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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-02-1935 página 70
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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-02-1935 página 70

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página70
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ao y de sus preeminencias, tenía hijos varones, pero una serie de acontedanientos mal esdarecidos todavía por la crítica histórica facilitaron a Ludovico el Moro el acceso al trono de MiJáiu OonquistaT una posición es difícil, pero su c o n s e r v a c i ó n exige esfuerzos todavÍ 3i más inteligentes. ¿Qué colaboración debía suplir las cualidades que el regiente eoliaba de menos en SU persona? Ninguna tan ventajosa como la de una nKijér, si pone jsu espiíritu al servicio de la empresa conüún. El regente puso los ojos en Isabel de Este, que era una dama de T oderoso ta- íento; pero al ípedirla, sin previa informa, ción, se enteró de que estaba prometida al miarqués de Gonzaga, el homibre niás feo y más valeroso de su tiemlpo, sígún dicen las crónicas. Deshauciado por esa causa, Ludovico, que quería emparentar a toda costa con la casa de Ferrara, solicitó la mano de Beatriz, la menor de las hermanas, a la TODO Ht QTJ T l a i T E l A CABTÜJTA DE PAVÍA PTJED. B VER LA TtFMHA, OBRA. que llevaba veinticinco DE SOUJII, EN Q O E KEPOSAKI JtnKIOS WJDOVK T S E A T m z o treinta años de derostro adolescente que, habiendo sido d de lantera en el camino de la existencia. ¿Qué una niña que debía hacerse notar, más ade- iba a resultar de un matrimonio tan deslante, por su inalterable buen humor, no riós proporcionado por las edades? El prejuicio anticipa el menor indicio de su propensióa que considera como peligroso ese género de a la alegría. Sus rasgos faciales expresan uniones es falso y grosero. Ofende al homtrtás bien una inteligencia vulgar y un ca bré y calumnia a la mujer. Celebrados los rácter huraño y retraído, lo que prueba, una esponsales con gran pompa, pronto se vio vez más, que no siemipre es la cara el espejo que la elección dé esposa había sido, tal vez, del alma. La revelación de un esipíritu de- el mayor acierto del regiente. Beatriz se pende de las circunstancias. Son los azares acreditó, desde el principio, de discreta, de porque pasa los que le prestan realce y valor, hábil y de virtuosa. Empezó por alejar de Cuando Ludovico Sforza, regente de Milán, pensó elegir mujer, se dirigió a la Corte de Ferrara. Conociéndose a sí itiismo, buscaba en el matrimonio la com pensación de las oíalidades que le Ealtabanj, caso de modéstia que si se generalizase contribuiría grandemente al prestigio de la institución conyugal. Ludovico era un hcanbre. de mediana inteligencia, astuto y ambicioso, sus debía mucho más a la fortuna que a que propios méritos. Lógicamente, no debió reinar punca, porque su hermano, titular del la Corte a una favorita de su marido, sin oponerse a que él fruto de aquellas relaciones fuese educado y atendido principescamente, con lo cual sigujó la corriente, pues en aquellos tiempos la bastardía no era un estigma infamante. En suma, aseguró la tranquilidad de su hogar, sin hacer a un inotente víctima de la injusticia. ¿Qué hay dentro Pero ese proceder, sino cristianismo neto? de Beatriz de Este valia aún más. La virtud basta para atraernos la indulgencia divina, pero los bienes terrenales se ad-

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