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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-02-1935 página 71
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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-02-1935 página 71

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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quieren con otras actividades. ¿Qué neicesifeíba Ludovico Sforza a su lado? Uü consejero que guiara sus pasos y le librase de los traspiés, algunas veces irreparables, a que nos expone la torpeza de imestras reso 1- uciones. Beatriz de Este fué siu consejero, su recreo, su re wso y ¿por qué no decirlo? su atrtuleto. A- menudo, nuestra ventara depende de otro ser. Es como si nos protegiese y nos guiase. De alhí el que el arte de elegir mujer sea tan difícil. Hay en el mundo tres cosas ocasionadas a error: comprar un melón, adquirir un caballo o solicitar el amor de una mujer para casarse con ella- -solía decir Frantísco Sforza, padre de Ludovico. Pues bien en lo último acertó el duque de Milán, pues mientras vivió Beatriz, su suerte no se empañó Un minuto. Ella lo divertía, lo guiaba y, en ciertos casos, le sustituía. En el convenio diplomático de Milán con Venecia, la embajadora perspicaz de las negociaciones que prepararon el pacto fué la duquesa, y no, COITÍO pudiera suponer la malicia, hipotecando su honor de mujer, sino a fuerza de talento y de tacto. Lo que ignorábamos de aquella princesa admirable es que a la par de esposa ejemplar RETRATO DB IJVOOIVICO SFORZA, POK BOLTRAITIO. (OOIÍJCIOION V tVVLiaO. SHIAN) BEATRIZ DE ESTE) EK ORACIÓN. P AOMENIDO DEt, CAD 0 tLAMADO l A PAIA S B O B Z E S O A (M Ü S E O BRBRA. J t l t A N) y diplomática sagaz, fuese una modista consumada, con una inventiva y un don de la elegancia tales, que tenía asombrada a la Corte. La misma reina Ana de Francia, que presumía de autoridad en la nmtería, hubo de felicitarla por sus éxitos de costurera. Su marido no merecía aquella joya, pues pagó la ventura que le debía contrayendo relaciones culpables con otra mujer, la Crinelli, a ta que inmortalizó Leonardo de Vinci al través del retrato de la Bella Ferronera La ofendida esposa lo supo y se resignó, sin tomarse el más pequeño desquite del ultraje. Era su alma demasiado elevada para descender a tales miserias... Pero, como suele decirse, Dios no se queda con nada de nadie, y un día, inesperadamente, se llevó a la noble pritiicesa de la tierra, a raíz de un aluirlbramiento malogrado. Y con su desaparición empezaron tas tristezas y los desastres de Ludovico Sforza. Ya no pudo recobrar la paz interior, ni sonreír a la luz de la felicidad. Poco después, tm ejército francés invadía el ducado, llevándose al augusto viudo cautivo. Murió en una mazmorra. Todo el que visite la cartuja de Pavía, que está en los aledaños de Milán, puede ver la tumba en que reposan juntos Ludovico y Beatriz. Su largo martirio fué la expiación del marido y probableaiiente el precio que le había cobrado la PiKsvidenoia por la didha de reunirle con su esposa, en el sepulcro y más allá... Manuel Bueno,

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