Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
BLANCO Y NEGRO MADRID 27-01-1935 página 208
BLANCO Y NEGRO MADRID 27-01-1935 página 208
Ir a detalle de periódico

BLANCO Y NEGRO MADRID 27-01-1935 página 208

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página208
Más información

Descripción

24 LA CAS. i 3 s: LA ixxrvtÁ ro en ella lo que hay de terso y de fragante y tte de extraordinario. Eran inmensos, lero juraría intenso en ti misnia. ¿Cómo me verá ella a mí? que se han empequeñecido desde ne ta conocí; y Hay canas entre mis cabellos- y arrugas alrede- su mirada, constantemente cariñosa y sumisa, audor de mis ojos, en Ta curtida piel... Si Alina co menta con una sf sación de empalago mi desconnociese mi amor, pensaría de mí lo que piensa de tento. N o sé si ella lo h a notado. Míe es igual. Anda ese anciano al que odio y compadezco desde In triste y silenciosa estos días, pero eso me libra de igualdad de nuestros infortunios. H e querido sustraerme a esta obsesión y he soportar sus charlas monótonas acerca de ciertosaníbulado con mi ociosa escopeta a la espalda por conflictos caseros. Mi hurañía tanüpoco debe ani- el bosque, donde ha hecho nido la profunda melan- marla a explicarse, y eso ganamos los dos, porcolía invernal. Pero la imagen de Alina va dentro que no sé si podría oodtarle mi alejamiento. Nio creo, pese a todo, haber dejado traslucir alde mí... Llego hasta las ruinas de la capilla y no entro en ellas... Hky un árbol caído cerca de un go de mi amor. Híe renunciado a las excursiones, crucero gótico, y en él nle siento y miro larga- que no Imdan más que espolear mí ansia de volver mente la desproporcionada y tosca figura del Cris- a sumirme en la contemplación de Ajina, de estar to de piedra, policromado, y la ingenua talla de la cerca de ella y de oír su voz, y ntíestras reuniones Virgen que sobre el pilar ofrece su amjarador re- ante la amplia ventana del jardín se ha reanudagazo, y siento a veces unos turbios deseos de re- do. Son mi martirio y mi placer. Aunque! a joven no ha reiterado su deseo de conocer mi novela, zar por mí mismo como por un muerto. ¡En aquella soledad, tan llena de sugestiones, he he procurado con habilidad aludirla una vez en advertido renacer en mí la vieja ansia lírica- Re- mi charla y ofrecí leérsela. Extraje el manuscrito pentinamente se han formulado en mi espíritu ver- y! o hice evidente sobre la mesita donde solíamos sos que no llegateíi a completar una estrofa; tro- tomar el café. Esperaba que Alma reparase en éi 20 S sueltos de un poema doloroso. Entonces medi- y rae instase a la lectura que un rubor sutil me té en el fracaso de mis ilusiones y vi claramente inipedía iniciar sin aquel ruego. Pero Alina no lo que nada soy. ¿Por qué rae ha sido dada esta vi- vio, o no supuso... y se enfrascó, como siempre, da tan oscura y vulgar, que no deja tras sí la me- en su libro. Suspiré y abrí, a mi vez, por cualnor huella? He nacido sólo pana esperar la muer- qtiier parte, el cuarto tomo de las aventuras de te. Si hubiese sabido rodear ini nombre de un es- Sherlock- Holmes, repentinamente desalentado y plendor de gloria, acaso cualquier mujer... acaso triste. Alina, Las mujeres aman el espíritu más que Mi mujer acudió inconscientemente en mi ayuel cuerpo; y la juvetúd del alma triunfa sobre la da. AI ocupar su b ta pita vio el l e j o y extMivejez de la carne. Pero yo... no soy nada... no soy dió una mano hacia éL- h, es tu novela! -exclamó. nada... Tengo lo que he merecido tener: una vieContesté ásperamente: j a casa en un desierto verde y gris, días iguales- i Déjala a h í! que se suceden incoloros y a, presurados como las Alina miró. gotas de la lluviia, y una mujer vulgar. E su novela? Hta prometido usted leerme ¡Mi mujer t Nunca ootiío ahora he comprendido su insignificancia, su borrosidad, su carencia de algo... Es muy bonita- alabó Teresa- Yo no me cuanto pueda interesar al corazón o al cerebro. Desde hace poco, su presencia me irrita. Tengo canso de escucharla. Me enfureció este elogio, que parecía delatar contra ella asi como un odio de haber sido engañado, alucinado, y n o me explico cómo pude ha- mis numerosos ateritados contra la paciencia de berla querido alguna vez. Cuando cose cerca de mí mujer, y a r g ü í i líosotros, entre Alina y yo, la examino y crece- ¡G a r ó! ¿T ú qué has de decir... tú qué enen mí el disgusto, casi la vergüenza de que sea mi tiendes? esposa- Está próxinía a los cuarenta años, stf boca Alina insistió: tiende un poco a caer en las comisuras; se han- Lea usted ido acusando los huesos en sus masios, siempre- -No vale la pena- protesté- Voy a abuconsagradas a trabajar y que han perdido la an- rrirla... tigua y suave elasticidad de la piel. Es delgada y Desaté con torpe n n o la cinta y aun me jusesbelta aún, pero sus trajes revelan, al lado de tifiqué, balbuciendo: Alina, la pobreza de su arte femenino de agradar. -fEs ntuy poquita cosa... No vaya usted a He alabado frecuentemente los ojos de Teresa. creer... un peoadillo juvenil... Le hará dormirse. Hoy, sin embargo, comprendo que no tienen nada Cogí las primeras cuartillas. Mé temblaban la

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.