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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-02-1935 página 20
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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-02-1935 página 20

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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ptiviLeaia Esa piel fina, suave y limpia que d q belleza al rostro y tersura y suavidad al cuello, a los hombros y a las manos, no es un privilegio de a l g u n a s mujeres al que otras no pueden aspirar. Es un maravilloso don de belleza para todos las mujeres si cuidan su pie! con Crema; de M i e l y Almendras H I N D S Con H I N D S lo epidermis es eternamente j o v e n terísa, s a n o y atrayente. marcihar de acuerdo con la s u n d a regla del juego; esto es, corriendo tantas casillas como puntos le hubieran salido en el dado. Para Federico las casillas eran las losas de la acera, por las que avatuaba con inseguros pasos, pero con la esperanza pu. 3 t n la llegada a su casa sin inciaentes, que es, en suma, la ñnaiidad de todo jugaQor que se precia en algo. Una vez coincidió en una de las losas con otro individuo que marchaba en el mismo estado lamentable que Federico. Se miraron, se comprrend eron, se consideraron del mismo ccdor y formaron barrera T urante más de diez minutos no pudieron pasar los transeúntes por aquel lugar, y sólo se restableció la circulación de peatones cuando Federico, luego de lanzar varias veces el dado, obtuvo un seis que le obligó a abrir la barrera de referencia. Aquel hecho le costó pagar un juicio de faltas; pero no por eso cejó en su obsesión. De nuevo siguió avanzando por las losas al dictado de los números que obtenía, deteniéndose en aquellas en que había registros de alcantarillas- -que SI considérate, como seguros- y tomando alegremente al bar de salida, cuando la casualidad le hacía sacar tres seises seguidos. Pero todas estas cosas hubieran carecido de importancia a no haber surgido el otro día la tragedia con toda su grandeza emocional. Siempre al capricho del dado marchaba Federico la otra noche por una calle apartada, cuando quiso la suerte que sacara un seis. Contó: ¡uno! ¡dos! ¡tres! ¡cuatro! ¡cinco! ¡seis! Y fue a colocarse en una losa, sobre I. T que se hallaba ocupado en la operación de encender un cigarro un pacifico transeúnte. Federico recordó la regla quinta de su Juego: Cuando una ficha coincide en tiu; i casilla con otra de distinto color, se la comc ¡o lo que es lo mismo, que la ficha que se hallaba primeramente en la casilla tiene ¡lue atendonar aquel lugar, para volver al círculo de espera Nuestro hombre- -y ustedes perdonen que nos lo apropiemos- -no esperó más. Vio cine el transeúnte no era de su color, ya que tenía el aspecto de hallarse tranquilo y sereno, y quitándose el sombrero muy finamente, dijo con el acento mas amable que encontró a mano: -i Me lo he comido a usted, caballero! ¿A mí? -A usted. Si ha de proceder con legalidad, debe abandonar en segfuida este sitio y retroceder hasta su punto de partida. Yo? -TJsted. ¿Y iUSíed qué hace mientras tanto?

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