Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
BLANCO Y NEGRO MADRID 14-04-1935 página 97
BLANCO Y NEGRO MADRID 14-04-1935 página 97
Ir a detalle de periódico

BLANCO Y NEGRO MADRID 14-04-1935 página 97

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página97
Más información

Descripción

entresraban por envidia pero, temiendo un recurso a Tiberio, titubeó. Dio una orden, entró en el peristilo de columnata jónica y esperó. El velarium tamizaba los rayos solares. Trascendía a molici imperial: pieles de Nubia en el suelo, aromas de Arabia en los pebeteros; en las paredes, mármoles s: ries: os, tapices asiáticos, insis; nias áureas de Roma. Humilde, manso, tranquilo, con un aire de renunciación en su persona, Jesús se si. tuó frente a Pilato, que se reclinaba, indolente en un diván. -i Tú eres rey de los judíos? -i Eso es cosa tuya o de esos otros? ¿Es que soy judío, acaso? Tus compatriotas te traen a nú. ¿Qué fechoría has cometido? -Mi reino no es de este mundo; si de este rnundo fuese mi r ino, mis ministros me hubieran defendido de los judíos; pero mi reino no es de acá abajo, -Luego, en resumen, rey eres tú. Tu dices bien que lo soy. Yo he venido para dar testimonio de la verdad. El que posee la verdad oye mi voz... ¿Y qué cosa es la verdad? Sin esperar respuesta, el pretor salió con el reo y se lo entregó a los sacerdotes. El no veía culpa ninguna. Kevolviéronse aquéllos y le acusaron de íoriientar la subversión de Has provincias de Judea y Gaililea. En oyendo que oyó lo de iGaülca. se acordó de Herodes, huésped dfe Jcrüsalén aquéllos días, y se lo mandó, viendo en él la ímica puerta por donde escaparse de tan enojoso procesto. Jesús... Herod Se abre rnás eí abismo- -si puede ahondarse lo infinito- -juntando estos nombres... Entró Cristo, en el palacio de Antii s, presentes en su memíaria e! festín de Maqueronte, la danza lúbrica de Salomé, el antojo vengativo de Herodias, el i ato sangriento con la cabeza muerta del Precursor, Humillante le era aquel ambiente disoluto: ios rostros innobles de aventureras y cortesanas, nioviénd ose con desembrazo en las vastas estaríc as; las carcajadas ipcovocativas en el jardín florido, que desciibría, tras las vidrieras del fondo, arriates y pérgolas, fuentes y estatuas. Recibido el mensaje de Pilato, pensó el tetrarca deslúmbrar a su corte con un espectáculo de mag- a. i Con lo que él había o do del Nazareno! Y con las ganas que tenía de erle realizar algiin prodigio. No iba a negarse a sus deseos. Herodias, Salomé, los artesanos todos corrieron tras lo imprevisto, suspenso el aliento k supersticiosa curiosidad. Herodes hace una pregunta a Jesús. Jesús, bajos los ojos... callar. Insiste el tetrarca, i- econviene, msta, amenaza. Jesús, bajos los ojos... callar. Vencidb, al ün, enojado, disimulando su corrimiento, opta ñor echarlo a broma y le hace vestir una vieja clámide blanca. Lite- go rompe a reírse forzadamente de lan ilitsiones del pobre loco... Forzadamente lun- bién se ríen los cortesanbs con carcajadas lisonjeras. De nuevo el piquete de soldados; 3 a calle, dsslioitfcinte ya de gentío; las miradas iracimdas, los des- precios, las injurias de la L fteba. Desesperábase Pilato viendo de nu vo en su presencia a Jesús. De nada le sirvió ante el pueblo reconocer y proclamar la inculpaMidad del reo. Repartidos estratégicamente, ios stnedritas tenían asegurado el dominio de la multitud. El griterío era ensordecedor ante palacio. lA efervescencia, grande. De no resolver pronto, el estado de ánimos podía degenarar en motín. El pretor se bate en. retirada. Oíd- nles dice- -costumbre vuestra es la amnistía de la Pascua. ¿A quién indultaré: a Jesús o a Barraj ás? ¡A Barrabás! resonó en la plaza y en la ciudad el grito deicida, conK el romper de una oleada inmensa. -Pero, ¿qué voy a hacer de Jesús? -i Crucifícale, crucifícale! -No encuentro en él culna ninguna. Pero le escarmentaré, ya veréis. No. no; crucifícale- -damaron a una voz. roncas, las gargantas. Fué tai alarido feroz que azotó, como Jatigazo de sangre, el aire tibio de la mañana y rompió con sus estridencias agudas, el concierto divino de los mundos... El escarmiento fué él horrible suplicio de los azotes y la corona de espinas, que el pretor, funesto, como todo hombre débil de gobierno, inspiró a los enemigos de Jesús, Cuando le vio hedho na llaga, capaz fe inspirar lástima a las fieras, quiso jugar la última carta, presentándole a la multitud: Ecce homo. ¡Fuera! ¡Fuera! jCrucifícale! ¡Crucifícale! -Crucificar yo a vuestro rey? -Ño tenemos más rey que el César. Si le indultas no eres amig o del emperador. No resistió más. Pidió aguamanil y se lavó las manos a la vista del pueblo. -Soy inocente dé la sangre de este justo. -iCaiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros ihijos. S A re ellos, sobre sus hijos y los hijos de sus hijos, sigue cayendo esa sangre, que dama justicia; sigue y seguirá siempre cayendo esa sangre, gota a gota... -Irás a la cruz. Y tú, lictor, irás y prepararás el suplicio. Quedalxi terminado el proceso, dictada sentencia con esta fórmula judicial. Por todos los horizontes avanzal im velo impalpable de tristeza, polvillo atómico de ocaso, como si se anticipase la noche o desmayase el sol. El gran reloj del meridiano marcaba las once de la mañana. T amiro J uiz de Dulanto.

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.