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BLANCO Y NEGRO MADRID 24-03-1935 página 95
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BLANCO Y NEGRO MADRID 24-03-1935 página 95

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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5) 3 S 8 S C? Cg (6 S I EL FUGITIVO I L entrar en su casa, de donde salieron la que separábanle varios kilómetros; poca creyendo no volver, el Padre Ve- distancia para él en tiempos normales; munancio no pudo, pese a su entereza, cha para encontrarse rendido al peso de reprimir la emoción tanto tiempo conte- zozd ras sin cuento, A nadie hallo en su ni la. Y lloró, con lág- rimas de teniura cuyo camino. De vez en vez oíase una detonasabor había olvidado desde la niñez; tan ción lejana, el píañidero aullar de un pelejana, cuando una regañina de la madre rro. Algún hórreo incendiado elevaba al o un ijescozón del padre, causáljale un efec- cielo, cual ofrenda expiatoria, la columna to análogo al de aliora. de humo en que trocábase el bienestar de Ahora haibía sido la muerte... El espec- una familia. Pero la Naturaleza permanetro de la Pálida, amenazándole un día y cía impasJWe en aquel amanecer otoñal, cootro con sus tentáculos iniplacaMes. ¿Cuán- mo si la hidra revolucionaria no hub ese to duró la brutal pesadilla? Perdida la no- profanado la paz geórgica del edén norción del tiempo en la continua zozobra, no teño. hubiera sabido decirlo, sin las palabras queE Padre Venancio respiraba a pleno puljumbrosas de la señora Gertnidis, al verle món el aire de la libertad, más grato ahora entrar, aspeado y macilento: que cuando no la creía en peligro. Desde un- -I; Bendito y alaljado, señor! ¡Qué tres altozano- ¡por fin! -oteó su feligresía, un semanas habrá pasado en poder de aquellas puñado de casucas paupérrimas en las que fieras! se centraba su htmxilde razón de vivir. Y Tres semanas. Había durado tres sema- fué entonces cuando no pudo, contener el nas a ueila cruel agonía, viéndose morir llanto, y lágrimas de ternura surcaron sus de tin instante a Otro, cual si los foragidos flácidas mejillas. se complaciesen más en amenazarle que en La grata nueva de su retorno corrió con el hecho mismo de quitarle la vida: ¡E h tú, prepárate, que dentro de media hora rapidez, y dijo su misa con más fieles que te fusilamos! Y así cada muy poco tiem- nunca. Recibió visitas y plácemes de los po, sobre todo, cuando, rendido a tantas feligreses. Después de lavarse y ponerse emociones, se adormilaba a de; pecho áé de limpio tomó un refrigerio. Sentíase casi continuo terror. De un culatazo le hacían rejuvenecido, y tan descansado, que renunáespñTtar para repetirle: ¡Prepárate, que ció a acostarse, como pensaba. Encerróse dentro de me Ea hora te fusilamos! Hasta en el despacho parroquial- tan limpio, tan que una liodie le hicierot? salir del tugu- acogedor, ¡tan suyo! -y, tras recogerse un rio que le servía de cárcel, le arrimaron de instante para elevar al cielo una plegaria cara a un tapial, diciéndolc: Ahora va de gratitud, sentóse en ei sillón frailero, de veras y dispararon sus annas... Pero abrió el breviario y reanudó su lectura, no cayó, ni siquiera herido. Sin duda no como si la vida no hubiese alterado su ritpensaban matarle, y se conformaron con mo, parod amio e! clásico Decíamos ayer... aquella bruta! pantomima- Cuando se sobre- con un suspiro de satisfacción: puso a la impresión, estaba sólo. Los cri- -Pues señor... parece que no ha pasado minales habían huido, atendónándolo en un nada... paraje que él desconocía. Orientándose malamente a la luz sideral, llegó a un poblaUn ruido extraño interrumpió la placidez do, en el que almas piadosas le dieron ali- del instante. Algo así como tm cuerpo que fmcnto y noticias, más preciosas aún que se arrastrara por el huertccillo. Prestó atenel alimento mismo. I revolución estaba ción, dejando la lectura. El ruido proseguía, vencida. La autoridad impuso sus fueros, y apro- v anábase. Quiso levantarse para y los revoltosos, o depusieron las armas, o ver... No tuvo tiempo. Un hombre saltó marcharon al monte para vender caras sus por ía ventana y le amenazaba con una pisvidas. tola. -Quédese aquí. Si le ven con los manteos ¡Rufo! i Tú aquí otra vez! murmuró le matarán. aterrado el sacerdote. Pero el Padre Venancio tenía prisa por- -Sí; yo soy. Pero no vengo de malas. reintegrarse a su parroquia, doríde hacía Si me ayuda a salvarme, nada le haré. Si más falta que nunca. me delata, pagará con la vida. H Padre Venancio había recuperado su- -EHos no h a querido que me maten, y también ahora me guardará la vida. tranquilidad. Echó vereda adelante, hacia su casa, de- Yo no delato a nadie. No es mi v cio. A

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