BLANCO Y NEGRO MADRID 17-08-1930 página 15

r, K T R A S. A R T K S. C I K N CÍAS a ii il restaurantero parisién saca a sus legumbres y a sus trutas la utilidad del reclamo además del de su venta condimentadas o en altos fruteros, adornando las afueras del restaurante con espárragos, plátanos, zanahorias o repollos hasta el momento en que el que come dentro pide una ración de lo que cuelga fuera. Ya hay cestillos de hierro en que ha de exhibirse la compra, ahorrándose así la intervención del artista que pinte suculentos bodegones. El polvo de la calle, el parasitismo de las miradas, las dentelladas del hambre que pasa se ceban con estas viandas exhibidas pero queda demostrada la exuberancia del albergue, uue es algo menos vana que la que propalan los mentís. T A mí me da no sé qué entrar en estos comedores en que se y y y v- omen substancias decorativas de la portada de la tienda; pero el glotón francés no hace dengues y le atrae el ver desnudo y dando a la calle el seno desnudo de Pomona. 1 La vida alegre de París es pedigüeña y no se recata en sus. relativas. El cabaret elegante resplandece en su pequenez, está lleno de detalles de lujo, todos en él son fracs de primera, hasta los de los músicos, y, sin embargo, sobre el piano hay Un bote limosnero, una hucha con la boca estrecha de las huchas, en que se recoge un óbolo para la orquesta. Nosotros descomponemos menos los ambientes, y en los sitios aleantes se evita toda alusión a la limosna y se prohiben los cepillos. I- a vida aquí no siente la humillación, y los músicos aceptan complacidos ese regalo que, la mano del que se va deposita en su alcancía, j tidos en marcos dorados. Tienen una perspectiva desvanecida. Ante este fenómeno se han inventado los cocineros -epresentativos pintados en un bastidor de madera. siluetada, cocineros optimistas provistos de botella y sartén, en cuyo pecho se pega el menú del día. Son una llamada alegre y coníianzante al apetito del que pasa estos cocineros plaiitaclos en medio de la calle y que hacen tina alusión pertinaz a lo que se guisa en las cocinas. No resultan tan en conserva los restaurantes, y el divo dsl reclamo despierta el deseo de la película como esos porteros ie cipema que están caracterizados en los vestíbulos según el personaje del film de moda. En los incendios constantes de grandes almacenes se presiente el pánico de los modelos queriendo correr a los balcones; pero los bomberos, al saber que están a salvo las vidas de los guardianes, no se ocupan de salvar maniquíes ni trajes de noche. En los balcones encopetados de llamas se ven aparecer, en la confusión pesadillesca del fuego, algunos trajes que imploran, con los muñones descotados de sus cruces de madera; la sábana continua del salvamento. 3 Los menús desaparecen en los cristales y Uasta me- 4