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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-11-1929 página 25
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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-11-1929 página 25

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LfeTRAS, ARTES, CIESNCXAS -Descansa- r- le dije- Ya saldré yo. Pero, antes, cuéntame lo que has hecho. ¿Qué he hecho? ¿No lo has visto? -Sí, has matado a El Rhami. Pero... Me atajó, exclamando con voz angustiada: H a sido fiorrible! ¡Ha sido horrible! Sentía el miedo de recordarlo. De pronto se incorporó y quedó atento. -i Las ametralladoras! Esos chacales nos a t a n Dejó el catre, y así como estaba, en man- ía caballería mora, que le perseguía. Orga- gas de camisa, se colocó la gorra y cogió nizamos la defensa, persuadidas de que no pistola. A punto de salir, retrocMió, diciendo; tardaría el ataque en masa. -La sed me abrasa. El capitán Nt uer, sin descender del caApuró otro vaso y avanzó, decidido. Ya ballo, arrojó al suelo el trofeo bárbaro que en la puerta le deslumbró el sol: yo le. contraía en su mano izquierda: una cabeza hu- templaba, admirado; le vi limpiarse sus lamana. Una cabeza grande, barbada, cí n ca- bios con el dorso de la mano, y luego, habellera aborrascada y negra, que quedó en ciendo de ésta pantalla, mirar Ihacia el s fuida cubierta de polvo. Todos sentimos campo. Fué su úÉimo gesto. En aquel inscuriosidad por. aquella terrible ¡presa. tante cayó- fulminado. Acudí en su ayuda y vi su frente bañada en sangre, taladrada por- ¡El Rlrami! -gritó el capitán. Al oír este nombre retrocedimos como un balazo. si, decapitado y todo, volviera a surgir ante El teniente Villar me requería. Los moros nosotros el cabecilla con su ferocidad inte- preten Uan filtrarse por la izquierda para gra y espeluznante asediamos. Bajo la mañana ardorosa, aquel Ya en la barraca pude ver los estragos recinto, inflamado súbitamente por la guerra, que aquella aventura había costado á nues- parecía en ebullición, humeando como un tro capitán. Se despojó de la chilaba ensan- cráter. grentada y a jirones, y quedó con los braContemplé, a un lado, la cabeza de El zos al aire, empurpurados también de san- Éhami, f e n de un enjambre de moscas; al gre. Se tumbó en el catre, derribado por ima. otro, d cadáver del capitán Noguer con el fatiga invencible. Su emoción podía más centdUéo. rojo de la sangre, palpitante aún, que el ocre de su piel, tatuada por el aire y el que rutilaba al sol CCHUO si en aquella frente sol, y la empalidecía: le advertí tembloroso á- heroísmo hubiera prendido una estrella y aniquilado. de iuego. -Me tnaei d e sed. Misarle así era él- único hfHnenaje cmiDesoHxM- cerveza. sentido. Nos había tráido la cabeza de El- -Llevo Olas de doce l u s a s sin fumar- -me Rhami, y tráS fói a lá hotda fanática, que dijola o. ahora Imscaba nuestras; vidas. EsKeiidiiiMS o a tilloi: Nc oer se pasaba Me s ú d é a a t e una suaetrailadora que hala palma de maa pm: sos ojos como á iHa quedado sin gente, y nie puse a dis. qmsieía asfixiar injo sa presidí tm moDdo parar... de pesadiOa, qae. te agélÉáiSa. Le observé Joaquín Arrarás. Jñttajiqmlo por d intenso tiroteo que sosteiía fa posición. IB TJOS OB

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