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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-04-1935 página 60
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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-04-1935 página 60

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página60
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Esta famosa obra de IX Antonia Poiiz está escrita generalmente en forma opistolar, aunque se prescinda de consignar el destinatario. Pero, tfe todos modos, no hay que buscar en tales misivas ese algo alado, intimo, espoutáneo que constituye el hechizo- -caramelo de menta- -propio del género epistolar. Son cartas sena; severas, en que el escritor, secretario de la Real Academia de Bellas Artes do San Femando, vierte las consideraciones pensando que al otro lado de la mesa le contempla ceñudamente el alma critica del siglo xviil. Sm embargo, espigado, no es dificü hallar algún detalle pintoresco. Por ejemplo, aJlá en ía págíina septuagésima del tomo decimoquinto... 1 buen abate se encontraba en Zaragoza. Ya había ido examinando particularidades de la ciudad, tomando notas, inquiriendo de las gentes. Y aquel clía se hallaba, de vuelta en la posada, mohdo por el Eietreo. Una vez verificada la colación nocturna- magras ¿soconusco? e fue a la cama por el hlo de las once y media. Pero D. Antonio Ponz tenia un vicio malísimo. El mismo lo reconoce con estas palabras textuales. no iba a dudarse de quien tantas Veces habí demostrado su complacencia en la exactitud. Pero, ¿cuál era ese vicio? ¿Era de los que condenaban irremisiblemente a tomar boleto en el navio de Caronte para seguir hasta las zahúrdas de Plutón? El tan vicio- -confesaba el vicioso- -consiste en que después de acostarme he de leer algo hasta que me venga el sueño Y si alguna vez- -agregaba- -ha sucedido apagarse la luz antes de llegar este caso, no me parece sino que aqwella noche me falta una gran cosa Cogió, pues, un librito de faltriquera, i Cuál? No lo dice. De todos modos, no sería discreto indicar el título ni el autor, porque D. Antonio Ponz se durmió a las primeras de cambio, cosa que todo espíritu malicioso achacará a lo árido de la lectura y no al cansancio antes mentado. Pero entonces ocurrió algo desagradable, La luz que me alumbraba para leer- -dice e! abate- -era una cerilla revuelta de las que se venden en figura de libritos, y habiéndose consumido hasta llegar a los dobleces, les pegó fuego a todas v empezaron a arder como pudiera una haclia de viento. lx peor fué que el tal librito quedó ardiendo encima los colchones y junto a las almohadas, donde la había puesto por no haber alü mesa ni otro paraje a propósito Huelga decir que la cama empezó a quemarse. Allá, a las doce y media, D. Antonio Ponz- -ijue por lo visto no tenía el sueño liviano- notó unas ansias mortales y un calor averna! en todo el cuerpo. Pero no se acabó dé despabilar hasta que le desper- tarim los sollozos o ronquidos- probablete ronquidos- -de uno de los fámulos que le acompañaba y que dormía en un cuarto inmediato al lugar del suceso, ¡Qué sorpresa se llevó el señor viajero I Tan grande fué que le oHigó a dar un salto, ¡Nunca lo hubiera hecho! Porque el resultado fué tropezar, darse un golpe en ía espinilla v quedarse renqueando, j g, humanitario, en j sirviente iue se hallaba suj j Luego, abrió ventanas, ante las cuales resoifó con toda la flexibilidad de sus pulmones el grá j aire nocherniego y pesó las conveniencias de pedir auxilio, de que se all orotara el mesón, de que se apropincuase 5 a gente jg la barriada, de que se agitaran las campanas... Pero ¡no, no... Juzgó que lo mejor era resolver con sus propios medios a tuel incidente ocasionado por un vicio malísimo. j cama- lice- -era muy limpia V asea g componía de un encañado en lugar j as partes, para precaver mejor el que se aniden las chinches. Sobre las cañas había un jer, ón con oaja. y encima de éste los colcho, es. Cañas, jergón, colchones, todo estaba ardiendo por e lado en donde puse la cerilla Y para apagarlo le costó Dios y criado (que es como decir ayuda) amén de consumir la mávor parte de las sábanas y almohadas, pues el procedimiento para extinguir el incendio consistía en apretar la ropa ardiente con la ropa no lamida por las lenguas de fuego. Y el agua? Es natural que pensaran en d k pero, como novatos en la casa, no sabían dónde encontrarla. Y ¡todo antes que pedir socorro á un tercero! Ni tan siquiera quiso llamar a un criado de a pie que, por el calor reinante, habíase quedado a dormir en una mesilla de la escalera del cuarto y que, por cierto, oyó entre sueños el trajín, pero lo creyó producido- ¡vaya un detalle! por cai sa de las pulgas Amo y servidor, pues, permanecieron a la vera de la ventana, tanto por gozar en la contemplación de las horas maravillosas como por librar en lo posible a su pituitaria del ina. guantable hedor que se posesionó de la estancia. Por fin, amaneció. El cielo se tiñó de púrpura, los gallos rayaron con diamantes el cristal de la atmósfera; las campanas dijeron al vientecillo que anhelaban ser alondras- Y el bueno de D. Antonio Poiiz- -que pondría una cara más lar. ga y más seca que la habitual- llamó al posadero. Era, por su fortuna, una buena persona que se avino con tal de que se le indemnizara complidamente, a no propalar tina palabra de lo ocurrido por culpa de una costumbre tan vituperable como la de leer en el lecho... Atmeía y Vives.

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