siglos en que no haya hecho la glesia testimonio y gloria en todas sus oracienes a la unidad de Dios y a la Trinidad Santísima, honrándola, asimismo, en todo momento, celebrando distintamente las personas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y disponiendo una fórmula de acátamiento a tal divinidad, a la que se dio el nonibre de Oxologia o Gloria Patri forma de glorificación y profesión de fe, con la que da principio v fin a todos sus actos de piedad, salmos, himnos y responsocios no tolerando, de este modo, que iansás ninguno de sus hijos olvide que el misterio de la Santísima Trinidad es el objeto principal y el fin de todo culto religioso que se tributa a EHos. Y claro está que si fueron invocados siempre en todos los actos piadosos de los templos de ia cristiandad, los sautos nombres del Padre, del Hijo y de! Espiritu Santo, honrando así este divino misterio, parecía poco necesario dedicarle ningttna otra fiesta particular. Consideración lebió ser ésta que, acaso, hiciera diferir f por tanto tiempo la institución de una máyor fiesta especial en la Iglesia universal. Sin enibarg- o, la gran devoción a este augusto misterio hizo que ya en tiempos del Papa Alejandro II, se celebraran en atguñas iglesias festividades particulares en su honor; anas en el día de Pascua de Pentecostes y otras en ei domingo precedente al primer domingo de Adviento, piadosa costundiré ésta que fué consentida por ia autoridad pontifical, sin censura para ias misrnas, pero sin señalar día especial para solemnizar un misterio que se verida celebrando todos los días del año, pues no otra cosa que un sentido tributo de alabanzas a la Santísima Trinidad era el practicado constantemente por la Iglesia en todos sus actos, Transcurrido el tiempo y celebrado el Concilio de Sa unstad, cerca de Maguncia, en el año 1022, se celebral ya una misa particular en honor a la Santísima Trinidad. Esteban, obispo de Lieja, que vivió en el mismo siglo, compuso un Oficio dedicado a este adoraWe misterio, cuya devoción se iba extendiendo cada vez más en e! mundo cristiano. Acudióse al Papa en solicitud de consulta respecto a esta festividad, manifestando el Santo Padre que según el orden y rito romano no había día alguno particularmente designado para celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad, como tampoco la de la unidad de Dios, porque todos ios domingos, fiestas y días del año estaban consagrados principaíniente al culto de un sólo K o s en tres personas, y que por este motivo, sin desaprobar las particulares fiestas instituidas en ihonor de este misterio, no juzgaba pertinente hacer sobre ello un decreto universal. El autor del Micrologio, que floreció por este tiempo, dice que el célebre Alenino, que floreció en el siglo vrii, compuso, en el reinado de Cario Magno, una misa de Trinidad, para el día de domingo; otra dedicada a la Sabiduría divina, esto es, al Verbo, para el lunes, y otras para los distintos días de la semana en honor de diversos asuntos religiosos. EÜ abad Ruperto, que vivía a principios del siglo xi, nos habla de esta fiesta, como establecida ya en su tiempo, diciendo se cclébraÍH inmediatamente después de la fiesta de Pentecostés, porque los apóstoles comenzaron a predicar este divino misterio por todo el mundo desde el momento en que recibieron el Espíritu Santo. espetadas, como hemos visto, todas estas instituciones particulares en honra y gioría del at usto misterio de la Trinidad, bien podemos afirmar no Ikgó a confirmarse como fiesta solemne de toda la Iglesia universal cristiana, hasta el sisrlo xiv, en el pontificado de Juan X X I I fijándose para celebración el domii o siguiente a la fiesta de Pentecostés, como fin de todas las fiestas y celebración de todos los misterios. -y g Qiez VicartO

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