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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-06-1929 página 104
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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-06-1929 página 104

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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BRÍGIDA Y SU BODA chacha. Tú tienes un alma alegre y soleada; un alma que trabaja, reza y ama alegremente. Tu marido, que tiene un carácter triste e inquieto, necesita hallar en ti la juventud y la vida. En vuestra casa tiene que haber sol, y ya que Dios os permite que, merced al trabajo, paséis la crisis actual sin grandes privaciones... -j Nos privamos Mercedes, nos privamos... Este invierno no me he hecho abrigo nuevo; no hemos ido al teatro todavía, y hemos prescindido de ciertos platos selectos que nos gustaban mucho. Más vale así- comentó Mercedes, satisfecha- A mí me parece que tiene uno el alma más despierta cuando sabe prescindir de algo. La gente no comprende bien la hermosura de la pobreza, la prometida de San Francisco de Asís, la más alada de las beatitudes. Yo me eché a reír. ¿Me concedes el derecho de ser mala? ¿No me lo concedes? Peor para mí, que me lo tomo. A la tía Marta no le gusta mucho que digamos la señora Pobreza. Lo que más le desespera, ¡figúrate! es que no puede hacer las recetas de su célebre libro de cocina. Ayer la encontré furiosa: ¡Qué tiempos éstos. Dios mió! ¡Qué Gobiernos! Debí morirme hace veinte años. A poco más, cuesta cada huevo tanto como antes una docena. ¡Y necesito seis! Seis claras de huevo para que me salga bien ese postre... Acabaré comprando cualquier margarina- -i qué horror! -en vez de manteca. Y luego se sumaron los panecillos, los pollos, la fruta a aquella zarabanda de las cosas buenas que están por las nubes. Le faltó poco para llorar, ¡palabra! Vaya un apuro: ¿que está cara la langosta? ¡Pues se compra pescadilla, y en paz! -Tu tía tiene ya muchos años para cambiar de costumbres. A mí me dan lástima las personas de edad, Brígida. Debían de concederles un beneficio oficial, una cosa apropiada a su aflictiva situación de nuevos pobres ¿Y a los nuevos pobres jóvenes? ¿Qué dices de mi hermanito Dionisio, que protesta porque le niega papá un traje nuevo? ¡Pobre mutíhacho! -exdama la compasiva Mercedes- Es muy presumido, pero ponte tú en su lugar: a los dieciséis años esas cosas irritan mucho; no está la gente a esa edad en condiciones de renunciar a nada. Y como él no conoció los precios de antes, le parece lógico que haya que gastar un buen puñado de billetes de a cien francos para vestirle. -La tía Marta es demasiado vieja; Dionisio es demasiado joven. ¡Bueno! ¿Y mi cuñada Emilia que sueña con un collar de perlas? Quede esto entre nosotras, ¿eh? No te lo he dicho por murmurar, que yo aborrezco la murmuración, sino para que me expliques ciertas cosas que yo no entiendo. -Emilia... ya sabes tú que sigue siendo una niña; ni ha sufrido ni ha reflexionado gran cosa. Ya ves: todos debiéramos alegrarnos cuando la vida nos da algún arañacillo al pasar. Para muchos compatriotas nuestros este año, que parece tan cruel, habrá sido un año de elevación espiritual; para ti, por ejemplo, que, no obstante tu juventud y tu carácter alegre, percibes y aceptas los avisos del cielo. Dios nos enseña a todos que es preciso desprenderse del amor al dinero. Andando el tiempo, lo comprenderá Emilia; estoy segura de ello. Solté los pinceles para escucharla. ¡Qué cierto es que los corazones puros lo adivinan todo! Pero, ¿no han notado ustedes que cuando tenemos, una conversación interesante con alguien hay siemnre un importuno que la interrumpe? Aquella vez fué una inoportuna: la propia María en cuerpo y alma, vestida de encarnado, cubierta la cabeza con una especie de puchero invertido, la cara pintada de bermellón, sin pelo y con el aspecto más osado que nunca. Tras ella iba Chonchón. Como tengo muy mal genio, interpelé a Manuela, que aparecía detrás, confusa, con la gamuza y la pasta de limpiar dorados en la mano: ¿No le he dicho a usted que no dejara entrar más que a las personas de mi familia? -No regañes a Manuela- -intervino María, riéndose- la pobre estaba limpiando el boliche de la puerta, y, como la tenía abierta, hemos entrado de rondón. Tenía muchas ganas de verte. Y después de cerrar la puerta a espaldas de la avergonzada Manuela, añadió; -Sigues siendo un gallito dispuesto constantemente para la pelea. Por más que te elogie la gente, hay que reconocer que no has cambiado... Según parece, ahora trabajas... ¡p u é boba! Tu padre ganando dinero, y tú oon apuros... -Yo no tengo apuros de ninguna clase. Bien puede una prescindir de las medias de seda y de los pasteles, y hacer algo útil cuando hay tantos desgraciados que padecen hambre y se privan de todo. -i Inclinémonos ante tan alta perfección! ¿Lo has oído, Chonchón; tú, que me juzgas una descreída? No está mal tu estudio, Brígida, i Caramba, qué bonita pantalla! Ha sido una buena idea adornar esa tela color de rosa, plegada, con terciopelo malva. ¿Te habrá costado muy cara... -Nada de eso. La hice yo. Ya te enseñaré, si quieres. -No tengo tiempo. Ahora voy todos los días al Palacio de Hielo, donde van también mis amigas y mis flirts. Pero me estorba Chonchón. Dale un libro a esta criatura para que me deje hablar en paz. Está más tonta que nunca. ¿Podrás creer que aspira a completar sus estudios en un convento para hacerse más formal? ¡Lo que me he reído... A Mercedes le dio lástima la niña.

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