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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-08-1929 página 102
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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-08-1929 página 102

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Jir. HOMBRE QUE CAPTABA EL GULF- STRBAM firme si tenéis algún cariño a vuestros dente y empezó Ja lucha; un combate espantoso, de hombres rendidos de cansancio, huesos! A pesar del tono en aue hablaba Le Coz; que defendían sus vidas contra una horda no obstante el feroz clamor que lanzaban de fieras; combate parecido a los de la los enormes anfibios, clamor que ningún ba- prehistoria; de la época en que las tribus llenero ha oído nunca en las regiones po- del sílex luchaban contra los osos de las calares sin estremecerse, parecía que aquellos vernas y los gatos gigantescos. Le Coz golhombres no comprendieran lo que significa- peaba con su hacha sobre los colmillos que ba la presencia de tales monstruos, apareci- el jefe de los asaltantes había clavado eia dos todos a un tiempo, como respondiendo una brecha, y procuraba partírselos. Le al grito de socorro que lanzó su compañe- Bris, de un golpe con la barra que había ro al verse destrozado a ciegas por la goleta cogido, aniquiló a un enemigo temible. Rocuando dormía entre dos aguas, y contem- berto Morlaix cogió de la cocina un caldeplaban casi con alegría aquellos bultos ne- ro de agua hirviendo, en la cual iba a pregros de cabeza redonda, mofletudos y de parar el cocinero algo de comer, caliente, y grandes ojos saltones, que, a merced de las lo volcó en unas fauces abiertas. Los otros marineros golpeaban con sus hachas, sus olas, subían y bajaban alternativamente. ¿Qué querrán de nosotros esos morros cuchillos, sus bicheros... Dejando a Real que de ternera con cuernos al revés, que les sa- obligase, a volver al salón, por fuerza, a las len de la boca? -preguntó Roberto abrien- mujeres que gritaban como locas, Aubry cogió la carabina browning que estaba consdo mucho los ojos. -Venrar a su compañero, a quien hemos tantemente cargada, para disparar contra los cetáceos. Dándose cuenta de la ineficadestrozado- -contestó Job Le Coz. -i No se atreverán! -intervino, sonrien- cia de las balas de plomo contra el cuerpo de aquellas fieras blindadas por su piel dudo con desdén, Justino Real. -No, ¿eh? No tardará usted en verlo. rísima y por su grasa, metió el cañón del Repito que cojan ustedes las hachas, y us- arma por entre dos mandíbulas que se abrían ted, señor Real, su escopeta. ¡Y mucha aten- frente a él, y disparó. Una llamarada roja, ción! Esas fieras tienen siete metros de al- una humareda, un rugido, y el animal, cots tura; pesan tres mil kilos, poco más o me- la cabeza destrozada, se desplomó pesadanos. Se mueven obedeciendo a un jefe como mente hacia atrás y se hundió en el agua, no se ha obedecido nunca a mariscal algu- despedido por una exclamación de Job, que no... Utilizan sus aletas como nosotros las con un brazo desgarrado de un colmillamanos, y sus colmillos como los hombres un zo, seguía golpeando en la cabeza del jefe puñal. Además, hay que vigilar mucho sus del rebaño. ataques a traición, porque esos bichos son- ¡Bien, señor Aubry! ¡Destróceles la catan malos como feos; tenaces como perros beza; es el mejor procedimiento! ¡Y tú de presa y rencorosos como hombres borra- ahora, a ver si te enteras de cómo las chos. gasto! -Pero, vamos a ver- -dijo, extrañado, A fuerza de hachazos, rompiéronse a un Aubry- ¿no son éstas fieras del círculo tiempo las defensas del jefe del rebaño, polar? ¿Cómo se encuentran en Bretaña? haciendo un ruido seco, y la fiera, rugiente, -Después del jaleo se lo preguntaremos cayó al mar, perdido su punto de apoyo. -contestó el viejo, apoderándose de un haProsigue la espantosa lucha. En la cucha- Por ahora no podemos hablar más. bierta, limpia de niebla, corre la sangre i Ya están ahí! mezclada de hombres y de animales, que A la señal de una de las morsas, la más convierte la nieve en un lodo inmundo. El alta y más corpulenta de todas, alineáron- mal olor es insoportable; las apestosas emase los asaltantes, juntos, formando un se- naciones de las fieras marinas hacen irresmicírculo, en cuyo centro quedaba la go- pirable el ambiente. La Morgana cabecea, leta. da bandazos, cruje y se empina. Rugiendo a coro, el monstruoso rebaño se Bajo la capa de nieve, y arrastrando a lanzó al abordaje. ¡os asaltantes, aferrados al casco, el yacht, El barco, estorbado por su arboladura perdido el rumbo otra vez, navega a la derota y por los agujeros de su empalletado, riva, a merced del viento y de las corriensobresale muy poco del agua, y el rebaño tes, en tanto que Is sangre forma regueros asaltante le ataca, clavando en él los colmi- por todas partes, en la cubierta y en los llos y procurando subir a cubierta. Agi- costados, y que los gritos de los hombres tada, zamarreada por aquella horda feroz, y las lamentaciones de las mujeres, los rualguno de cuyos componentes es mayor que gidos de las fieras y las detonaciones de un elefante, la Morgana cabecea, crujien- las armas de fuego, compiten con el zumdo toda su armadura como si, agotada por bido áspero del viento y el rumor de las la lucha con el mar, fuera a partirse, des- olas, que se estrellan unas contra otras... trozada por los fieros enemigos. II- -1 Ehiro! i Golpead de firme, por Dios! -gritaba Job, avanzando hacha en mano. -i Oye usted, comandante? Por fin logró que le hicieran caso. Oigo mal... pero adivino algo. La tripulación cogió todo lo que pudo ha- -v; Aún siguen haciendo de las suyas esas llar, que fuera utilizable como arma contun- fieras?

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