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BLANCO Y NEGRO MADRID 01-09-1929 página 67
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BLANCO Y NEGRO MADRID 01-09-1929 página 67

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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ESPECTÁCULOS AMORES D E ARTISTAS El Corazón Apasionado de Berlioz. S I ha h a b i d o un hombre en pos e s i ó n de los máximos d e r e c h o s a la felicidad y a la g loria, sin que ni una ni otra se le ofreciesen a lo largo de su accidentada existencia, ese hombre fué, sin duda, Héctor Berlioz. Tuvo que sucumbir para que la segunda se dignase envolver su n o m b r e con la aureola de la inmortalidad. Y ahí está su obra, aquella obra que sus contemporáneos no supieron estimar debidamente y que fué como la gran batalla r o m á n t i c a librada en el campo de la música, batalla que solamente podía provocar la t e m p e s t a d desencadenada bajo la c r e s p a cabellera de Berlioz. Porque el autor de la Symphonie fantastique y de la Damnation de Faust hubo de ser considerado por la crítica más favorable como un profeta del dios Meyerbeer, dejándosele, sin embargo, como advierte Dumesnil, predicar en el desierto... Pero el dramatismo de su vida artística se completa con el de su vida privada, porque en vez de hallar un espíritu piadoso y comprensivo capaz de sostenerle en la épica luoha, no halló más que nuevas desolaciones y amarguras. Es natural, por consiguiente, que su biografía haya tentado, coincidiendo con el centenario del romanticismo, a diversos escritores, entre ellos a Charles Mere, para llevarla a la escena, y a Etienne Rey, para reflejarla documentalmente en el libro. Difícilmente cabe recoger, en verdad, una novela de amor más desamparada y dolorosa que la del pobre Berlioz. Y eso que su corazón hubo de agitarse tumultuosamente desde aquella infancia, en la que de tal modo le impresionó la triste historia amorosa de Dido y Eneas, H BERLIOZ qué por mucho tiempo hubo de ser su obsesión la suerte d e la desventurada Reina de Cártago. Ello le llevó á enamorarse profundamente, a los doce años, de Estela Dubeuf, muchacha de dieciocho, que no le tomó en serio y que poco después se casaba, sumiéndole en la amargura. Y no es extraño, en suma, que esa inclinación de su adelantada adolescencia viniera a poner en lejano día un melancólico retornelo amoroso- a su ancianidad solitaria. Qaro que no podía ser el modesto pueblecito del Delfinado que presidió su nacimiento el escenario de sus anhelos y de sus infortunios, sino el propio París, al que marchó para estudiar la carrera de médico, impuesta por su padre, y al fin para ingresar, como era su deseo, en el Conservatorio. Y ved cómo al asistir a una representación inglesa de Hamlet, celebrada en el Odeón, había de quedar hechizado por la belleza de la actriz que desempeñaba el papel de Ofelia. ¿Fueron los merecimientos físicos de la artista o los prestigios deJ personaje, o 5- B.

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