BLANCO Y NEGRO MADRID 29-09-1929 página 49

A C T U A L I D A D E S mino de su demarcación basándose en todo un tratado de estética crepuscular; las apacibles y recogidas horas del véspero, el silencio de plata de la luna, las románticas sombras de la noche... -el edil era un poeta- bellos momentos interrumpidos desagradablemente por ¡os perros, que, con sus ladridos, ocasionaban molestias, que no estaban en proporción con el papel que representaban en sociedad Reproduzco íntegro el comentario de tan origina! medida, que no pudo llevarse a la práctica por vm pequeño inconveniente para su aplicación, porque, ¿cómo se les enteraba a los perros de una disposición tan interesante, para exigirles la responsabilidad consiguiente en caso de infracción? Y como no fué posible, hubo que desistir de la ideíta. Nosotros no pedimos que el Sr. Aristizábal, nuestro muy honorable y competente alcalde, llegue a los extremos apuntados para evitar que Madrid sea una de las poblaciones de más bullanga y ruido; pero sí debiera disponerse alguna prudente medida acerca de tan importante particularidad. Y no se preocupe A proceder así del ruido que pudiera levantar. Precisamente, a un alcalde, lo que le conviene es meter mucho ruido Luis Gabaldón. (DIBUJOS DE XAUDARO) Estos Últimos ostentaban sobre su puerta de entrada una gran placa azul, porque otra de las cosas que se han descubierto es que este color es símbolo y emblema de la quietud, de la calma y del silencio. Ciertos desarreglos nerviosos motivados por la irritabilidad o el desvelo, se combaten, y hasta se vencen, con someter a los enfermos a la contemplación, durante largas horas, de una bombilla eléctrica de cristal azul. Y la prueba de que el efecto calmante es seguro, al someterse por ilimitado tiempo a este éxtasis, está en el procedimiento mismo. Porque el que es capaz de estarse largas horas contemplando una bombilla azul sin pestañear, es que tiene los nervios completamente tranquilos o, mejor dicho, que no tiene nervios. Pero este régimen prohibitivo de los ruidos de la ciudad, aún fué superado por un ilustre niunícipc de un Ayuntamiento inglés. Aquél llegó a prohibir ladrar a los perros, después de las cinco de ¡a tarde, en el tér-