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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-04-1935 página 99
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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-04-1935 página 99

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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so que leva ntaba sus airosos brazos al cielo con su copa frondosa, porque ocultaba la vista completa de la casa... Y muchas veces hemos olvidado que sobre estas grandes superficies lisas de las construcciones modernas, los mantos de verdura, las masas de enredaderas, son el único recurso que las salva de merecer la más absoluta indiferencia. Los árboles altos, de grueso tronco y altas y estiradas ramas, están lamentablemente olvidados en nuestro país... Y olvidados en el momento en que serían más oportunos porque es fácil comprender cómo acentúa- rían, por contraste, la línea tendida la arquitectura achaparrada de las casas de campo modernas. El soberbio y bellísimo ciprés, vertical y compacto, es como el árbol ideal para contrastar con las arquitecturas bajas de hoy, de pabellones aislados, en el campo. Los ái boles se trasplantan hoy perfectamente, y, por ello, estamos habituados a ver, cómo al lado de una construcción recién terminada, sé levantan ya añosos árboles, que muestran en todo su esplendor todo el vigor de unos fuertes tronco y ramas, sin tener que presentar en los primeros años una ridicula y desvalorizadora delgadez. Simplemente, tendrá que existir cierta idea de proporción para buscar el tamaño de árbol conveniente, aun cuando siempre se debe tender a que el árbol sea más grande que la edificación y no que resulte pobre comparado con el bloque de la casa. Y, como es natural, debe tenerse cierto gusto para situar el árbol, o los árTwles, con él cuidado de que no corte ninguno en dos partes iguales, el frente del pabellón. Ni la casa sin árbol, ni el jardín plano, totalmente plano, sin que se eleven firmes y decididos hasta el cielo los extremos de varios árboles, distribuidos sueltamente. El árbol enlaza con su calada espesura, o con. el intrincado y claro entrecruzamiento de las ramas el cielo inaprehensible y vago, con la maciza topografía de la tierra. Es el elemen- to de densidad media, es el término niedio de la escala, es el tránsito entre lo denso y lo impalpable. El árbol con la raíz en- el su- efo, y la copa como enganchada y rozada por las nubes, es como el símbolo de la materia elevándose hasta las regiones del espíritu. Cuando nuestro árbol florece en primavera, delante de nuestra facliatla, rozando casi los cristales de nuestras ventanas con aquel árbol ¡con él sólo! tenemos cogida y aprisionada toda la savia renovadora del mundo, allí tenemos, entera y pequeñita a un mismo tiempo, toda la amplia y risueña primavera. Bajo su dulce y densa sombra, en el verano, tenemos en nuestro jardín, el más acogedor rincón para defendernos del ardor de la estación, y en él está el símbolo del estío, con su tupida vejetación y en él mismo- -o bajo él mismo- -la inmediata defensa contra el calor. Y llega el otoño y el árbol convertido en oro, va deshaciéndose, deshojándose, para alfombrar la entrada, el pórtico de nuestra casa, y para tapizar el suelo de nuestro jardin que ya comienza, fatalmente, a enfriarse. Y a través de nuestras ventanas, difumi- nado por nuestros cristales empañados, ahí está el árbol, en el invierno, resistiendo el viento y el frío, y esperando cada, mañana y con cada nuevo sol, resi. gnadaniente, aquella remota oleada de vida nueva que le llega al llegar abril de sus más remotas raíces... Árbol, reflejo sumiso del ciclo constante de la tierra. Árbol, adorno constante del paisaje. ¿Guando los hombres crearemos una cosa tan bella? EJBM ¡E LO DESOLAI OR DE AK ÍUirEC? rUBA MBOANICA SIN ESaPACIOS U B R E S NI ABBOLES INTEBMEDKS ¿QUE TAIi HARÍAN AHÍ UNOS CUANTfOS GRANTHES ARBOLES POR, EiNMEDIO? (BABBIACiA EN DAJÍMEBÍ 9 TOGK POR eBOPIÜS, HAESliER RIPHAN Y GROD)

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