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BLANCO Y NEGRO MADRID 13-01-1935 página 165
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BLANCO Y NEGRO MADRID 13-01-1935 página 165

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Pero Sos alemanes tenían ojos y oídos qut soufe. a í: ü, t braries de los más secretos proyec: os, y resolvieron- -sh- ora lo hemos sabido- -íaipedif la actividad de nuestro centro de estísdios de los Bajos Pirineos. E r a una actitud brtital, pero muy de su estilo. Éi Coronel Vonoíland acechaba en Barcei na a los desertores franceses, lo mismo que ¡aó aves ele rapJSa acechan a sus presas. Los lísma ba a su oficina de apariencia casera de ta calle á é Santa Ana, y ios mezclaba con ios redactores de aquel periódico titulado La Verdad impreso en francés para los fines de ía propaganda germánica. Le servía de gancho la linda Manuela, que se puso ai liabia con un ex- anarquista llamado Francisco P... el cual, mediante una crioja de l. coo pesetas, se encargó de transportar 3 Francia la dinamita necesaria para destruir nuestro primer laboratorio de gases asfixiantes. El i 8 de septiembre voló el polvorín de Siarritz. De nuestras esperanzas no quedaba más que an montón de hierros retorcidos y quemados. Había pasado por allí el espionaje alemán... í. Inefable modo de utilizar a los hombres competentes Después de! suceso de la Chaladle, se repartió a los soldados que ibaa a primera linea compresas empapadas en hiposulfito j carbonato de sosa, i Pobre sisíeríi. a protector í E l Gran Cuarte i General pedía en vano el envío de dos compañías Z y del msiíeriaí necesario para proyectar sábanas de gases eo una zona de 6 kilómetros, A pesar de la iasisteacia, las fábricas se reconocieron incapaces para llevar ía operación a bi en término. L o más que podían íiacer (i lamentable respuesta! era cargar granadas coa clorosulfuro de carbono. Después, durante ía batalla del Somaie, probamos, sin m- ejor éstito, granadas N B y 4 B. a base de ácido cianhídrico. H a s t a julio de 1917 no empezaron en reabdad los estudios para poner a punto la fabricación industrial de gases asfixiantes, y hasta enero de 1918 no se hicieron las primeras pruebas. Aún así, en. aquella época, para competii con los numerosos establecimientos alemanes, Francia no tenía más que dos fábricas: una en Moutiers (Saboya) y otra en L a Motte Breuil, en la región del Oise. Queriendo ganar el tiempo perdido, descubrimos un arma inesperada contra el cloro: el aceite de ricino. Entonces preparamos el ricinato de sosa, mezcla con la cual impregnábamos las almohadillas 0 0 Contra el fosgeno utilizábamos una sustancia neutralizadora: el sulfanilaío de sosa. H a bían nacido las compresas P 2 N o tardaron en agregarse a las compresas unas gafas para protección de los ojos, y, de este modo, cuando los alemanes desencadenaron en la Pompelle otra ofensiva de cortinas de gas, nuestros soldados consiguieron librarse de ellas. El 31 de enero de 1917, entre las Marquises y Aubricourt, el enemigo preparó un frente de unos nueve kilómetros, con puestos cada 40 ó 50 metros, provistos de centenares de botellas de cloro y de fosgeno. Comenzó el ataque a! anochecer; cayeron sobre nuestras líneas tres proyecciones de 20 minutos de duración, con más de 500 toneladas de vapores asfixiantes. E l tiempo era favorafeilísimo; hacía frío seco, y la velocidad oscilaba entre 75 centímetros y dos metros y Nuestros enemigos, en su deseo de ser los finicos que emplearan el arma química, lo hicieron ampliamente, antes de que nosotros adoptáramos las más elementales medidas de protección. Junto a Craonne brotó el cloro de las trincheras enemigas; en Argonne, en el bosque de la Chalade, fué el bromuro. E! 16 de julio, en una acción de conjunto, la artillería alemana derramó sobre nuestras posiciones miles de toneladas de gases que pusieron a nuestros soldados en la imposibilidad de actuar y facilitaron a los asaltantes, a favor de! desorden, la captura de ocho mil prisioneros. i Qué podíamos hacer? U n general cuyo nombre será mejor no recordarlo, aconsejó muy seriamente al Gran Cuartel General el empleo de pañuelos de narices empapados en agua! Interrogados nuestros químicos dieron la callada por respuesta... E r a patente su inferioridad. Digamos, en descargo de ellos, que algunos, y no por cierto los menos famosos, prestaban entonces servicio como soldados de egunda y se pasaban el día barriendo los cuarte! es. medio. ÉHMMMiltHHÉMí

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