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BLANCO Y NEGRO MADRID 18-08-1929 página 28
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BLANCO Y NEGRO MADRID 18-08-1929 página 28

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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r. KTR S. A R T E S CIKNCXAS rama y hoja, miel y celda, agua clara y junco fino, están librando, batalla de mag- nolias contra armiños, de robustez de sarmientos contra ag- races de racimos, de plenas confirmaciones contra candidos bautismos, de pupilas contra labios y flores. contra rocíos... Hondo silencio fragante, sereno y contemplativo, que la batuta divina mantiene en claro equilibrio... ¡No profane voz humana la santidad de este hecMxo, que acopla dos corazorLes en un solo y dulce ritmo! ¡Ni risa que, rauda, vuele en aires de regocijo, ni palabra que, lastrando la vaguedad de un suspiro, enrede en enredo torpe la pureza de este ovillo que, en huso de castidades, devanando está Dios mismo! El aire se ha hecho más puro y el azul más infinito. Si más la madre se inclina, más mira crecer al hijo; si más el hijo se eleva, menos alcanza en su brinco, y en las fintas y paradas de este dulce desafío, siempre halla carne gozosa el floreífe del cariño... Dice la madre: No puedes subir hasta mí, hijo mío; que ios labios de una madre rasando están con Dios mismo. Pero mi propia grandeza le ofrece a tus pies estribo, porque para que me llegues te abren mis brazos camino, ¡y hasta doblaré en la tierra mis rodillas si es preciso! Tu beso será en mis labios la solera de mis vinos, cimiento de mis altares, granazón para mis tirigos, Jambrequín de estos blasones que con mi sangre conquisto, hebilla de mi sandalia y raíz de los olivos que a tus heridas futuras les preslten óleo bendito. ¡No temas si no me alcanzas! ¡Álzate más, hijo mío; pichóti de mis palomares, leño de mi sacrificio, oveja de rms rediles, harina de mi molino que las piedras de mis ansias triturarpn con suspiros ipara que a amasarte llegues en la artesa de mi espíritu! ¡Tiendan tus dedos diez garfios de rosas al leve lirio de mi cuello y me aprisionen con perfumado cilicio estas carnes que eran barro y, al darte en su barro nido, como las rozaste tú ungiéronse de divino! Hinche el viento de tu beso las velas de mi navio! ¡Dele a mi pan levadura y a mi campana tañido! i Sea en mi lecho almohada, resplandor de mi martirio, escapulario en mi pecho y en mi muerte crucifijo por donde el beso de Dios descienda a mis labios fríos! ¡Corónenme de pureza la pureza de esos rizos en cuyas zarzas doradas se enredan mis vellocinos! i Ves como sí vas creciendo? i No te apures, hijo mío, que aunque unos labios de madre rasando estári con Dios mismo, le da mi propia grandeza a tu pequenez estribo! Mis brazos le están abriendo a tu corazón camino... ¿Estás viendo como puedes? i No subas más, hijo mío! i No te apures! ¡Me pondré de rodillas si es preciso! El aire se ha hecho más puro y el azul más infinito... j Y el junco grácil se dobla sobre las aguas del río! Manuel de Góngora. (FOTO M. 4. PIN)

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