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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-07-1929 página 18
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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-07-1929 página 18

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LETRAS, ARTHS. CIENCIAS El marqués se sintió indispuesto, nervioso, desvanecido... leía yo. -No siga usted. Eso es de La esposa mártir; pero, no importa; seguiremos ahí, y eso tendremos adelantado. Y acto continuo, sin detenerse, sin vacilaf, me dictaba para La esposa mártir lo que tenía preparado y dispuesto para Los hijos perdidos. Algunas veces se olvidaba de sus personajes tai era la inmensidad de gentes qué tenía revuelta en su cerebro, y en una ocasión me mandó escribir este párrafo: Doña Andrea, que era el prototipo de la seriedad y del buen juicio E h! Poco a poco, don Manuel- -hube de replicarle- Mire usted que a esta doña Andrea la hemos xTielto loca el otro día, en el capítulo V, a consecuencia de la entrevista que tuvo con la querida de su esposo. -Pues, amigo Lucano, no tengo más remedio que volverla. a la ra, zón, porque me hacen falta sus consejos al final de la novela. Me alegro mudio, porque me parecía una buena señora. Y en un dos por tres la curaba de la demencia para toda la vida. D. MANUEL FERN, ií. l EZ T GOXZ. tUSZ, SEGÚN Otro día me dictó de este modo: El conde abrió! a petaca, sacó un cigarro, lo encendió, tiró el fósforo, dio una chupada, iuegt otra y luego otra. Y paseándose, agitado, por la estancia, exciamó de pronto: ¡jesús, mil veces! A la mañana siguiente le Slevé la traducción de estas frases en la forraa que dejo exjpuesta. ¿Qué ha hecho usted, Lucano de los demonios? j Me ha causado usted un perjuicio tremendo! ¿Por qué, don Manuel? -Porque como a mí me pagan las novelas según el número de cuartillas, me conviene poner muchos puntos y aparte. De manera que todo eso que usted ha escrito seguido, hay que redactarlo así: El conde abrió la petaca. Sacó un cigarro. Lo encendió. Tiró el fósforo. Dio una chupada. Luego otra. Y luego otra. Y exclamó: i Jesús mil veces í Se me ocurre una cosa- -me atreví a decirle- ¿Quiere usted que el Jesús mil veces lo ponga de esta manera? Jesús, una. Jesús, dos. Jesús, tres. Y así hasta mil veces, porque de este modo podríamos llenar muchísimas cuartillas. Celebró mi ocurrencia, y, sin dar muestras del menor e n f a d o se dispuso a dictarme. ¿Ha e s t a d o usted en V a l i a d o l i d? -m e preguntó: -No, señor. -Tengo que describir la plaza, y no sé c ó m o es, porgue yo tampoco he estado en aquella capital. Pero, en fin, será una cosa por este estilo. Y en cuatro rasgos la p i n t ó snaravillosaraente, al extremo de que, pasado algún tiempo, hablando con un vallisoletano que había leído la novela, me dijo, lleno de asombro: ¿Que no ha estado ese señor en Valiadolid. Dígale usted que se la ate al dedo Y era que aquel insigne novelista, cuando no sabía una cosa, la POTOGKAFIA DE L t ÉPOCA

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