BLANCO Y NEGRO MADRID 14-04-1935 página 117

E t SANTO SEPCIXaiO. (llEPEODTICCtóK DE tJN ORABADO AKrlGCO) conmovido, porque parece sentir pesar sobre sus almas la sombra del gran dolor del que murió por amar demasiado a sus semejantes. No es allí el que se respira un hálito mortuorio, es un aroma sepulcral divino y divinizado por las frentes de los que se inclinan, por las preces de los que rezan, por las lágrimas de los que imploran, rumor constante que parece querer llegar al cielo por la escala luminosa del milagro. ¡Lámparas votivas, ante las piedras sagradas, en la perpetua penumbra, en la perpetua tristeza, en el perpetuo nacer y morir de los días! ¡Lámparas votivas que han encendido, con el alma de rodillas, cien generaciones que han sentido la miseria de este humano vivir! ¡Lámparas votivas de luces que hacen indecisas las mibes de incienso! Ellas aisladas en las sombras de la ciudad callada, hablan a la cristiandad con su. gravedad y con su melancolía, de la vida eterna, como es su llamear, que no se acaba; de la vida eterna, como son sus res- plandores, que no se extinguen. Los cuerpos salen de las tumbas cuando reciben el aliento del milagro, o se disuelven en las tumbas si son seres hechos de limo humano. El e- spiritu, que es la luz, no muere; es algo que queda del que se fué, y es faro que sirv- e de guía al que viene. Sí; el cuerpo de Jesús salió al tercer día de entre las piedras en que le colocaron amantes manos. Fué el milagro hecho en sí mismo por el que había sido de ellos tan generoso. Su cuerpo voló al cielo, ptero un cuerpo de llamas es hoy el recuerdo constante de que Jesús resucitó, v fué a sentarse a la diestra de su Padre. El Sepulcro Santo, fin de una vida y cuna de otra, es todo en Jerusalén la santa, que vive silenciosa, llena del recuerdo de sus recuerdos y como recogida en su angustia divina, angustia de la que no se escapa un grito ni un marmullo... Luciano de Taxonera.