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BLANCO Y NEGRO MADRID 11-01-1931 página 25
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BLANCO Y NEGRO MADRID 11-01-1931 página 25

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LE TRAS, A. RTKS, CIENCIAS A veces nos presentan el libro del cochinillo abierto de par en par y encuadernado en su propia piel. Fomentamos el banquete para ver los animales enteros, y así hemos podido ver, a través del tiempo, una merluza inmensa, im gran congrio completo, una gacda acostada en campo de salsas, un bacalao como un abanico pericón, adornado de gasas de tomate. Generalmente nos presentan sólo una tapa del cochinillo, porque el cocinero ha desencuadernado el libro partiéndolo pKjr la mitad, y lo m á s usual ies que sólo nos presenten un cuarto, aunque, sabios ya en el engaño del cuarto que pertenece a las costillas, parte flaca y deleznable del animal, hecho sólo de varillaje, pedimos el cuarto trasero, que ironiza el rabillo espiralado. ¿Cómo, cuando nos presentan el doble cerdo, sólo tiene un solo rabo para sus dos figuras? Lo bello del cochinillo es verle salir entero y abierto, como un infolio, en su baño de aceite, sobre la trébede de madera que ensalza el brasero de nuestras apetencias. 1 Lo más prodigioso del espectáculo de los apes es su I comienzo, cuando aún están todas las servilletas coloI cadas, muy de punta en blanco, sobre los platos. Yo creo que se retrasa el sentarse a la mesa y siempre comienzan tarde esas comidas en los comedores bien puestos por no descomponer la. congr áción d- las servilletas limpias en flamante procesión de domingo. Todos hacemos algo por contener el asalto, que descaperuzará los platos y deshará la compostura ritual de las servilletas, como si el Herodes que primero se sienta en la mesa y da la señal de comenzar hubiese decretado un descabezamiento general de albas ingenuidades. Es cuestión de un minuto la desaparición de las hadas buenas, y comienza la parte torva de la reunión, el devorar, el beber sin cuento, el preparar los discursos, lo abominable. 2 E L escudo que reñíata el arco de la Puerta de Alcalá se ha quedítdo definitivamente sin aquella Fama que ayudaba a sostenerle. Está mal que el ornamento esté incompleto, y más cuando, así como no se puede rehacer a los seres muertos, sí pueden recomponerse las esculturas que se suicidaron; pero lo que hace urgente la reposición de la Fama es que ahora el peso principal del escudo carga sobre un pobre angelito de tres años, que ya no puede más, y que va a dejar que se caiga él escudo, con todos sus cuarteles, si no hay alguien que le ayude. Es penoso ver el compromiso del pobre niño, abrumado por el enorme rodel de piedra. Es milagroso el esfuerzo que hace, pero a simple vista se puede comprobar que ya no puede más, que sólo le quedan breves instantes de resistencia. ¡Repóngase pronto la Fama, que hacía lo suyo asegurando el espejo del escudo! Hay que tener humanidad arquitectónica y saber que los niños no pueden ser cariátides sostenedoras. En alguna recopilación de leyes debe haber una ley que prohiba este tcabajo excesivo de los ángeles escultóricos. 3

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