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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-04-1935 página 208
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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-04-1935 página 208

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página208
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14 CRUCERO SIM CMBO cicndo el entrecejo- Me parece que no es la primera vez que oigo esos nombres. Chapín explicó la situación de cada uno de dios en los magasines de Hart. Los cuatro somos ejnpleados de míster Hart Mrs. Glass hizo un gesto de extrañeza: -Pues cada vez lo entiendo menos. Son ustedes empIeados. de mi suegro, y aparecen en mi yacht sin que nadie les haya invitado, en el preciso momento en que mueren asesinados Mr. Hart y él capitán del barco... No sé si una taza de café bien cargado adarará lo suficiente mi i m a n a ción. Duponí saltó como un rayo de su asiento, para decir, solícito: -Voy yo mismo a traérsela, señora. -No hará usted tal cosa, -exclamó irritada la dama- Tomaremos todos café en el comedor. Pero antes va ustí a subir al puente, para hacerse cargo del cadáver del capitán. Y ustedes, Mr. Ghapin y Mr. Hampton, vean si pueden transportar el cuerpo de Daddy ahajo, a la cámara B. ¿Vamos a desayunar? -preguntó el ¡ockey con tono lastimoso. -Calía, y ayúdame a poner esto en orden- o r d e n ó la dama ásperamente. El desayuno fué servido en una pieza contigua al salón, por los dos negros que sufrieron menos daño en la pelea. Mrs. Glass advirtió, al sentarse a la mesa, que durante el refrigerio no quería oír conversaciones desagradables, y mucho menos nada rdacionadp con ambos crímenes. Y como cada uno de los comensales tenía sus respectivos nervios en tensión, al no poder hablar de aquello que les obsesionaba, permanecían cailljados y reconcentrados en sus pensamientctó, independientemente de la intranquilidad que suponía para ellos el verse expuestos en cualquier momento a morir asesinados. Cuando se dio fin al desayuno, ortlenó Mrs. Glass que pasaran todos de nuevo al salón. -Mi opinión es que esta gente quede incomunicada- -observó Dupont. No le hé preguntado a usted su opinión- -dijo Mrs. Gíass, contrariada- Quiero interrogar yo misma a e a gente, y luego, de acuerdo con mí criterio, formaré el plan que me parezca más acertado. Míster Chapín, quiero que me diga usted por qué se encuentra a bordo de mi yacht. Chapín explicó su odisea por tercera vez, sin sufrir una ola interrupción, y mientras los otros refirieron las suyas respectivas, no dejó de observar a Mrs. Qass. Tenía ésta los ojos claros y penetrantes, de mirada franca, que acertaba a mantener arrogante; la de la persona con quien estaba hablando en aquel momento se mostraba turbada y presa de intensa emoción. Merced a todas estas observaciones. Chapín cambió de opinión con respecto a ella. No caMa duda que quien quiera que les hubiese secuestrado obró por propia cuenta, sin hacer partícipe de sus propósitos a la propietaria del yacht. Y tamüíién parecía evidente que la persona responsable del secuestro éralo a la vez de los asesinatos perpetrados a bordo, y que conocía perfecfamente eil yacht, a Mr Hart y sus negocios, hasta el punto de estar al tanto de las costumbres de cuatro de sus empleados y Igsta de las medidas de la ropa personal de cada uno de ellos. Mirando al abogado, reflexionaba sobre la posibilidad de iue a tal individuo pudiese reportarle algún beneficio la desaparición de H a r t y provocar sospedjas sobre cuatro empleados del mismo, y por una extraña intuición, consideró descabellada la ¡dea. Porque aquel hombre parecía estar completamente dominado por Mrs. MontgomeryGlass; al mismo tiempo, lo del mareo era cierto, pues Chapín lo había visto por sus propios ojos, y aun áitonces mismo aparentaba no hallarse muy a gusto con la constante oscilación del barco, y aparecía realmente sorprendido con la historia de los secuestros. Ignoraba Qiapin si iban a bordo otras personas; creyó que el piloto o contramaestre, de quien había oído hablar, así como el maquinista, serían blancos, proponiéndose ir en busca de estos dos individuos en cuanto pudiese abandonar el salón. En aquel momento todas las miradas se dirigieron a la puerta de estribor, atraídos por una voz que p r u n t a b a -iiSe puede pasar? La voz en cuestión, pertenecía a un hombre joven, alto y fornido, de calva incipiente y que usaba gafas convexas y revelaba astucia en la mirada. Vestía de obscuro y

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