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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-03-1935 página 79
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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-03-1935 página 79

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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rando y entonces él, dándose cuenta de que, -Y usted, ¿qué Iiace? -inquirió a su vez con un residuo de disculpa, V tenia subidos el anciano, que píirecia violento por el proles hombros, las cejas y las manos y era longado silencio, portador todavía de esa mueca absurda, de- -Pchs... matar el tiempo, fotografía de carnet, se puso serio, enterró A h, ya... -y como si esta declaración j las manos en los bolsillos y resolvió mar- de Félix hubiera sido una piedra arrojada charse sin esperar a más. al charquito verde de sus ojos, se empeza- Salió del salón; la puerta, de muelle, em- ron a extender arruguitas or la cara del pujada violentamente, siguió su vaivén... viejo, y la parte superior de! a barba se abierta... cerrada... cogiendo pellizquitos de expandió delatando una mueca irónica, ruido, como si estuviera jugando a eso de Silencio otra vez. taparse y destaparse los oidos. ¿Y si entráramos en un café a tomar Estaba la noche helada: en la calle, to- algo? -sugirió de pronto Félix, dos los transeúntes se iban fumando el- -N o no puedo... déjelo usted... yo se aliento. lo agradezco igual. Un borracho con la careta en la frente, Pero Félix, encantado de aquella idea como si estuviera mirándose en. el bisel de original porfió pegajoso, tirándole de la sáun espejo, inflaba torpemente un matasue- baña. gras que parecía un desperezo forrado de- Ande usted, hombre; no se haga ropapel verde. gar. a Irf mejor se pasa la vida en los Echó a andar. cafés y para un día que yo... Casi emparejada con Félix marchaba uiu- -No; ¡se lo juro! nunca me he sentado máscara extraña. a tomar nada. -Otro Gandhi- -se había dicho al con- -Y entonces, ¿qué vamos a hacer hasta templar al individuo aquel envuelto en una las cinco de la mañana, que es cuando sábana de la que asomaban, como dos hilos pienso volver a casa? negros, las piernas flacas y aniojamadas. El viejo se quedó pensando. Pero no, este señor tenía barba blanca y En toda la ciudad los relojes, como pinunos ojillos, verde obscuro, que parecían tados por un niño, marcaban las doce y dos charquitos; al hombro llevaba una gua- cuarto. daña y en la mano transportaba un recipien- -Bueno- consintió el viejo, -haré lo te con la forma de un irrigador. que usted quiere, pero me temo que, de A Félix le sucedió como tantas veces nos todas formas, va usted a llegar temprano ha pasado a todos: el hombre de las barbas a su casa. iba a un paso igual que el suyo; dar una -carrerita para pasar delante resultal muy ¡Cuántas cosas sabia aquel hombre! Era descarado, quedarse atrás poquito a poco imposible aburrirse escuchándole: consuera de una hipocresía repugnante; así núes, mieron doce cafés, el viejo hablalxi y base resignó a la compañía v hasta inició una biaba, hasta que Félix, muerto de sueño, sonrisa amistosa la primera vez que el de se separó de él con verdadera pena, las barbas se fijó en él. Salió; inexplicablemente, en la calle ttxlo Gandhi, o lo que fuera, sonrió también, el mundo andaba como desconcertado; en y entonces Félix se creyó obligado a solici- los bailes la gente salía rendida; nadie- ¡Tetar un informe acerca de la temperatura de cían- -se explicaba el cansancio de aquella su acompañante, en relación, directa con la noche. sábana que le envolvía. Una vez satisíe- -Parece que hoy se ha detenido el Tiemcha su curiosidad en este punto, expuso la po- -oyó decir a una parejita cine pa. saba opinión de que en este mundo todo es cues- por su lado, tión de acostumbrarse. Félix se ex 3 tremeció recordando... el Otra vez volvió a preguntar: chisme que parecía un irrigador había re- -Divirtiéndose, ¿el) suitado ser un reloj de arena... la guada- -No, señor; de paso nada más. ña... entonces, el hombre d é l a s barbas... -Sí, s í comprendo- -dijo Félix sin comAngu. stiado miró su reloj, prender. Después de lo cual, no eucontranUn sudor frío le recorrió la espalda, do ningún tema que mereciese la pena, se Destacando en la esfera, las manecillas, dedicó a la entretenida tarea de pasarse de como si las hubiera pintado un niño, maruna suela a otra, por sucesivos pisotones, caban las doce y cuarto, el papel de un caramelo que se le había i- nt n adherido con una tenacidad digna de mehonzalO DtancO Laro. jor causa. (DIBCJO I E B. A. I EÍ O.

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