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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-02-1935 página 194
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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-02-1935 página 194

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LA KISA! E y U A S UEE SEE 14 dablemente fué obtenida coa engaños. De uno de cera, en un bolsillo interior del pesado abrigo que esos hombres, no puedo decir nada, pero el otro... tenía a sus pies. De pronto abrió desmesura taera un detective. mente los ojos, des á rieudo su fundo de blanco- -1 Mi! -tlamó el de la voz hueca, con los porcelana. ojos ya cerrados, y levantándose enérgico- Estoy- -Me quité el abrigo al entrar en el almacén seguro de ello... ¡lo escuché todo! -y señálala, el- -exclanjó- trayétidolo en la tnano, y he perdido aparato receptor. nti cuaderno de notas. -De todos nio los, no ha pasado nada, tnilord. Algo en aquellas palabras anulo el desdén con Taveí mucho cuidado. Es sensible, pero se remedió que aquella mujer le observaba. Los ojos de ella, a tiempo. por más cfue los abriera, eran todo tris... lo Man- La mirada funesta de los ojos oblicuos se clavó co no se veía siquiera, y entonces los abrió, niagdirectamente sobre Jo Lung. náificos: -Esta noche es más que sensible- -dijo la voz- i Tu cuaderno de notas? cliillona- -es la segroida equivocación de este día Yiu an, agarrado nerviosamente a los brazos del desastroso. La primera fué el embarque en el Wo- sillón, contintiaba observándola, entornando los Uaroo de géneros valiosos, i Mis planes, mis cui- párpados poco a poco, ihásta que, casi cerrados, dadosos planes destnádos por idiotas! violaron, por tin, aquellos ojos terriMes; los de- -Vino tan tarde la noticia del cambio... ella le observMian tambiém. El timbre sonó de nuevo. Polodos abrió la mam- jí) he dicho, y contiene... ¡luiestra sentencia para y ante la puerta apareció una mujer. dé muerte! Su cabello, de un negro azulado, brillaba como La níujer se llevó la tnano a la garganta. las alas de un cuervo. Los ojos, obscuros y rasga- ¡Ah! -gritó- ¿Cómo no lo he comprendos, eran un poco oblicuos; la boca, roja y orgullo. sa, y correctas y pequeñas sus facciones. dido antes? Vi a uno de esos honsbres recoger del Mantenía la cabeza erguida, en actitud desdeñosa. suelo un diminuto libro de notas; era como el Eli largo y estelto cuello surgía de la blancura in- tuyo... ¡debía ser el tuyo! ¡F ué en los escalones macu iada de un soberbió abrigo de armiño, con el de la Sala de H a t a! Siguió a esto un momento de embarazoso sique se ceñía completamente, en forma que un crítico observador hiibiera calificado de estilo Ros- lencio. Todos miraban al g r i o vSetti. -lY tú, ¿no lo viste, Polodos? -irtummeró Tenía la piel aterciopelada, pero obscura; lleva- Yu an en un silbido agudo. El griego palidecía ba medias de seda magníficas del color de su piel, por momentos. y unos zapatitos primorosos dejábanse ver por- -Recuerdo ahora que retrocedí, para dar la entre el fleco de un vestido de encaje negro, de luz de la escalera. üiia elegancia suprema. Su ademán altanero la Yu an entonces, con los ojos al parecer cerrahacia atráyente. Con una mano levantada, apoyá- dos, se volvió hacia la ntujer. base en el quicio de la puerta, y con la otra, sos- -Abre la puerta, vé a esas escaleras, prontenía el abrigo ceñido a su cuerpo. Observaba to, pronto! y ven a. decirme si todo no ha sido atentamente ai chino, que ocupaba el sillón? firato- una alucinación tuya. rio. Dtesapareció mucha parte del desdén que expre El griego y Jo Lung se apartaron cortésmente só antes; se dirigió a la puerta, por la que salió, hacia un lado. -Yu an, escucha: ¿quiénes eran esos hombres? presurosa, mientras Yu an continuaba, dirigittidose a Jo Ltmg: -Les vi desde la escalera. -Sigúela, Tu vida y la tiiía dependen de lo I voz de aquella mujer fría, tenía suavidades que voy a decirte Si esos camllas se lian llevado de caricia. -Entra y cierra la puerta- -replicó el chino, mi libro de iotas, nuestros cttóUos van a la liorsin cesar de mirarla con sus ojos entornados: ¿te ca sin remedio. Hay niebla, pero se les tiene que encontrar. Ese cuaderno ha de estar aqtiií, sobre vieron? esta mesa, dentro de una hora. -No lo creo. Jo Limg, sin articular palabra, se dirigió a la La mujer avanzó unos pasos, y el grií o cerró ptierta. la puerta. -Dos hombres- -añadió Yu an. ¿Sospechas de ellos? -Ali, tmo de ellos... -Me ha parecido imprudente recibirlos esta- Y envía por La Serpiente... nodie. Al desaparecer Jo Lung, Yu an dirigió su miPolodos, solícito, le enseñó la tarjeta que tenia rada autoritaria sobre Polodos... Al oír pronunen la mano diciendo: Esta es la presaitación aue ti jeron, señora, ciar el nombre de La Serpiente, el grifego enrojey Mr. Bernardson anuanció la visita directamente. ció de pronto, hasta sudar copiosamente, con anLa mujer cogió ila tarjeta, y después de leer- gustia mortal... Y Yiu an comienzo a reír. Pero no enseñaba la, la arrojó sobre la mesa. -Tal vez me equivoqué- -dijo- ¿Estás prepa- los dientes cuando reía. Sus labios se abultaban, énrojeciesid aún más, jiasta amdratarse, rado para marchar, Yu an? Tengo que tdefonear al WíaUaroo. Se ha co- mientras los ojos se cerraban comjpletameníe, esmetido una. grave tontería, y debo hablar con d. tallando su garganta en chidíídos horribles, replanantes, como el graznido amplificado del murciédoctor. Calló, metiendo su mano regordeta, como de lago...

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