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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-02-1935 página 167
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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-02-1935 página 167

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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EL RESLIñGIMIENTO COMERCIAL DE INGLATERRA Progresos notables y dificultades que ha sido preciso vencer Por EL GENERAL SlR HERBERT LAWRENCE, G. C. B. T ERMINÓ el año 1934 mejor que empezó. E l ambiente general es, en toda la nación, de que estamos mucho mejor en enero del 35 que en igual fecha del 34, y desde luego sin comparación con enero del 32 y del 33. H a y más fábricas trabajando, menos obreros parados, más dinero en circulación. La gente habla ya de una época de prosperidades muy próxima. E l optimismo no puede ser más exuberante. Mientras tanto, el mundo sigue, por lo general, en condiciones de grave desasosiego. Nadie lo desconoce. Desde los Estados Unidos de América, desde el Continente Europeo, desde nuestras propias colonias, lléganos diariamente la misma historia, una historia de agotamiento económico más o menos grande. Presenciamos en Europa el espectáculo tristísimo de odios mutuos, de desconfianzas, de sc? echa, jde barreras infranquí- ables entre nación y nación, de alarmas y ruuiores de guerra. T a n sólo Inglaterra ha logrado evadirse de este maremagnum. Solamente ella, después de atravesar una época de mortificaciones y de peligro económico, parece haber dado con el sendero que la devuelva a su antigua prosperidad. Y como este bendito progreso hacia el bienestar sólo afecta a Inglaterra, no necesito de cir que la causa de él es el resurgimiento de su comercio iriterior. Nuestro comercio, exterior ha mejorado muy poco. Ahora la incógnita es hasta cuándo podremos sostener, no digo de mejorar, la ventaja conseguida sin la ayuda de los mercados extranjeros para nuestros productos. Cuando comprendamos, y acabaremos por comprenderlo, que nuestro resurgimiento ha llegado al máximum en las condiciones presentes, será cuando veremos cuan inseguras son las esperanzas de bienestar completo para un futuro próximo. La Gran Bretaña ha tenido un balance comercial adverso desde hace más de 100 años. H a c e ya este tiempo que fué una nación que se bastaba a sí misma. Son cien años durante los cuales la industria ha progresado continuamente con rapidez inigualada en ninguna otra época de la historia del mundo, al derribar los medios modernos de transporte las barreras que subsistían desde los más remotos tiempos. L a interdependencia económica se ha hecho cada vez más complicada al extender su radio d e acción, que actualmente no tiene límites, y al adquirir cada día más vitalidad. Hablar de retrasar el reloj, nada menosf que cien años, y sobre todo cien años como los últimamente transcurridos, es hablar... por hablar. Y cortar las arterias económicas qué nos unen con el resto del mundo sería una operación quirúrgica de la que difícilmente nos repondríamos. E n realidad es porque la mayoría de esas arterias están estranguladas, por lo que las cosas han ido tan mal últimamente. P o r ejemplo, la Gran Bretaña tiene que gastar al año muchísimos millones en él extranjero en artículos alimenticios, -que ella misma no puede producir. Si otras naciones no están en condiciones de tomar nuestros productos en pago, excusado es decir que el balance comercial de nuestro país ha de inclinarse más y más del lado adverso. Podemos medir la naturaleza de las mejoras conseguidas por las industrias que han dejado inafectadas. L a del algodón y las navieras, para tomar dos ejemplos separados, mal pueden empeorar su situación actual. Lancashire, el corazón de la industria algodonera, es una de las regiones más maltratadas por la depresión y la competencia mundiales. E n cuanto a las industrias navieras, cuya capacidad de construcción anual se acerca a los dos millones y medio de toneladas, a r r a s- tran vida tan precaria, que actualmente podemos darnos por contentos cuando producen 59 Ó. OOO u 800.000 toneladas. Más aún, si aumentasen su producción hasta el millón y medio, son tales los efectos de la depresión que tendríamos carestía de mano de obra especializada p a r a poder cumplimentar los p e didos. Podría advertir que la política de producción barata y de venta bonificada para el extranjero ha resultado eficiente para poner en condiciones a uno por ¡o menos de nuestros industriales, competidores de invadir y conquistar mercados, que en u n tiempo fueron exclusivamente nuestros. Y podría sugerirse que la Gran Bretaña, a su vez, practicase una política de reducción de precios para t r a t a r de vender más barato que sus vecinos. Pero los obstáculos que se presentan para adoptar una medida semejante son inarbordables. Representaría una rebaja escalonada de los jornales de nuestros obreros, con lo cual el po (Termina este artículo guiente página. al final de ¡a si-

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