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BLANCO Y NEGRO MADRID 27-01-1935 página 171
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BLANCO Y NEGRO MADRID 27-01-1935 página 171

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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neral Lanrezac, que manda en el Mosa, va al Gran Cuartel General para manifestar su inquietud, le contestan: Esté usted tranquilo. Al enemigo le esperamos por el Este... Al día siguiente ocurrió lo de Guisa; luego, la derrota. Después de estos acontecimientos, el Gran Cuartel General se vio obligado a reconocer que no estaba informado. Entonces se resolvió Joffre a crear en su Cuartel General otro negociado segundo que trabajaba bajo su personal inspección y no dependía de más autoridad que la suya. Aquello fué otro motivo de encono entre el Generalísimo y el ministro de la Guerra; la duplicidad del negociado iba a ocasionar grandes equivocaciones. Realmente la rivalidad de los servicios de información del interior con los de la zona de los ejércitos fué desastrosa. Pudimos asistir a! paradógico espectáculo de dos organismos franceses que enviaban al mismo sitio agentes que, si no se desconocían en todos los casos, contrarrestaban mutuamente sus esfuerzos, esclavos de políticas abiertamente opuestas. Se hubiera agravado de fijo la situación a no poner los ingleses- -maestros, desde la época de Cromwell, en el arte del espionaje- -punto final a una situación de hecho tan perjudicial a la causa de los aliados. Lord Asquith, enviado con misión especial a l Gran Cuartel General Francés, escribió a su gobierno: H e visto al Generalísimo. Joffre no es el hombre que exige la situación; no es un Ge ¡neral en jefe, sino un ingeniero Londres supo exigir y lograr la creación en Folkestone de un servicio central de informes, para el cual designó Francia al Coronel Walner y al Comandante Beliard, y Bélgica al Comandante Mage, en tanto que el Almirante Reginaldo Hall se encargaba de la dirección de las operaciones. Gracias a aquel admirable servicio de Folkestone logramos apoderarnos del Código diplomático secreto de Alemania. La posesión de documento tan inestimable había de permitirnos descifrar los telegramas de Berlín a Méjico, y transmitir la traducción fiel ál Gobierno de los Estados Unidos. Las órdenes de Zimmermann, ministro de Asuntos Extranjeros del Reich, constituían un- flagrante casus belli para con la gran República Ameri- cana, y su oportuna divulgación iba a hacer que las banderas estrelladas se alinearan al lado de las nuestras. ¿E n qué estado se encuentra en 1934 este trascendental asunto de la organización de nuestro servicio de informes? Ya no es más que un recuerdo lejano el Estado Mayor de Folkeston; los aliados han recogido cada uno para sí el manejo de sus organismos secretos. A pesar de los convincentes ejemplos del Intelligence Service inglés, del Nachricktendient alemán y del Servicio Imperial japonés, Francia cometió el error fundamental de disgregar sus fuerzas en numerosas direcciones: segundo negociado de Guerra, segundo negociado de Marina, segundo negociado del Aire, servicio especial de asuntos extranjeros, otro de Colonias y el de Seguridad nacional. Tiempo es ya de remediar esto, reorganizando cuanto antes todos esos organismos y fusionándolos en uno solo, moderno, racional, menos costosos y mucho más eficaz. N o hay que hacerse ilusiones; las lecciones de la guerra secreta no se han perdido para todos. Los estados, grandes o pequeños, han puesto manos a la obra. ¿De qué servirían innumerables legiones sin disponer tales tropas de ojos para encaminarse y de oídos para sorprender los proyectos del enemigo? Con los progresos de la ciencia moderna y el espantoso poder de los nuevos elementos de destrucción es vital como nunca, es una necesidad sobre la cual no prevalece ninguna otra, la creación de un servicio de informes, único como el mando. Obstinándose en los yerros actuales, desdeñando las lecciones de lo pasado, Francia se condenaría por sí misma a la decadenpia, y a las horas turbulentas que tal vez le reserva todavía el destino... ROBERTO BOUCAHD. P. 5. Vaya un ejemplo- -uno más- -de nuestra criminal falta de preparación. No puede ser más dramático. El 16 de septiembre de 1914 fué cercado el primer batallón del segundo regimiento de Zuavos, al cual asaltaron en seguida fuerzas muy superiores en Laigle, cerca de Compiégne. Su comandante, herido, fué hecho prisionero entre otros supervivientes. Me ha escrito para darme este detalle: Por sorprendente que parezca, lo cierto es que nos abastecieron, no de cartuchos de guerra, sino de cartuchos de instrucción, de tiro reducido; como tenían una forma especial, los alemanes, al examinarlos, creyeron que eran de balas dum- dum prohibidas por las leyes de la guerra, y resolvieron fusilarnos a mi y a mis soldados, sin formación de proceso. Para salvar las vidas confiadas a mi custodia, tuve que convencer al General Bávaro de la impericia de nuestro Estado Mayor... Cualquier comentario empequeñecería esta declaración! -R. B.

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