BLANCO Y NEGRO MADRID 07-04-1935 página 68
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página68
- Fecha de publicación07/04/1935
- ID0005478928
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giendo dolorido y sin agachar la cabeza, a pesar de la certera pedrada que le hubiere lanzado Angífliyo, míratelo altivo, bien plantado, asentadas sus patas en aquella tierra, marismeña que le servía de trono y que el aj uda de vaquero quería convertírselo en lugar de tormento y de esclavitud. rreno. De aquello a la arrancada no había más que un segundo. Pero Angelillo tuvo tiempo de arrojarle el pcdrusco, que mal dirigido, vino a estrellarse impetuosamente en e! testuz. El noble y fiero animal retrocedió entonces atontado por el golpe, y estos momentos de tregfua, los aprovechó Angelillo para saltar sobre la jaca y huir a galope tendido tiacia las gavias salvadoras. Una tarde estaba el Emperaó, descansando en su j echío y alejado, como siempre, de los demás cuatreños, cuando acertó a pasar por allí cerca Angelillo. El toro dirigióle una de esas miradas rencorosas que tanto irritaban y ensorberbecían al ayuda de vaquero y continuó echado. -i Fuera de ahí, Emperaó, o te dejo moclio a pcdrás! -gritóle aquel muñequillo de carne desde la trinchera vi -a de su cabalgadura, una jaca nerviosa y de finas ancas, que temblaba al advertir la presencia del cuatreño- ¡Anda a rcunirte con la cama, fantasioso, nue eres muy señorito! ¿Pero ni siquiera te mueves? Puso el caballo al troté y se alejó algo más del cuatreño para precaverse de una arrancada súbita. Allí descendió con rapidez de la cabalgadura, dejó la garrocha, buscó entre los yerbajos una guija de forma esférica y con sumo cuidado la colocó en la redecilla de la honda. Aquella noche el Emperaó mugía y vagaba sin rumbo fijo por el cerrado. A veces se enfurecía y daba brincos grotescos, de canguro. A un cuatreño le tiró un derrote y le obligó a dejar el sitio de la querencia. ¿El golpe fortísimo que recibiera por la tarde habríale enloquecido? Parecía como abochornao. Poco a poco iba alejándose de su jcchío y de los otros cuatreños, que como sombras de pesadilla se movían fantasmagóricamente en uno de los ángulos del cerrado. Angelillo se despertó sobresaltado ¿Quién llamaba a la puerta de la choza? Prestó atención. Nada. Estaría soñando. Zarandeó al anciano vaquero que dorm ía al lado suyo sobre un colchoncilio de paja. Restregándose los ojos y malhumorado, repuso: I Qué te pasa, mocito? i Por qué me desoierías? A Q C E L LA- XOCHE S L E l I P E íl. 10 MUGI. l T VAa. 4 B. 4. SIN P. CMBO FIJO POK EL CERCADO El toro, que seguía sus movimientos, le lanzó una mirada aún más rencorosa que la primera, dio un mugido y levantóse muy despacio, con. majeza, y amasando el te-