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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-02-1935 página 202
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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-02-1935 página 202

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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t A CASA DE 38 Morell En mis visitas anteriores había colocado allí una silla, para ver y oír cómtKlamoiite sentado, librando a mi espina di rsal de un encorvamiento de media hora. Me senté y pretendí enterarme de lo cjue ocurría en la estancia. Pero un obstáculo se interponía entre mis ojos y la taz. Por lo que después advertí, deduzco que Alina se había sentado aquella vez muy próxima a la puerta y de espaldas a ella, con lo cual yo no podía ver íiada del interior. Oía muy confusamente. Pero decidí esperar, confiando en que las circunstancias cambiasen. Inclitiada la cabeza, apoyadas las manos en las rodillas, aguardé inmóvil- entre las sombras espesas. La voz de! anciano era un murmullo. Poco a poco, mi inútil ateíició) se apartó de ella y quedé ab. orto, en ese estado mental en el que es muy difícil decir qué pensamientos aletean dentro de nosotros. El salón desierto y sonoro estaba lleno del rumor de la lluvia. Se percibía primero un ruidillo constante e igual, parecido al del aceite que se fríe en una sartén; eran todos los hilillos del agua que caían sob -e los cliarcos y los que corrían por entre las tejas y se desbordaban de los rotos canalones; fií volviendo este son, otro son más grave y sordo: el latir de las gotas innúmeras sobre la blanda tierra y sobre los árboles, y el atenuado roncar del río en crecida. Pero cerca de mí, en el amplio salón oscuro, como en una caja de música ensayaba la lluvia su más bella melodía en las vasijas preparadas para recoger las goteras. Verdaderamente, era como una caja dé música. Todo el espíritu lírico de la lluvia estaba allí. Os diré que su canción era una sonatina de muñecos, una melopea burlesca y delicada como las que idean los hombres cuando quiere dar interpretación musical a una farsa de fantoches. Diriase que la üu -ia batía con mazos de plata las láminas de un tímpano de cristal. Cada gotera daba su nota y todas juntas tejían la armonía de la sonata. Tocaba cerca de mí, en la vasija de barro casi llena de agua, y alargaba después el brazo para dar un golpe más sonoro esi el recipiente de metal colocado allá, en el rincón más lejano. Y volvía y marchaba y, como un ejecutante habilísimo, espaciaba o unía las notas y abría pausas o precipitaba raudales, rozando ligera e invisiblemente las teclas... ¡Amable canción de la lluvia, suave y tierna: tu nota más ag uda es la sonrisa, tu nota más grave no llega al dolor, se detiene en la dulce melancolía; cuando suenas, en las noches del hogar, el niño se duerme pensando en el barquito de papel que lanzó en el océa ao de un charco: y el mozo, en el cobijo que un alpende brindó a él y a sw amada, y ante el viejo se ensanchaai, más LA. I. LüVrA diáfanos y mas luminosos, los horizontes de la evocación! ¿Quién dice que es triste la lluvia? La lluvia es como una doncella pensativa de grandes ojos grises empañados por el ensueño. Todos los que gustan de soñar son sus amigos, y a veces les brinda alguna travesura. Hela aquí, haciendo sonar ante mis oídos, en la negrura del salón, las campanitas de su alegría... ¡Tin- tin- ta- n! Aliora ha dejado caer una fría gota sobre mi cabeza; miro a lo alto, como si fuese posible ver entre las densas sombras, y en ese momento, con rápida puntería, me tapa lun ojo con un goterón... ¡Aái, diablillo! Ella sí me ve, como lo ve todo; y es más dueña de la casa iue yo. Siempre hay algo de su luz pizarrosa en el caseróai. Creó que es en esta estancia húmeda y abandonada, de persianas constantemente corridas, doiide la lluvia se esconde para descansar un mes óada verano. La voz de Alina me sobresaltó bruscamesite. La he oído decir, casi en un grito: -i No i Y ha sonado el batir de una silla contra la puerta. Cuando miré ya pude ver el cuarto de Morell y los dos personajes que lo ocupaban. Alina estaba en pie, erguida, contemplando a su tío con una colérica mirada. El viejo, visibiemante atemorizado, había retrocedido hasta tocar en la mesa colmada de libros, y extendía desde allí sus brazos liacia la joven ¡Duerme! ¡Duerme -ordenaba. i No duermo, no dormiré más, nunca más replicó la muchacíía, temblando de ira- Haga usted lo que quiera, pero no volveré a obedecerle! Alina, yo no comprendo qué ha ocurrido- -Ijalbució el anciaino... ¿Como has podido despertar? Quisiera que me explicases... i No hace falta explicar nada; no quiero explicar nada! Sólo una palabra tengo que decirle a usted: ¡nunca í Fíjese: ¡nunca, nunca, nunca! Morell parecía a nonadado; dijo en voz muy baja: -Te van a oír. i No me importa! Escuche usted aún: ignoro a dónde puede llegar su locura, pero le advierto que ninguna de sus malas artes me podrán obligar a separarme de él, a dejar de pensar ni un solo momento en ser suya. Me palpitó el corazón fuertemente. ¿Se referían acaso a trá las palabras de Alina El viejo elevó sus amarillos puños cerrados y su rostro se desfigiuró por la cólera: ¡Morirá! bramó. ¡Morirá de mala muerte

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