Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
BLANCO Y NEGRO MADRID 31-03-1935 página 100
BLANCO Y NEGRO MADRID 31-03-1935 página 100
Ir a detalle de periódico

BLANCO Y NEGRO MADRID 31-03-1935 página 100

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página100
Más información

Descripción

¡Esteban! ¡Esteban! Para ahuyentar su sobrecogimiento inesperado, respondió él con voz más aita: ¿Qué? ¿Por qué grita. Un balbuceo salía trémrfo deií fondo: -Me asustas... Estoy asustada. ¿Qué es? -i Ah! i No donnías? Su acento, al preguntar, tenía un dejo de angustia. ¡No! No? Temblábale la voz. Atribulado y confuso, era él quien ahora senflla miedo. Htil) o uii silencio prolongado. El viento afuera jadeaba con ímpetu capaz de arrastrar la leve casa del arrabal dejante de sí. Ella, en un segundo, hubiese querido eso: ver mecido su hogar por el aire y llevado lejos, a otras tierras, a otras llanuras, disitante del peligro Cfue prc) nt! a. Esteban se había sentado quedo, las manos sobre las rodillas, arqueado el busto, atento el ordo, esperanzado en que su mujer, aíbismada la impresión en el dormir profundo no le preguntara más. Y al siguiente día, cuando ambos despertaron, si le rumoreaba ailusiiones, él dejsvanecería curtas achacándolas a malhadada pesadilla. Mas, en seguida, como vidrio quebradizo, quedó pulverizada siu esperaatxza. Vestida apenas, elia sailió, avanzan Ío resuelta, puesta en los ojos su desesperada súplica. Esteban, dime; Esteban, ¡iquié es eso? C omo lio oyera respuesta, clavándole una mano en el horaibro, lo zarandeó con ímpetu. ¿Qué has hecho tú, qué has hecho... Al cabo, queibrada la voz, balbució el mozo: ¿Yo? Nada... No sabía defenderse. Basüia vio fácil ganar le la confesiión de a 3 go impreciso aún, de no acertaba qué cosa íurbia, presentida con una intuición llegada a ella, a BU limitado alcance, de no sabia dónde, como algo fatalmente monstruosa- -Hais de decírmelo, Elsteban. Por ti y por mi... ¡Por nuestro hijo i ¿A qué han veiiido ésos? ¿Qué piensas, mujer. No sé... Nada. Por acompañarime... Una idea súbita la empujó de pronto a correr hacia la puertecilla que daiba al corral. Pero anonadado, de un salto, como si su propia estatua Se humanizara, avanzó ante ella para cortarle el pa ío. i Déjame... déjame... I+ icharon. El la tomó, al caibo, en vilo, como pavesa sacudida por el huracán, y la tiró sobre un asiento. El centelleante esfuerzo de la mujer se resolvió en quejumbrosas lágrimas. Esteban, pernianeció unos instantes enmiudecido, impávido, ajeno a cuaníto le rodeaba, ausente die sí iTffismo. Contemplaiha, sin ver, aquellas paredes de su. h c ar erdenado y limpio; los sencillos muebles; el canario en su jaula; los juguetes del nene; d cuadro de la Virgen a qu; en elk rézate: todo aquello, en fin, tan íntimo y tan suj o, logrado con el amor y el trabajo. Ahora, hubo de sacudirle la inconsciencia el llanto del pequeño, que le llegó c laro al alma. Y, conmovido, se acercó a su mujer. -Vamos... ¿Por. qué lloras? Irgiuióse ella, y, máiS que acogiéndose a su amparo, creyendo prestarle el suyo, se abrazó a él con desesperada tribulación. ¿Que por íiué lloro? ¡Tú bien lo sabes! Yo? ¡Si! ¡Tú! No pudo resistir la mífada acusadora de su mujer. E. 3 tremteoido por el pánico, sintióse debilitado para continuar negando. Cerca del oído de la esoosa, calladito sieanpre, temeroso hasta de las paredes de aíiu ella casa suiya, rumoreóle quedo toda la verdad. Y era sincero. Ni él nrismo sabría cómo había venido todo aquello; pero fué siin quererlo, sin proponérselo, obediente a un mandato tácito, sumiso a un comproimiso de hombría. Nada más. Aysí, implemenite: enredado como la ¡ma- rafia de la hiedra, como la seroja del otoño se deja llevar i or d torrente... (Y ya no hay reirtedio, Básilia! La mujer sintió rabioso coraje de aquella desesperanza. Y, secándose las lágrimas, como las valerosas hteroína s de la raza, tomió su resolución. Pronto, con el hijo eri brazos, esíwo dispuesta. Intentó salir, él se negó, y otra vez lucharon. Hasta que ella, n a d a la puerta, le empujó, le arra ¡stró fuera, brava y salvajie. -i Vamonos de aquí! i Huyamos! ¡Aún es tiempo L Y él, obcecado, huibo de ir cediendo, persuadido por lajs palabras firmes y enérgicas: Qué lograrás? Nunca nada mejor que lo que has tenido. Y acaso te va en el intento tu vida, y la miía, y la de tu hijo. Miya: ¡por este hijo! Bésalo y íe sentirás confortado! Comenzaba a desvanecerse la noche. Y, por fin, la siguió sumiso. Ella, delante, acderó el paso. í etrás él se dejó conducir, haila, hala, igual que tantos hombres pueden dejarse llevar al bien o al mal. Campo traviejsa corrieron, huyeron. Detrás qutedaba la casa vacia, el hogar deshecho, las prucíbas de su complicidad allí escondidas en la corraliza. ¿Qué importaba, si aún podían salvarse? Y, anda que te anda, fuéronse alejando. Qareaba ya. Niíevos parajes se extendían ante sus ojos. El al, allá a lo lejos, comenzaba a fulgurar. Y íhacia él ise fueron... Es tallan, ahora delante, más de prisa, ahuyentando el delito, sacando la conciencia de las tinieblas, desenredándose de una absurda maraña de ideas, ansioso de luz, de claridad, de horizonte... de Lucas Mcevedo (T IBUJO BE MOüP- O)

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.