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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-02-1935 página 212
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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-02-1935 página 212

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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48 I. A C: ASA K L. LLUVIA condición de la muerte. Entonces- ¡Dios me perdone! ¡parece jue se salwrea mejor este café negro, i i cargado, que n i majer prepara tan hábilmente, y el Inmio del bnen tabaco picado de X- a Habana que nn benemérito contraí) andista me trae cada mes; y entonces es también cuando se comprende que el tgiiardiente del Ril) cro de Avia no tii, -ic por qué Ixitirsc en retirada ante un coñac o un ron, por excelentes que sean. Me he acordado de Moreü, jxjrque Teresa acaía. de tiecirme que mañana temprano se dicen misas por su alma. ¡Qué el Señor la tenga en su paz! Mas el recuerdo no dura mucho tiempo en mi atención. Se han desmorcmado los leíaos y he vuelto hacia dios bruscaniente la mirada. Hay fuego aún para una hora. Pero dentro de una hora yo estaré en el ¡echo abrigado, oiré el agua batir en los cristales y nte donniré. Ahora e. stá llena del rumor de la lluvia la casa entera. En el salón, las goteras tocarán su tímpano de cristal, i Cómo llueve, buen Dios, cómo Hueve! Los tejados chorrean como b presa del molino, y pudiera llamarse estrepitosa alagiia que se rompe en las baldosas del patio. íLs singular, pero yo no puedo oir la lluvia a estas horas sin sentirme enibargado de sueño, sobre todo cuando he cenado bien. Temo que mis cenas sean demasiado fuertes... E reguutaré at doctor... l i e aquí que se me cierran los párpados. Pero aun alcaíizo a oír la voz de Teresa que Ua gritado ahora en eJ pasillo: Llenad ¡as botellas con agua bien caliente para ia cama del señor. Si, eso e s que estén b! en, calientes, mujercita mía, porque el iiiviertro no se lia despedido aún. i Santa mujercita, hermana y madre y esposa: acabo de) en. sar que tu alma es mansa y arrulladora como la lluvia! Nunca me has causado una gran alegría ni un gran dolor, pero el suave- río de mi felicidad nace de ti. Juntos envcjecenuK, pero en tu corazón, como a un buen vino, los años hacen más geneíosa la ternura. Mucho tiempo pasó desde quo cambiamos nuestra última frase lletia de pompa lírica. No nos riamos de ella, porque fué e! conjuro que alzó nuestra casa y encendió nuestro hogati Atranquemos la puerta, mujercita raía, y enseñemos al perro a ladrar a la aventura si alcanza a pasar por aquí, en ruta equivocada. Tii y yir nada tenemos que esperar de lo que traen los bulliciosos caminos del nmndo. ¡Cómo llueve. Señor, cónto llueve.

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