BLANCO Y NEGRO MADRID 07-04-1935 página 190
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página190
- Fecha de publicación07/04/1935
- ID0005479050
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6o PERDIDOS EN VENUS Con gran satisfacción, vi flotar la barcosa, Nalte; y me atrevo a decir que ni aun c uita mucho mejor de lo que yo pude imalo deseáis. -Y. sin embargo, sería lo más razona- ginar: temí que resultase más incómoda v desagradable de lo riije en realidad era: el ble. -i o más razonable sería construir una agua no tóCaba su proa, porque la curva de embarcación con todo esto que tenemos a su base separaba suficientemente los extre- nuestro alcance y cruzar con ella el río. mos de la superficie del río; en suma, que- Qué os parece? -y señalaba a los restos, habíamos acertado a realizar una obra que seguramente había amontonado allí la maestra. En cuanto nos cogieron por su cuenta las c ecida el río y que se ofrecían a mis ojos aguas del remolino empezaron a zarandear. como un hallazgo providencial. Pero será posible realizar esa idea? nos, empujándonos río arriba y hacia el centro del mismo. Nuestra única preocu; -gritó, entusiasmada. Y desde aquel instante, todo en ella fué ción consistía en evitar que nos tragase el ardor y excitación para prestarme ayuda. vórtice, y remando frenéticamente, procuComenzó febrilmente por escoger material rábamos sostenernos a flote, hasta encontrar la profun lidad suficiente para que nuesa propósito para nuestra obra. La tarea fué penosa, pero, al fin, salió tros remos no tocaran más fondo: cogimos ds nuestras manos algo lo suficientemente entonces los palos cortos y nos pusimos a seguro para mantenernos a flote. Para que remar con todas nuestras fuerzas. El tralos pedazos que formaban el Mrquidhuelo bajo era duro, y Níalte, incansal lc, lo realino corrieran riesgo de desacoplarse con el zaba a la perfección. ímpetu de la corriente, hubo necesidad de Conseguimos, por fin, acercarnos a la atarlos con todo género de precautorias se- orilla: pero con disgusto y extrañeza, desguridaides. Recogimos a tal objeto gran cubrí que allí había demas iada profundidad cantidad de lianas, y aun trabajando a toda para afianzarnos con nuestros palos largos. velocidad, anochecía ya cuando dábamos I a corriente era más impetuosa que en la por terminada nuestra tosca embarcación. orilla contraria, y nuestros pobres remos reMientras yo gozaba contemplando el fruto sultaban débiles e impotentes. de nuestros desvelos, vi a Nalte fijar, enEl río nos apresó entre sus garras, arrassimismada, sus ojos espantados- en las agi- trándonos furiosamentemente hacia el vórtarlas aguas del remolino. tice; pateando furiosos, lográbamos hacer- Vamos a cruzar ahora- -interrogó- o inos con la barca. Nos alelábamos del cenlo dejamos para mafiana? tro del remolino, pero, en cambio, nos se- -Ya es casi de noche- -le contesté- se parábamos demasiado de la otra orillla. me figura que, desde luego, será mejor esEl remolino nos envolvía, colocándonos perar a mañana. en el mismo centro del canal. Extenuados Se tranquilizó visiblemente, y exhalando por el esfuerzo, no podíamos permitirnos un profundo suspiro, añadió: el más pequeño descanso; ¡vencer o morir! Entonces, debíamos ahora pensar en co- Con un esfuerzo supremo, conseguimos mer algo. arrancar la frágil embarcación le las gaEllo me hizo, comiprender que, en el te- rras dominadoras de la imiíetuosa corrienrreno de lo práctico, las muchachas de Ve- te, aue se empeñaba en hundirnos en el nus se asemejaban mucho a sus hermanas abrazo mortal del titánico torbellino. Entonde la Tierra. ces, la corriente natural del canal nos emLa cena fué sobremanera frugal: frutas pujaba, furiosa e implacable. Nuestra poy hortalizas en abundancia. Una vez más bre almadía navegaba sin mando, de un preparé la consabida plataforma entre las lado para otro, y sin poder evitarlo, nos adramas de un árbol, donde me proponía que vertimos metidos de lleno en el río grande. pasáramos la noche, con la esperanza de Aparté a un lado mis remos inservibles, que ning- ún animal carnívoro nos descumientras decía a Nalte: briera. -Hemos hecho todo lo que hemos podido Amaneció eí nuevo día, y en cuanto nos hubimos desayuna lo, nos dirigimos a nues- para la embarcación con que contamos. tra barca, consiguiendo ponería a flote, des- Ahora lo único que podemos hacer es espepués de no pocas dificultades. Constituían rar que nuestra almadía resista hasta que su equipo varias rameas largas a modo de un golpe de agua nos dé empuje suficiente asientos, más a! p; unas otras, más cortas, que para acercarnos a una de las orillas, donde pensaba utilizar como remos, una vez que quizá exista algún desembarcadero asetiuillegásemos al gran canal, aunque confiaba ble. Eso, si no sucumbimos, antes- -dije, pe demasiado en su eficacia. Tendríamos que simista. -Será lo más fácil, si seguimos río abaentregarnos por entero al capricho de la corriente, para que, merced a la fuerza de jo- -confirmó Nalte. las aguas del remolino, saliésemos lanza- ¿Por qué? -linquirí. dos con emouje bastante capaz de acercar- -iCuándo Skor me encontró, me dijo que nos a- la orilla opuesta, en donde yo ima- había tenido mucha suerte en desembarcar ginaba poder asegurar la frágil almadía. donde lo hice, porque más abajo el río se