BLANCO Y NEGRO MADRID 17-02-1935 página 194
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página194
- Fecha de publicación17/02/1935
- ID0005480280
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l- A RISA nií YUAN líF. K SEK 94 comprador. ¡Y otro desiniés! ¡Y otro! Hasta te él las puertas iel infierno para dar paso al ini. misimo diablo. que d agredido retrocedió. Yu an Hee See, con las manos cruza las atni Has. sari es- Sitk corrió a sujetarla con am) as rnanos. Ella le propinó un buen ífolpe cfm ía rc Ulla permaneció inmóvil unos momentos, silbando imen mitad del estómago; soltó el viejo instante que perceptiblanente. ¿Con que... esas tenemos, anrgo mío? lijo aproveclió ella para darle otro s lpe... Pero el esfuerzo con que se lefendió, muerta de ver- d chino con su voz de flauta, tan aguda como el güenza, ante el ulti- aje, había cedido en su ímipctu silbido de un reptil- Yo atravesé la tormenta de y las fuerzas la abandonaron. Vaciló, tambaleán- aretia que os detuvo en, el desierto; inipi lió vuesdose, quiso amlar, y sintió que se desplomaba y tro viaje, pero no el mío. La suerte me acompañó que e! asqueroso árabe la recogía en sus brazos. esta vez. Aswami... un accidente, fatal par; i vos... Siempre... sianii) re he sospechado... Pero Siguió un jKiréntesis de completa inconscien- mejor dicho, esta maíiana, muy temprano, anoche, arrancia y volvió a oír la voz ronca del odioso árabe: qué la verdad a nuestra i) equefia Flor de Azahar; ¿Qué podía yo haber h dio, Efíendin Said Aswami... la arranqué... ¿Habéis comprendidoime la trajo. ¿Cómo ÍIM yo a sal er que no pfxlia V empezó a reír; a reír locamente y de un modo venderla? Es ima joya valiosa, un verdadero tesoro eJ dinero... es el dinero. Los franceses di- tan siniestro, tan horrible, que aquella risa constituyó para Elena mía constante pesadilla, aparecen también; los negocios... son los negocios. ciéndosele en sueños como una amenaza de muer -Por lo vi. sto, es una joya... agresiva, te... durante muchos años... -I O h! Abofeteó a AJÍ Miabniond. Y había Asvvami Paslia parecía petrificado. El viejo ofrecido por ella mil libras inglesas! ILassan, inmóvil jmrto a Elena. -no jjerdía su ri- -Oferta que supongo retiraría... gidez. V el chino, en miediQ del hervidero ile su- En el acto, Effendim. Y temo que no vuelva siniestra carcajada, empezó a hablar, dirigiéndoinás por mi ca. sa. Esta mujer me ha arruinado; se a Aswann; además, esos cíjchinos americanos sal en que está- enid, amigo mío- -tlijo Yu an Hee See, aquí, y de un moníento a otro cercarán el café. abriendo los brazos y agitando sus dedos en un- -Desecha tus temores, Hassan. C! rei al jefe gesto de llantada- Tenemos que discutir algunos de esclavos del Princix c un hombre de más ta- asuntos, que tío es prudente que escuche esta lento. Pero mi. dinero vale tanto como el suyo y dania. también colecciono hermo. sas mujeres. ¿Mil dos Xswami quiso hablar, pero no pudo articular cientas libras inglesas, Hassan? Haces un buen palabra, ni avanzar un paso. negocio. -Venid, amigo mío- -repetía suavemente el chiElena abrió de nuevo los ojos y vio que conti- no- No vais a conseguir nada i ermanecienda nuaba en aquel infecto salón, lil asqueroso áralx; aífuí. estaba allí, -a- su lado, pero el otro, el que acabaLuego, fijando sus ojos oblicuos, aparentemente ba de hablar ofreciendo- M r ella, sin duda -mil cerrados, en la rígida persona de Hassan es- Súk. doscientas, libras, atrajo toda su atención. Era ordenó; un hombre alto y esbelto, e. vc uisitaniente vestido- -Conduce a esta daina al salón; proporciónale a la europea, y tocado con un lujoso turbante. ropas. Y tú cierra las puertas y vuelve aquí. No pudo apreciar sus facciones, que ocultaban toElena, casi desvanecida, se dc- splomó sobre el talmente uno. j entrecruzados vcn. lajcs. iSólo d- s- diván; tos ojos del egipcio, ocultos itre lo. s ventinguía sus ojos, negros, brillantes como azaba- dajes, le dirigieron una postrera mirada, y seguiche, que se clavaban en ella con llamas de deseo... do del chino, salió, cerrando tras sí cuidadosaEjcpcriníentó cierto alivio al darse cuenta de mente la puerta. que habían medio cubierto su cuerpo con una col Hermosa dan -dijo el áralje con su enupalacha de seda, que ella acomodó hasta cubrir fwr gosa melosidad- acordaos de mí... completo sus hombros. ¡Fuera! -gritó Hiena- No os acerquéis. -No temáis nada de mí, hija mia lijo el buen La infeliz sentía de nuevo los efectos de aquemozo ipcio, A. unque acalráis de comprarme! murmuró lla droga, tan bruta. ln cnte adrainistra la por el doctor Julián Hess, en Ktoseír (metlia hora antes Elena, temblando. de su salida para El Cairo) sobre la fuerte dosis- -Ta! vez era esto lo tánico que podía hacer. ¡Sois un cobarde y un miserable! gritó Ele- de opio, anteriormente ingerida con el café... Notó, sin embargo, que la cogían en brazos y na, ciega de coraje, irguiéndose con o una fiera y vujetando la colcha que la cubría- ¿Creéis qué la tra. siadaban de habitación... Y también percil) ió un grito ahogado... un estertor... tiene alguien dinero ba. stante para comprarme? En el extremo del salón haÍMa una puerta que ella no podia ver y ue se abrió silenciosanientc. Tanto el egipcio como el viejo árál e cambiaron C A P I T U L O XXXI TI tan radicalmente de ex Tesix) n y de aspecto, que instintivamente hízola tnirar... ORHER. S Yu an Hee See descendía, solemne, los escalones. Hassan se indinó hasta rozar el suelo y emI pezó a retr K: eder, sin dejar de liaeer reverencias, buscand sin duda, una salida por tlonde escabuEn un departamento grande y bajo de techo, llirse. En cuanto al egipcio, miraba con fijeza y semejante a una especie de cantina, estaban conterror manifiestos al diino, cual si se abrieran an- gregados lo. s secuaces de Yu an Hee See. La cho-