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BLANCO Y NEGRO MADRID 13-10-1929 página 27
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BLANCO Y NEGRO MADRID 13-10-1929 página 27

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LETRAS. ARTJÍ 3, CIENCIAS procuran al paseo de Colón, marinero viejo, retirado al fondo de su casuca, pero que no se resigna a olvidarse de que nació rostro al mar, una característica muy definida y que quizá estriba precisamente en no tener ningún carácter determinado. El paseo de Colón es la factoría de Barcelona; principio y final de las rutas del mundo, y todo él vive como impregnado de humedad. Al mismo tiempo, como empapado en salabror marina. Agencias transatlánticas, cambistas y cargadores, comisionistas y agencias de viajeros han asentado en esta calle sus reales, haciendo de su diversidad un tono único. A menudo, los grandes carteles anunciadores de los largos cruceros marítimos, que hacen soñar en las exóticas lejanías maravillosas y encienden la tentación de las aventuras y de las hazañas, explican ese aspecto del pa. seo de Colón, que, a pesar de su tráfico y actividad, no acaba de ocultar del todo no sé qué enfermiza melancolía impaciente. Viajero siempre con el pie en la escala, el paseo de Colón, víctima de todos los climas, adaptado a todos ios ambientes, sin resoK ver. se por ninguno, vive sienipre con unas décimas de fiebre. (En definitiva, es el pulso fel) ril de Barcelona. No sé ciertamente, aunque no sería demasiado atrevimiento sospecharlo, si esta fiebre con. stante del paseo se ha visto estos últimos tiempos acrecida con dolor, a causa de haber sido tan traída y llevada por caminos de crítica y menosprecio la fama de at uel gran viajero aventuróse bajo cuya vocación vive el paseo. Ello es que en Barcelona, además del famoso monumento, que centra la Puerta de la Paz y de este paseo, que en dicha Puerta se inicia, el descubridor navegante tiene otra calle, aunque breve y exigua, con su nombre. Es una callejuela que une la plaza Real con la Rambla del Centro. No es ocasión ésta de intervenir en contiendas eruditas. No sé si sería demasiado atrevido afirmar que, si Colón, desde lo alto (le su columna, parece dar la espalda, a Cataluña, Cataluña, no interesándose demasiado por las investigaciones eruditas del Sr. Ulloa, que pretende haber demostrado que el famcso navegante era catalán, si no ha vuelto la espalda a Colón, por lo menos le saluda de perfil. Pero suceda en el tiempo lo que se quiera, lo cierto es que el día 3 de abril de 1493 hacía Cristóbal Colón entrada solemnísima y triunfal en ía ciudad de Barcelona. Mandósele hacer un solemne recibimiento, al cual salió la Corte- -según referencias de un historiador- y, para honrarle más, los Monarcas ordenaron poner en público su estrado y solio real, donde estallan sentados, y con ellos el príncipe primogénito, D. Juan, su heredero. Entró Cristóbal Colón acompañado de multitud de caballeros. y llegado, levantóse D. Fernando, y él, hincando la rodilla, pidió las manos a los Reye. s, quienes, con gran complacencia, se las dieron, y le mandaron levantar y sentarse en una silla a su presencia, distinción muy notoria, por ser cosa inusitada en líspaña. Fué aquélla una memorable jornada de júbilo popular. Según el mismo historiador aludido, las calles de Barcelona presentaban el animado cuadro de un pueblo que, lleno de alborozo, corría en tropel a ver al famoso personaje que con arrojo singular se había lanzado a mares desconocidos en busca de un país desconocido también Desde aquella fecha Barcelona se ha lanzado también tantas veces con arrojo singular a mares desconocidos, y tiene en su vieja arboladura marinera residuos de tantas aguas y rasguños de tantas batallas, que hoy no saben emocionarle demasiado esas pretéritas remembranzas heroicas. Así el paseo de Colón, pese a su abolengo aventurero y a ese aire de misterio y temblor de expectación, que es la iniciación virtual de todo viaje y que parecen ser la definición más exacta de su inquieta actividad, ha dado a su exotismo y a su intención viajera un aire repesado y práctico. El mundo tiene todas sus rutas conocidas y la aventura no surge en el camino, sino en el modo. Ctiando el viajero que llega por mar a Barcelona contempla por primera vez desde la Puerta de la Paz, rodeada de edificios aduaneros y cuartelarios, el paseo de Colón, amurallado de palmeras, de oficinas y de agencias, puede quizá caer en error si por esta primera visión quiere intuir la fisonomía y el espíritu de la gran urbe mediterránea. El paseo de Colón es todavía puerto, y un puerto es siempre diversidad. Pero innietliatamente, por breves callecitas estrechas, el paseo de Colón, como un gran navio que, anclado en la mitad del puerto, lanza sus peqtieñas embarcaciones a los desembarcaderos, desemboca en la ciudad, an. sioso de mezclarse en ella diluyendo en la, total armonía su nota cosmopolita y pintoresca. En lo alto de su columna, Colón sigue vuelto de espaldas; pero Montjuich se ha transformado, triunfando de la propia pesadumbre de su leyenda. Las palmeras del paseo de Colón, estremecidas por una brisa marinera, son como abanicos con que la ciudad se refrigera, en actitud de trabajadora que un punto interrumpe su labor sudorosa o con la displicencia un poco irónica dé una gran aventurera que sabe esperar. Rafael Mar quina. (FOTOS eDII, I, ERA

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