BLANCO Y NEGRO MADRID 09-06-1935 página 67

la patria? ¿Quién llevó más lejos sus estandartes? Yo no he comprendido nunca ese prurito de rebajar a los Bonaparte de ciertos escritores partidarios de otras dinastías. Napoleón es, digan lo que quieran los historiadores que procuran enxpequeñecerle, un prestigio que no palidece al lado del que reconocemos en Luis XIV. Era natural, pues, que él Emperador tendiese sus pensamientos hacia la posteridad. ¿Qwé no habría dado él por tener un hijo de Josefina? La bella criolla hubo de yesig narse a divorciar. Poderosas razones de Elstado influyeron en el ánimo de la dama. Pero, aun repudiada en circunstancias patéticas y fatales, su rang- o en la Corte no decae. El Soberano la sentará a sji derecha en los actos de Corte; tendrá una fuerte lista civil, palacios, escolta y servidumbre. Las relaciones epistolares entre los antiguos esposos no se interrumpen, pues, las ascuas del viejo amor las mantienen calientes bajo la ceniza de los años. Finalmente, sobrevienen la abdicación de Fontainebleau, el breve cautiverio en la isla de Elba; la evasión del héroe y su retorno a Francia, donde va a jugarse la carta decisiva. Pero Josefina no asistirá al irrevocable desastre, que va a cambiar lá faz del continente europeo. La Providencia quiso ahorrarla aquel inmenso dolor, pues mientras el augusto desterrado premeditaba el desem- barco de Fréijus, la muerte ponía término a las angustias de la mujer que fué su pasión. Afortunada en. todo, Josefina ignoró las molestas vicisitudes de la vejez, pues no se sabe de ella que padeciese los lentos e insidiosos achaques que arruinan un organismo y lo entregan ya inerme a las Parcas. Un día, paseando por las alamedas de la Malmaison siente un escalofrío y se acuesta a hora desusada, porque el repeluzno no la permite seguir en pie. Sus familiares no se alarman. Todos creen que se trata de una indisposición pasajera. ¿No estuyo el día anterior distraída en una charla amistosa con el vencedor de su marido? A primera vista ese episodio parece vituperable, pues; nadie se explica el que la daina se prestase a coloquios con uno de los personajes de la coalición que había dado al traste con el poder de Bonaparte. ¿Qué puede prometerse la ex Emperatriz de aquellas entrevistas con el Soberano ruso? Hubo en aquel proceder aligo qué la Historia ha interpretado como una demostración de la in ionsciencia de la simpática criolla o de su excesivo sentido práctico. Las memorias de su hija no aclaran el misterio lo suficiente para que nos sea fácil absolver a Josefina de aquella ligereza. Sti actitud fué, a nuestro juicio, tan poco digna como la de María Luisa. Grande en todos los momentos de su vida, el I l A MDBBTB DK JOSBimiA BN Ul MAUIAI- r ÁW