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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-01-1935 página 170
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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-01-1935 página 170

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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INGLATERRA Y ALEMANIA s intereses defensivos de la Gran Bretaña están con Francia Por WLADIMIR D ORMESSON UÁL es la posición de I n g l a t e r r a respecto a Alemania? E s t a es la pregunta que m e hice al llegar a Londres. Después de muchos sondeos, he aquí las impresiones que he podido recoger. De una m a n e r a general, ha habido en la opinión inglesa, acerca de Alemania un cambio completo desde el advenimiento del r é gimen hitleriano. Al terminar la guerra, I n glaterra no era anti- alemana. Primero, porque había desaparecido de los mares el peligro alemán y el pueblo inglés se sentía completamente s e g u r o después, porque fiel a sus principios instintivos, en cuanto acaba de der r o t a r a un enemigo peligroso con ayuda de una coalición, Inglaterra se coloca al lado del vencido para que los otros no abusen de su victoria y no originen nu nuevo desequilibrio, perjudicial a sus intereses. E s t o y no o t r a cosa sucedió después de W a t e r l ó o y esto es lo que pasó después de Versalles. ¡Finalmente, porque la opinión in- glesa veía con agrado la existencia de u n a Alemania democrática, en la cual sustituyese el espíritu de W e i m a r a los mitos prusianos. H a sido necesario un Hitler p a r a que estas situaciones políticas e intelectuales se invirtiesen. El antisemitismo, las m a t a n z a s del 30 de junio y del 23 de julio, y la crisis del protestantismo son otros tantos escándalos para el espíritu inglés. P o r último, el r e a r m a mento intensivo del Reich ha abierto del todo los ojos de los últimos incrédulos. Compréndese ya que el peligro para Inglaterra n o estaba en u n a especie de posible hegemonía de Francia- -país demasiado fuerte en E u r o pa- sino en el renacimiento rápido del militarismo alemán. Inmediatamente actuaron los imponderables en sentido inverso. O t r a vez volvió a sentir Inglaterra el peso de una amenaza (de la cual había perdido hasta el recuerdo) no sólo en el mar, sino también en el aire: Inglaterra se encuentra ante Alemania en la misma posición que en 1905, cuando, de pronto, se dio cuenta de que la flota del kaiser constituía para ella un peligro muy grande, y de que era preciso, por todos los medios, t o m a r las precauciones necesarias par a m a n t e n e r su propia superioridad y prevenir el mal. E n conjunto, el sentir del público inglés se resume en esta f o r m a la masa inglesa- -que razona muy poco- no es anti- alemana. P e r o C es profundamente antihilerista (mucho m á s que nosotros los franceses) porque el ftacionalsocialismo ofende y se opone a todo aquello que para, ella es sagrado. Sin embargo, como la masa inglesa es esencialmente pacifista, cree aún en la virtud contagiosa del espíritu de paz y del desarme. Su actitiid h a cia Alemania se sitúa m á s en el plano moral que en el político; o si se prefiere (puesto que la ló gica no es su punto fuerte) n o resbala necesariamente del plano moral al político. P e r o en los medios directores, el problema se plantea de modo muy diferente. E s t o s m e dios directores se dan perfecta cuenta del p e ligro a l e m á n están perfectamente enterados de los a r m a m e n t o s con que cuenta (tan bien o mejor que nosotros) y resueltos, cueste lo que cueste, a no dejarse distanciar; en r e sumen, están decididos a que no deje de ser I n g l a t e r r a dueña de la situación. A pesar de las fluctuaciones que caracterizan a la política irfglesa, estamos completamente seguros de que sus verdaderos r e s ponsables n o permitirán nunca, por ejemplo, que Alemania ataque a Francia, a Bélgica O a Holanda y ponga a estos países en peligro; ¿P o r sentimiento? No se trata de tal cosa. Aun fuera de las firmas q u e I n g l a t e r r a h a puesto al pie de los acuerdos internacionales- -como el de Locarno, por ejemplo- es evidente que el interés primordial de la nación inglesa es no permitir que Alemania adelante cien kilómetros- -ni siquiera en diez- -sus bases aéreas. P o r q u e otro tanto sería el fin de Inglaterra y de su Imperio. El a i s l a m i e n t o no es, pues, m á s que u n a palabra vana, sin sentido. No hay aislamiento posible p a r a la Gran Bretaña. Y cada vez será menor- -bien lo sabe ella- puesto que cada día que pasa son los motores más r á pidos y las distancias m á s cortas. Basta hablar con un grupo de ingleses para darse cuenta, a pesar de sus amables reservas, de hasta qué punto preocupa día y Roche sus espíritus el problema del aire, y para tener la certeza de que los intereses defensivos ingleses y franceses coinciden de un modo tan riguroso, tan exacto, que no es ya preciso que insistamos con Inglaterra para que ponga los prmtos sobre las íes. Las íes están ahí. -V ladimir ¡i Ormesson. (Copyright Agence LUtcraire In erna: ionale)

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