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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-03-1935 página 187
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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-03-1935 página 187

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página187
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EL CA AIXESO DE OLMEDO 45 y que yo os pido por ellos ios caséis de vuestra mano. KEY ¿Quién son? DOK RODMGO Yo, señor, pretendo, con vuestra licencia, a Inés. DON FER- ííANDO Y yo a su liennana le ofrezco la mano y la voluntad. JtEY En gallardos caballeros emplearéis vuestras dos bijas, don Pedro. DON F DRO Señor, no puedo dar a Inés a don Rodrigo, porque casada la tengo con don Alonso Manrique, el caballero de Olmedo, a quien hicistes merced de un hábito. BEY Yo os prometo que la primera encomienda sea suya... DON XODRIQO Aparte o don Fernando i Extraño suceso! DON FERSANIX) Aparte a don Ten prudencia. KEY Rodrigo Porque es hombre de grandes merecimientos. TELLO Dentro. Dejadi e entrar. REY ¿Quién da voces? CONDESIABJLE Con la guarda un escudero, que quiere hablarte, REY ¡Dejadle. CONDESTABLE Viene llorando y pidiendo justicia. REY Hacerla es mi oficio. í S o signiíka el cetro. Sale Tello. TELLO Invictísimo d 6 n Juan, que, del castellano reino, a pesar de tanta envidia, gozas el i didioso imperio: Con un caballero anciano vine a Medina, podiendo justicia de dos traidores; pero el doloroso exceso en tus puertas le ha dejado, si no desmayado, muerto. Cea esto, yo, que le sirvo, rompí con atrevimiento tus guardas y tus oídos: Oye, pues te puso el cielo la vara de su justicia en tu libre entendimiento, para castigar los malos y para premiar los buenos. La iiodie de aquellas fiestas que a la Cruz de Mayo hicieron caballeros de Medina; para que fuese tan cierto que donde hay cruz hay pasión; por dar a sus padres viejos contento de verle libre de los toros, menos fieros que fueron sus enemigos, partió de Medina a Olmedo don Alonso, mi señor, aquel ilustre mancebo que mereció tu alabanza, que es raro encarednrienta Qiiedéme en M- edina yo, como a mi cargo estuvieron los y caballos, ¿ara tener cuenta dellos. Ya la encapotada noche, de los dos polos en medio, daba a la traición espada, mano al hurto, pies ¿miedo, ¡cuando partí de Medina; y al pasar un arroyuelo, puente y señal del caníino, veo seis hombres, corriendo hacia Medina turbados, y, aunqtie juntos, descompuestos. La luna, que salió tarde, menguado el rostro sangriento me dio a conocer los! dos; que tal vez alumbra el cielo con las hachas de sas luces el más obscuro silencio, para que vean los hombres de las maldades los dueños, porque a los ojos divinos no hubiese humanos secretos. Paso adelante, ¡ay de mi! y envuelto en su sangre veo a don Alonso expirando. Aquí, gran señor, n o puedo ni hacer resistencia ai llanto, ni decir el sentinñento. En el caballo le puse tan aiiimosp, que creo que pensaban sus contrarios que no le dejaban muerto. A Olmedo llegó con vida cuanto fué bastante, ¡ay, cielo para oír la bendición de dos miserables viejos, w e enjugaban las heridas con lágriñías y con besos.

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