Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
BLANCO Y NEGRO MADRID 27-01-1935 página 98
BLANCO Y NEGRO MADRID 27-01-1935 página 98
Ir a detalle de periódico

BLANCO Y NEGRO MADRID 27-01-1935 página 98

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página98
Más información

Descripción

tJNQUE Bonifacio Salinas era un poeta, un verdadero poeta, un gran ÍK Cta, carecía de ese instinto romántico, de ese don especial de adaptación a los buenos destinos burocráticos y de la senabilidad de rama de avellano para descubrir las sinecuras soterradas, inherente a los poetas, a los verdaderos poetas, a los grandes poetas, desde Núñez de Arce a Ventura y Gassois, y se moría de hambre en el Madrid que vino a conquistar desde Soria, alentado por el éxito de sus treinta cantos a Las piedras de Numancia Carente de influencia para pasar a América española en ese intercambio de vates que se hace con la complicidad diplomática, decidió emigrar por su cuenta y riesgo, más por su riesg o que por su cuenta, pues embarcó de polizón en un buque alemán y estuvo a punto de ser lanzado al agua. Una vez en la ca pital argentina, todo cambió radicalmente. Ya no tiritaba en las noches de enero deambulando, subido el cuello del gabancillo que se compró de entretiempo en n momento de optimismo. Tampoco aguzaba la vista por las calles de Alcalá y kle Sevilla, buscando victima propicia ai sablazo de dos pesetas... Ahora se moría de frío en agosto y avizoraba como atorrante al tjalleao a ouien üedir dos pesos, por la Avenida de Mayo. Convencido de que el pan no es fácil, ni en prosa ni en verso, para un escritor de buena fe, después de haber sido sucesivamente a nda, nte de un reportero, escribiente en las oficinas de una casa editorial, representante de una orquesta criolla en jira por el interiorj fabricante de letras de tango, ue cobraba a cinco pesos nada más. pero, como él decía, menos da una piedra en Soria; comprador figurado en los remates a martillo y comisionista de una fábrica át mondadientes de pluma, todo ello con internvtpncias oiie hubieran determinado la atrofia de los- múscuilos maxilares si la Natniraleza no tuviese para estos casos el bostezo, flue es la gimnasia obligatoria de las mandíbulas en desuso, vio el cielo abierto cuando un agente de coloraciones le ofreció una plaza de tenedor de libros en una gran explotación agrícola. La estancia estaba internada en la llanura at. ao ónica. v su dueño era Dionisio Lope de Luna, un (jaUcgo paisano de Hernán Cor- A tés, enu íírado hacía cincuenta años, qtíe llevaba sus setenta y tres con más disinmlo que un primer actor. Alto, recio, enjuto, de rostro cetrino f como tallado a golpe de hadia, servía de despertador al sol y con él se acostaba, salvo en las noches de invierno en que, sentado junto al hogar en la huesa de una testa de toro, tomaba media docena de mates, departiendo con lo. s empleados de la hacienda y con sus faimíliares; hijos, nueras, nietos y hasta bisnietos, respetado por todos cdmo un verdadero patriarca. Salinas se presentó un poco receíoso ante el viejo, que tenía fama de severa y exigente para el trabajo, sobre todo con sus compatriotas, tal vez por conocer él pañq. No era tenedor de libros, ni mucho menos: pero estaba decidido a todo. Lo mismo se hubiera presentado de estar vacante la plaza de albeite o la de capellán. -i Con que escritpr, poeta? -interrogó el viejo Lope de Luna, sonriendo con cierta, complacencia y dejando los giros y has a parte del acento criollo, para recobrar el olvidado de Castilla. Salinas, arrepentido de la ligereza de haber revelado sus aptitudes, pues en Buenos Aires, sobre todo en los centros financieros, no eran muy bien mirados los cultivadores de las musas, trató úe desviar la conversación. -Bueno... poeta en los ratos de ocio... Mi verdadera afición es el campo, la agricultura. -Pues en d campo, frente a frente con la naturaleza, es donde mejor puede sentirse la poesía. ¿Por qué no ha de ser usted el Arcipreste de Hita o el Santillana de estas llanuras? Salinas quedó un poco desconcertado ante la erudición poética del pampero, y se decidió a añadir: -O, por lo menos, un Gabriel y Galán. -Á ése no le conozco. Será po. siterior a mi salida de España. Aíi! Pues es un gran poeta. Ltn poeta de las vidas y de ¡las cosas humildes. Un oOeta tierno y sencillo, castizo. Un canfor de las costumbres campesinas castellanas... Debiera usted leerle. Yo... ¡N o ¡Nada de poesía... I Aquí tiene usted los libros. Yo llevo las cuentas dariías, por el sistema antiguo.

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.