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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-03-1935 página 67
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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-03-1935 página 67

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página67
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profundo y estrellado. Tanto, qu yo, metido- -Eso es que han llegado los primeros y en mi smoking, que es, al fin y ai cabo, se han sentado en ese banco v ahora les da un disfraz como otro cualquiera, me eché i ereza entrar. al brazo, por simple precaución, un gabán- ¡Ah! -grite, una muchadiita vestida cilio de entretiempo, que realmente ni era con un diablo de disfraz, que nadie sabía necesario. lo que quería representar- -i pues como sigan i ui al castillo a pie y solo, gozando de ahí, los denunciamos al barón! la buena noche. Otros, en grupos de mu- -Eso, eso- igritaron todos palmoíeando. chachos y muchachas con dislraces cami j y deredio, no liay deretího. Ya naban también a pie hacia la hcsta. hacien- tendrán tiempo de mirar a la luna después... do otra fiesta en la noche clara, de aquel Ahora que vengan al baile kilómetro de carretera que separaba a la Las más cómicamente indignadas, quizá ciudad del castillo. Los señores graves y las por ser en el fondo quienes más envidiaban señoras de alguna edad, pasaban a nuestro a la pareja de enamorados del jardín, eran lado en coches y automóviles, que ni que- ¡as muchachas. Y, por otras causas más rían ni podían ser muy veloces a causa de graves, las mamas... iodos Jos que por enmedio de la carretera, bajo la luna claramente verde, reían, can- su- Seguramente serán Aurorita Velarde y taban y corrían entre el bullicio de los r u enovio. Esos parecen los amantes de Teí colores, confusos en la nodie, de los disPero no. No era ni aquella raudhadia, ni fraces. r Í. J- t V j. ninguna de las otras cuyos nombres íueron Mucha gente iba. Y seguramente Qwe 3 s, í f l Lr f. su amor T t t. Z. rj. t iban a lado o con en esperanza, se en- ¡j jj g preguntársdo porque, claro es, no lo caminaban a a fiesta hacía ya muchos días Al fin y al cabo- -dije yo que pilotaba que soííaban con el baile d d barón. ¡Un a un nutrido grupo de parejas por el salón- -baile en d castillo! ¡Y en aquel castillo! Y con aquel barón que tocaba el órgano hay que ser un poco indulgentes con los en la alta noche y parecía tener frío, mu- enamorados. A ver si va a ser todo un poco dio frío en el alma... Quién sabe, barón, de envidia ¿eh? Vamos a dejarlos- Pero ctjántos corazones iban hacia tí, ya casi como pasen tinos cuantos bailes y no suban, enamorados, aquella nodie, bajo los dis- bajamos todos, les quitamos los antifaces y fraces, por la carretera lunada. Quizá, ba- veremos quiénes son esos frescos... Y luego rón, llegó hasta tí, antes que tus invitados ¡os juzgaremos y a Pierrot le ahorcaremos y c ¿mo una suave brisa cálida, la fragancia serpentina y a Colombina la harémdatKÓHca de tantos sueños y de tantas mos tragar el terrible veneno de una copa del champagne del barón... ilusiones... Sonó la orquesta. El mismo barón inició i- a gran puerta del castillb, de par en par abierta, dejaba ver un inmenso hall, tan el primer taile con una muchachita vaporoilunünado que casi hacía daño al llegar desde sa, ingrávida, leve y pálida como su disfraz la carretera. U n buen número de criados romántico de damisda 1830. Esccgió bien el recogían allí los escasos gabanes y sombre- barón, pues ella le completaba exactamente. ros que habían llevado algunos invitados, y Yo no bailé. No había ido a bailar. Había señalaban amablemente el camino a seguir: ido a sentir un poco de cerca d ambiente del una amplia y monumental escalera, en lo castillo y a escudriñar lo que pudiera, a exaalto de la cual, el barón, con su frac impe- minar atentamente todo lo qce a mi airancable, su gran estatura, su rostro ddgado y ce estuviera, sin pecar de indiscreto ni de blanco, v sus ademanes correctos, fríos, si- malcriado. Me acerqué disitraídamente al lenciosos, hacía ios honores, saludaba a los gran ventanal, miré al jardín y... Allí seque llegaban y les rog aba que siguieran ha- guía la pareja de los enamorados inseparacia el gran salón, coosiderándose en absoluta bles. Sonrd. Y desde allí, ios obscn é sin aue libertad y como si estuvieran en su propio ellos se dieran cuenta. Seguían con las manos cogidas, se miraban; Pierrot, una nodie más, hogar... Colombina y cabeza Todos ios que llegaban hablaban de lo miraba a sobre la gran ella tenía la del dismismo. Y yo también, porque yo también indinada Se hablaban? gola negra ni una fraz de ¿había observado lo que todo el mundo ob- palabra? él. httbiera juradoNo decs an Yo que estaban en servó. siienoío. Realmente ¿qué iban a decirse, que- ¿Habéis visto? En el jardín del castillo, no hubieran didio ya us manos enlazadas en la plazoleta que está debajo de este saella en hombro de él Suelón, había ya, en un banco, una pareja de y la mejila desuspiros, elquizá lágrimas? silenenamorados. No se han roto la cal) eza, no, ños, miradas, ciosas, silenciosas lágrimas de dicha... pensando en disfraces. ¡Ba! ¡Hacen bien! pensé retirándome- El está de Pierrot y día de Colombina. de allí Que sueñen, que sueñen... Pero, en- iTambién los viste tú? verdad, terón. Ntí- ¿Y quién no? Tienen las manos enlaza- vamos a no hacen roudio honor alsorprendertener más remedio qtie das constantemente. Pero también tienen los los v cantarles una serenata. Al fin y a! cabo, antifaces puestos. nos- -Pues pronto empiezan a ponerse senti- ellos divertiremos simpáticamente, y sin que se puedan mol tar demasiado. mentales.

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