BLANCO Y NEGRO MADRID 07-04-1935 página 174
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página174
- Fecha de publicación07/04/1935
- ID0005479034
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44 PERDIDOS EN VENUS hombres replegaron el rebaño de los ka- de sernos agradable. Lo que yo dudaba era zars hacia un cercado de piedra que se veía que fuese realmente rey; por el contrarío, junto a la entrada, mientras nosotros nos tenía todo el aspecto de n monomaniaco, dirigíamos a la casa, que mejor p jdríamos y por más que buscaba, no sabía descubrir llamar castillo, por la solidez y severidad el menor signo de realeza, ni en él ni en de su ar uitectura y de los materiales con cuanto le rodeaba. que estaba construida. En el centro del patio, imos bancos vieE! cercado por donde atravesábamos es- jos y sucios rodeaban una mesa de madetaba arrasado: ni una planta, ni una fior; ra, sobre la cual veíanse restos de comida. itnicaraente aquellos árboles desparramados Skor nos condujo amablemente hasta los al azar y que daban señales de no haberse asiento. s, y antes de ocupar el suyo, dio ctiidado nunca. Estaba sucio y abandonado, tres palmadas, colocándose liiego a la cahasta un extremo imposible de describir. becera de la mesa. Veíanse por doquier alpargatas viejas, tra- Rara vez tengo aquí huéspedes- -tlijo- pos, isuras, inmundicias e todas clases, y sin embargo, me encanta recibirlos. Espero incluso desperdicios de comida... un ver- que os sea grata vuestra estancia aqní; dadero estercolero, asqueroso y pcstilente. para conseguirlo, estoy dispuesto a hacer Lo único que aparecía despejado de basura cuanto está de mi mano. era un recinto de unos cientos de pies, de Y al decir esto, miraba a Duare con aquepiedra, ante la entrada principal del edilla expresión que tanto me molestaba. ficio. -Creo que lo pasaríamos deliciosamente, Allí desmontó: Skor, mientras en la puer- si pudiéramos permanecer a vuestro lado ta aparecían tres de aquellos hombres, idén- -díjo Duare- pero no nos es po ible. ticos a los que habíamos visto a la entrada, Debo regresar cuanto antes a casa de mi u n o de ellos retiró la cabalgadura del rey, padre. V los otros dos permanecieron rígidos, a- ¿Y dónde es eso? ircguníó. malhuambos lados de la entrada, mientras nosotros la franqueábamos. El quicio de! por- morado, Skor. -En Vepaja- -respondió Diiarc. tón era pequeño: pero la puerta, pesarla- -Nnnca oí semejante nombre- -í. lijo nuesy de gran espesor. No existía otra salida, por lo menos en aquella parte úel castillo. tro anfitrión. Que no sabéis dónde está Vcoaja: Al nivel ds los pisos primero y segundo veíanse unas ventanitas, cerradas con grue- -exclamó Duare, roja de indignación- sos, b- rrotes o rejas. Fn uno de los ángu- i Es extraño! Porque todo lo que ahora se los dei edificio se alzaba un torreón, ríos llama la comarca de Thora era Vopaja, pisos m. ás arriba de la parte principal del hasta que los thoristas se alzaron, conquiscastillo. Allí también había algunas venta- tándoia, y todos los de la clase alta y donas, cerradas con rejas. minadora fueron trasladados a la isla. que. El interior del edificio era lóbrego, lo es todo lo oue queda en la actualidad del que. imido al aspecto de sus moradores, antes dilatado reino de Vepaja. -i Ah, sí? -dijo ál cabo Skor- recuercausaba en mi ánimo una horrible depredo algo de eso: pero hace mucho tiempo y sión, que no acertaría a describir. -Indudablemente, tenéis hambre, n o es era muy lejos: en Trabol. ¿Pero no es esto Trabol? cierto? -dijo de pronto Skor- Entrare- -N o esto es- mos aquí, en el patio interior (que és más ÍKinito que éste y haré servir la comida. Pero si Strabol es el trópico o zona Le seguimos por un pequeño pasadizo y cálida, donde no pueden vivir seres humaatravesando una puerta, entramos en un pa- nos! -ílijo Duare. tio central semejante al de una cárcel: -f Pues estáis en Stra! x l: tcxlo eso que Estaba embaldosado y no se advertía en decís son leyendas: liay una época del año él un signo de vida ni de naturaleza: los en que e! calor, ciertamente, es sofocante: muros, de piedra gris, que lo circundaban pero, aun asi, no es tanto que se haga inaparecían salpicados de ventanitas petjue- soportable. ñas, con sus rejas correspondientes. En el o me iba interesando en la conversadibujo arquitectónico no bahía la menor ción si lo que decía Skor era cierto, habíanota de fantasía ni de gusto. También allí mos cruzado el ecuador y nos hallábamos habia desorden y basuras abandonadas, sin en el hemisferio septentrional de Venus. duda para ahorrarse el trabajo de llevar- Los vepajanos me habían dicho que Stralas gl otro, y digo esto, porcjue todos los bol era inhabitable, que era nn terreno esseres que íbamos viendo revelaban en sti peso de atmósfera, que la niebla y el vaaspecto la más desmayada e incorregible por hacían irrespirable, así como que la pereza. humedad y el humo negruzco hacíanlo inSi he de decir verdad, me sentía casi en- habitable para el ser humano, y apto sofermo. Ya lamentaba haljer entrado allí, lamente para los animales feroces y reptipero trataba de ahuyentar mis temores, ale- les repugnantes. El hemi. sferio septentriogándome a mí mismo que Skor daba mues- nal era, indudablemente, una térra incognitras de ser un excelente anfitrión, deseoso ta para todo el resto del planeta, y por es-