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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-06-1935 página 84
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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-06-1935 página 84

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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en España. ¿Cómo? ¿Por qué? Todas las Algunos marineros cantaban alegres: mañanas me levantaba yo preguntando quiéSiamo giovcmij ahbia m vent a nni... nes eran en Madrid los ministros de ese día, Yo miraba como un nimbo de plata- r- la y nunca supieron decírmelo. ¿Pero es que barba a medio renacer- -en el rostro de al- no existe España en el mundo? En una guno curtido y surcado de arrugas por el ocasión me ll rué a la oficina de turismo tiempo y el aire del mar, y transformaba el que había instalada a bordo y pedí anuncios y prospectos españoles: no había ninguno; último verso: belgas, sí; franceses, sí; alemanes, ingleses, Siamo giovani, ahbwm vetit rnini... italianos, desde luego; ipero de España, nine qua lcxmo cmcUe tU piu. guno. Vociferé como un energúmeno. ¿Pero Que en buen romance qttiere decir: qué están pensantk) en España? ¿Pero qué se han creído ustedes? Entonces los camaSomos jóven s tetiemos veinte años reros me hablaban en español para consopero algunos tenemos más. larme Y evocaba el Madirid de los barrios ba No se enoje, che. jos, en la apertura de una cacharrería, cuan- Tenga pásiensia, no más; no se estrile. do resoplaban su pasodcfcle flamenco, un Pero me hablaban en criollo argentino, cornetín de llaves y un aristón. Pero escuchaba el himno de pie y saludaba a ío fas- en lunfardo, y hasta los viajeros, en su idiocista; porque aquello ei a solemne y teatral, ma de la América latina- -así decían- que y desde varios retratos, colgados por todas no era castellano. ¡Señor 1 Cuando tocamos partes, me vigilaba el Duce, con su entrecejo el primer puerto, de cuyo nombre no debo enérgico, su frente socrática y su mentón acordarme, llegaron a? barco entre unos homvoluntarioso. El saludo a la romana era co- bres blancos, que esos sí hablaban buen essa á ¿todos los días y de muchas veces al pañol, otros hombres negros, y otros homdía. En una ocasión, en que iba por curio- isres amarillos de ojos oblicuos y pómulos sidad a tercera, en un estrecho pasiUlo me salientes, con cabelleras hirsutas como peencontré a un marinero que venía, ocupa- lambres y con bigotes como hilachas. Yo das las manos, una olla en la izquierda y pensaba en la fiesta de la raza. Y más tarun atillo en la derecha: el hombre tras bre- de, en e r canal de Panamá, sueño europeo vísima duda, asió con los dientes el atillo, del infortunado Fernando de Lesseps, que y levantó el brazo en el saludo tradicional llevaron a realidad feliz esos horríbres de ¿A mí? ¿Por qué? Era la disciplina del quienes hablaba en verso Rubén Darío barco. El saludo tiene un aire gallardo, hombres de ojos sajones y alma bárbaarrogante, entusiástico; pero, sin embargo, ra ya casi riadie me entendía: varios de alguna vez, advertí en algún rostro una ex- esos hombres me contestaron su Í do not presión mailhumorada y triste, un gesto lunderstand spanish o su breve y definitivo humilde y heroico de resignación, y r ecor- akay; pero no para asentir, sino oara cortar una conversación que se les antojaba imdé la frase de los antiguos gladidores: portuna, haciendo con la manaza boxeadora Atie Ccesar, m- orituri te salutam, un niovimiento despectivo como para esA pesar de la ascética frase mussolinia- pantar moscas. Todos iban en mangas de na, nosotros no abogamos por la vida có- camisa; algunos, tocados con un jipijapa moda había allí todas las comodidades de que parecía caído sobre la cabeza; pero tolos otros transatlánticos, todo ese modernis- dos sin cudllo ni corbata. Pensé que no hamo dinámico de la vida actual, que ya no b a allí sastres, sino, pantaloneras. Ya en hace de los largos viajes por mar, como en tierra, en Colón, un comerciante catalán me otro tiempo, un oaréntesis de sosiego y de entendió a maravilla. Me hizo la apología olvido. AJlí la piscina y los juegos depor- de las medias de seda y de los zapatos de tivos, desde el deck- tennis al pinff- pong, y señoi- a. -fabricados en Nueva York. Entonel peluquero de señoras para la ondulación ces una viajerita española, la única que Iba permanente, como se la hace el viento al en el barco, se arremangó un poco las falmar, y el barman americano con su com- das para, enseñarme sus medias, y hasta se plicado cubileteo de cocteleras, y las vitri- descalzó, retorciendo en su mano, entre sus nas con objetos en venta, como para ir de decios de rasa, un zapatito minúsculo que tiendas, y los tapetes verdes de sala de jue- se plegaba como un guante. go de casino, y la orquestina, que se con- -Esta media es tievertía en jass, y la sesión cinematográfica, rra de usted. Y este de Barcelona, de sui Los zapato, de Madrid, y el baile, más o menos de disfraz, y el co- me i ores del mundo! milón, y el fotógrafo que tiraba sus placas de la fiesta que luego aparecían grabadas de El comerciante protestaba entre su corro empleados, en el periódico de a bordo. Vida de! a tie- de Ceylán y denegros e indios de Jamaica, Colombo, que ensefíaban sus rra, olvidados del agua; días enteros sin dientes blanquísimos en el disfraz amable contMTiplar el océano, como si el mar no de una sonrisa hipócrita y burlona. A la estuviese, confiados en la estabilidad de la viajerita sé la llenaron de lágrimas los nave y enterándonos, quieras que no, por los ojos andaluces: radiogramas, de todo lo que pasaba en é! ¡No hay derecho! ¡Pobre España mundo. En todo el mundo, sí, señor; menos Nos fuimos sin comprarle nada, y aque-

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