Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
BLANCO Y NEGRO MADRID 07-04-1935 página 183
BLANCO Y NEGRO MADRID 07-04-1935 página 183
Ir a detalle de periódico

BLANCO Y NEGRO MADRID 07-04-1935 página 183

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página183
Más información

Descripción

EDGAR RICE BURROVOHS 53 No perniatiecí allí mucho tiempo: la primera noche, unos cuantos ho ¡ml) res entablaren disputa ¡íor mí, pues cada uno me reclamaba como suya. Yo aproveché la reyerta para meterme en un pequeño bote (jue estaba atado al más grande, y la corriente nos arrastró rio abajo, rontpiendo la amarra. Navegué varios días, sin poder alcanzar las nueces y frutas que veía a mi paso, y a casi muerta de hambre. Pero el bote no tenía remos y era tan pesado, que me era imposible acercarlo a la orilla, contra la impetuosidad de la corriente. Al cabo, abordó por sí sólo hacia una especie de playa, dando la fatal circunstancia; de que Skor cazaba por aquellos contornos y me apre. sara a su vez, llevándome consigo. Esto es todo, y me parece que hace un sijílo que estoy aquí- CAPÍ TULO I.O S PIGMEOS IX Cnando la muchacha terminó su relato, V! a los tres soldados de Skor, parados en la orilla opuesta; dudaron unos momentos, y por fin se echaron ail agua. Yo co. aíí la mano de la jove. i, poniéndola de pie, pues nuestra única defensa estaba en nuestras piernas, que, por muy débiles que pudieran mostrarse, eran siempre más fuertes que las de aquellos desgraciados. Me había visto obligado a abandonar mi espada, pero conservaba aún el arco y las flechas. Pero ¿de qué podrían servirme mis armas contra un cadáver? Echando otra ojeada a mis perseguidores, les vi luchar denodadamente contra las profundidades del canal, comprendiendo en seguida que aquellos poderes telepáticos de su maestro y señor no llegaban a conceder les la facultad de nadar, y el empuje de la corriente les atraía, por lo tanto, al fondo. -iMe parece que no hay nada que temer- -dije a mi compañera- -se hunden irremisiblemente. N o pue len ahogarse- -replicó, estremecida, la joven. No iiabía pensado en ello, pero, por lo menos, hay poca probahilidad de que ganen esta orilla, twrque antes les arrastrará la corriente a larga distancia; tenemos, pues, tiempo de sobra para ponei- nos en salvo. Entonces, huvamos; aborrezco todo ésto y quiero abandonar de una vez estos lugares. -Y o no puedo irme sin haber encontrado a Duare; cando no el deseo, me obligaría el deber de procurar su hallazgo. És verdad; hay que buscarla; pero, ¿pOr dóiide? V- -iSe habrá dirigido a! río grande, buscando su desembocadura en el mar- aventuré- y creo que esto, mismo es lo qtxe debemos hacer nosotros, ya que así, siguiendo este torrente, se cuenta en todo momento coii la protección del bost ue, en ca, sp de peligro. -S í pero tengo miedo de que esos fantasmas nos alcancen al fin. Estaré ál tanto cíe sus movimientos, ya que, para buscar a Duare, tengo ue cruzar a! otro lado. Seguimos caminando con la mayor cautela río abajo, atento el oído a Cualquier rumor que denotara peligro. Yo no cesaba de pensar en Duare y en la coinplicación que suponía para mí la muchacha que el azar había colocado en tni camino. Tuve que reconocer que su vailpr no tenía precedente y que, a no ser por tal arrojo, no habríamos podido realizar nuestra evasión. También ei- á dé agradecer aquella generosa complacencia en retrasar su propia salvación para buscar a Duare. Sus sentimientos estaban de acuerdo con su delicada belleza, y su cuerpo hermosísimo. Cómo se llamaría mi audaz compañera? Sólo hacía tma hora que la conocía, pero la comunidad de, peligros y adversidades hace intimar tanto, que aquel breve plazo transcurrido desde nuestro encuentro antoj abáseme una eternidad. Todavía ignoramos nuestros nombres respectivos- le dije, mirándola a los ojos; y me presenté, diciéndole el mío. -ijCarson Napier! -repitió- r- v Es un nombre harto raro. ¿Y él vuestro? -Nálte voo jan kum iBaltoo- -contestó- que quiere, decir Nalte, hija de Baltoo. El pueblo me ll arna Voo Jan (la hija) pero mis amigos acostumbran a llamarme Xalte a secas. ¿Y yo, cómo debo llamaros? iMe miró sorprendida, Pues. Nalte. ¿Me honráis contándome, desde luego, entre vuestros amigos? ¿Acaso no sojs ahora el único, el mejor? -Y continuaré siéndolo, si así lo d e- seáis. Seguíamos canTÍnando junto aJ río, con las debidas precauciones, cuando súbitamente Nalte me llamó la atención, señalándome la orilla opuesta, al mísriio tiempo que me invitaba, con un gesto expresivo, a refugiarme tras los matorrales.

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.