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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-01-1935 página 80
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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-01-1935 página 80

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página80
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PERFILfS HUMORÍSTICOS PETICIÓN NA morenjta de ojos garzos, aterciopelado cutis, como la película del mdocotón; manos peqaeñitas, pie breve y talle mimbreño, me hizo perder la tranquilidad. Y gracias a que, según dicen. la Divina Providencia no ha echado al mundo más que unos pocos ejemplares de esos perfectametite encuadernados, pues si la edición fuera copiosa, el mando estaría mucho más perdido de lo que está. Yo no conocí entonces más que uno: la hija de don Fulgencio; esto es, una de ¿nis hijas, porque eran cuatro, como los puntos cardinales. Verla y dejar de escribir versos y prosas y dedicarme a pasear su calle y a hablar con la portera, el sereno y el mancebo de la botica que había abajo, todo fué uno. A los quince días ya me tuteaban el zapatero de enfrente, el encargado del garage y el dependiente de la mercería contigua. Miradajs tiernas, saludos y gestas; la seguí, me acerqué y la dije... lo que todos los hombres dicen las mujeres en semejantes casos, piropo más o menos. Los progresas de la cirugía han sido evidentes; en la química, para la paz y la gueírra, asombrosas; en la anriación, formidables; pero en la ciencia del amor no hamofs adelantado un paso, a pesar de que hoy se niegue su existencia. Decimos las mismas tonterías qtJe papá Adán debió decir a mamá Eva, antes, en y despn del mordisco de la DE MANO U manzana, que tan fatales conoecuencias nos ba traído ¡Vida mía... ¡Te quiero más qiK a nri alma, negra de mis insomnios... i Jalea de cariño I E boquita piñón, es de Valladolid? ¡Qué dientecitos! y qué... veinte o treinta diminutivcs más, que se hacen fnás diminntii os cuanto más se acercan los ipolos cbntrarios y, por consiguiente, la. descarga eléctrica. La hija de don Fulgencio comprendió, fio sólo vai pasión, sino mis buenas intenciones, y tras los inevitables: ¡Bah, bromea u s t i. Ya veremos... Lo pensaré... ¡Todos dicen lo mismo... me dijo una noche al salir del eme: ¡Joven, yo soy una muchacha muy formal! -Y yo una persona decente. -Lo sé, pero tiene usted ün defec. to. ¿Cuál? -repuse, E! mismo que mi padre. -Señorita, yo no tengo el gusto de conocer al genial autor de e a maravilla arquitectónica que tengo delante, e ignoro sus faltas; de mí puedo decirle que soy bueno, trabajador y apolítico; que cumplo con la Santa Iglesia Católica y que no sé Ío que es un cabaret.

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