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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-04-1935 página 163
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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-04-1935 página 163

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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EDGAR R I C E BURROUGHS 69 -rMejor dicho estaría como invitados en- ¿Qué examen es ese y con qué objeto? -pregfunté- Quizá no nos prestemos a él. rehenes. ¿Tenéis inconveniente en exponerme la Korgan Kairtum Mohar sonrió, diciendo: finalidad de tal examen? r funté. -No sois vos quien debe decidirlo. -De ningún modo: trátase, sencillamen- -I Esto significa entonces ue estamos en te de defiilir vuestro destino: vida o muerte. calidad de prisioneros? CAPITULO HAVA 100 XI 1 Toda aquella gente era amabilísima, además de inteligente y servicial en extrítao. Primeramente nos ofrecieron un baño delicioso; fuimos después objeto de un detenido reconocimiento médico, y al cabo, nos introdujeron en una espaciosa sala, donde, detrás de una larga mesa, aparecían cinco señores en solemne actitud. Ero Shan permaneció con nosotros mientras duró el exanxen. Lo mismo que los jueces, mostróse en extremo afable y cariñoso, esperanzándonos con su mejor deseo a un resultado satisfactorio. Yo nó entendía una palabra de todo aquello, e interrc ué a Ero Shan. -Vuestra compañera es im fiel reflejo de la belleza clásica de nuestro pueblo- -contestó- este examen es la explicación de su belleza y de otras mudhas cosas que ign ráis todavía. Los cinco individuos examinadores tenían el mismo aspecto hermoso y agradable de cuantos habíamos encontrado en la ciudad. Nos interrogaron durante una hora larga, transcurrida la cual, nos autorizaron para retiramos- Por la índole de las preguntas, deduje que uno era biól o, otro psicólogo, otros dos, un físico y un químico, respectivamente, y el quinto, soldado. -Kprgan Santar E r o Shan- -dijo el qUe parecía presidir el tribunal- os encargáis de la custodia de este hombre, mientras el tribunal delibera sobre la determinación a tomar. Hará EPS se encargará de la joven. Y señaló a una mujer que había entrado en la estancia con nosotros y qué no se movió en todo el tiempo del lado de Nalte. Esta se acercó más a mí, diciéndome en voz baja: Oh, Carson! ¡Van a separarnos! Quise protestar, pero Ero Shan, imponiéndome silencio con un gesto, murmuró: Es preciso obedecer, aunque no creo que tenéis nada que temer. Nialte salió, conducida por Hará Es, mientras Ero Shan me llevó consigo. Un codie le esperaba, y en él pos dirigimos a un barrio de aspecto aristocrático, en el que sólo había hoteles c i t a n t e s ante uno de los cuales se detuvo nuestro vehículo. Esta es mi casa- -dijo mi acompañan- te- -y la vuestra, desde este momento; sois mi invitado, hasta que se conozca el fallo del tribunal examinador. Deseo que vuestra estancia aquí sea grata. No debéis preocuparos demasiado por Nalte: está segura y bien atendida. -iPor lo menos, me han dado una bella prisión y un encantador carcelero- -observé, galante. -Os suplico que no os consideréis entre nosotros como prisionero- -dijo Ero Shan- Esta idea nos haría desgiaciados, y en Havatoo todo el mundo es dichoso. -O s aseguro que estoy muy lejos de sentirme desgraciado- -contesté- por el contrario, me encuentro encantado de la noVedad que pí ra mi significa esta aventura, si bien no acierto a con prender de qué crimen se nos acusa a Nalte y a mí, para ser sometidos a un tribunal que ponga en entredicho, nuestms vidas. No es a vosotros a quienes se jtizga, sino a vuestros antepasados. -Esta expilicación roe deja aún más perplejo de lo que ya estabaMientras hablábamos, entramos e la casa en la que me aguardaba una serie de comodidades como jamás había disfrutado. Un depurado gusto presidía los detalles más insignificantes de aquel palacete de ensueño. Desde la entrada, y a través de un regio vestíbulo, disfrutábase del panorama embriagador de un jardín divino, cuya salida sé ensanchaba en un ventanal encristalado de lo menos ocho metros de anchura. Las flores, de unas tonalidades beilísitnas y originales, como toda la flora del planeta Venus, tenían unos reflejos tan fantásticos, que producían una sensación de irrealidad subjrugadora. ¡Y allí, a aiquel j a r din embriagador precisamente, y a una cámara recayente al mismo, era adonde Ero Shan me conducía, para esperar mi sentencia de muerte! Aquí encontraréis t o o lo necesario para vuestra comodidad- -dijo- contáis con un criado a vuestra disposición: será para vos útil y amable, y será también el encargado de conduciros de nuevo ante el tribunal examinador, cuando éste reclame vuestra presencia. Y ahora- -continuó, sentándose en una silla junto al balcón- permitidme que conteste más explícitamente a vuestra última pregunta.

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