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BLANCO Y NEGRO MADRID 31-03-1935 página 74
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BLANCO Y NEGRO MADRID 31-03-1935 página 74

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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E di cuenta de ello en un crepúsculo dolorosamente largo de tedio y nostalgias. El dia agonizaba lívido de grandes pensamientos... ¿El día? No sé si era el día o yo) Y la palabra MORIR, tenía una atracción de descanso y de paz... Frente al balcón abierto a las últimas luces, mi mesa de trabajo- humilde mesa de estudiante, de místico- Las cuartillas, limpias. Y quietas. Igual que los libros abiertos a ujios ojos que no leían, Y es que, el día, agonizaba lívido de grandes pensamientos. El día... Sí. (IkíimaJm na xümancsé M Los trajecitos vaporosos y las cabecitas ensortijadas se movían con una puerilidad seria, que muy pocas veces sabia descomponerse en iBi gesto bullanguero o hilarante. Subían hasta mí sus voces pequeñitas. Hablaban de ciw. Los. irombres de ü e r t a Tliiele, Marlene Dietrich, Martha E gerth, Gustav Froelich y Friz Lang se mezclaban con los de Sailly O Neil y Anny Ondra... De pronto, una de las nenas, dorada bdleza infantil, inicia un couplet picaresco de Oievalier. Otra, decidida, entona con graciosa ipronunciación: Ma petite tpés cherl poupé: ne me ref usez pas tes yeux... En esta agonía lenta del día, roe hubiera gastado verlas jugar al corro: En C diz hay una niña, en Cádiz hay nna niña, que Catalina se llama y ay, sí! que Catalina se llama, O cogerse del brazo para cantar, melancólicas Mañanita, mañanita; mañanita del Señor, estaba Una bella dama sentadita en su balcón, muy peinada, m u y lavada, su poqtjito de arrebol... Las sorprendo junto al estanque terso dé sol. Son cinco o seis futuras niujercitas de ojos negros y dorados. Mientras unas hablan de fútbol, otra enumera con los dedos las marcas de mitos que conoce. Dos nenas más, inclinadas sobre el agua, tienen un murmullo tenue de confesiones prematuras. Luego quedan mirándose a los ojos... Pero, al fin, se deshace el grupo. Medio abrazadas y en dos hileras, que caminando una hacia la otra, se encuentran en d camino, entonan con maestría: Por los pueblos de mi Andalucía, los campanilleros, a la madruga me despiertan con s is campa, nlllas, y con sus guitarras me hacen llorai Por entre unos abetos divisé este nuevo grupo. Sentadas al b o r de una fuente, ríen con risa tenue. Se adivina en el cuchicheo de sus voces un balbuceo de amor, y, n su quietud, al sol, un intimo ensueño... Unas cuantas nenas, un ¡poco alejadas de aquí, saltan a la comba, que no tardan en abandonar. Otras desülan, rápidas, mane-

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