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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-06-1929 página 98
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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-06-1929 página 98

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LA MUJER Y LA CASA sas una gran sonoridad, a la que contribuimos todos, el cocinero no tiene otros testigos de su talento que el marmitón, el horno y las cacerolas. ¡Qué de reflexiones amargas debe hacerse un clief en su laboratorio! i Con qué desdén pensará a veces en el gobernante, que imagina encauzar las pasiones sociales, cuando no hace más que seguirlas, y en el artista que se envanece haber dado a luz algo nuevo, cuando apenas ha logrado reproducir lo viejo! El, en cambio, ha inventado, ha creado; de una lubina, que carecía de personalidad al salir del mar, muy contra su gusto, ha hecho una obra de arte. De un trozo de carne, que nos repugnaba a primera vista, ha sacado él tal partido, que, puesto en el plato, ya no nos recuerda su humilde y repulsivo origen. Los mismos frutos naturales, que parecían destinados a pasar del árbol a nuestro estómago, son intervenidos por un cocinero hábil, que, como sucede con el amor, añade a los encantos de la virginidad los deh ciosos retoques del artificio. ¿Que luego todos esos refinamientos nos condenan a la dispepsia, la enterocolitis y la insuficiencia hepática? Bueno, ¿y qué? Lo interesante no es vivir largo tiempo, éxito que nos expone a contemplar la repetición monótona de lo que, por sernos demasiado conocido, acaba por suscitar enojo o fastidio, sino vivir b en, intensamente, regaladamente. El tmdta francis del preceptista rige a todo el conjunto de las sensaciones. No conviene, sin embargo, limitarse a los goces materiales. El alma tiene sus derechos y sus ambiciones, que solamente las naturalezas groseras menosprecian u olvidan. Confinarse en lo sensual es embrutecerse. Epicuro mismo, el tan calumniado filósofo, lo recon. ce. Eso sin contar con que los placeres de la mesa y del amor son los más ocasionados a peligros para nuestra salud. No es sólo el cocinero el que conspira, con sus diabólicas y riquísimas invenciones, contra la integridad de nuestra salud. El proveedor es su aliado y su cómplice. L no de los misterios que me parecen más impenetrables es el de nuestra alimentación. ¿Qué comemos? Si todavía pudiéramos fiarnos del inená, las consecuencias de la comida serían menos graves; pero casi nada de lo que se nos asegura en la carta es cierto. En el restaurante, como en todas partes, somos cautivos de las apariencias. La mentira y el disimulo que nos afligen en la vida social nos acechan en la mesa. Un biftec puede ser un prodigio de perfidia tan ofensivo como las promesas de una mujer, y unos guisantes pueden acarrearnos las mismas funestas consecuencias que una amistad desleal. El Boletín Municipal, de París, acaba de comunicarnos que de los 2.103 análisis de leche que hizo el Laboratorio durante el mes de marzo, 22 resultaron pésimos; 621, pasables, y 930, de buena calidad. Eso, tra- tándose de un artículo que es el que consumen preferentemente los niños y los enfermos. En los vinos, el análisis no fué más alentador. De 1.313 muestras, hubo que desechar 6 S 7. Los aceites no se portaron con más honradez, pues de 440 análisis sólo se salvaron 13 muestras. Pero donde la adulteración alcanzó su máxima desvergüenza fué en las aguas minerales. De 8.646 análisis operados en el curso del año último, el 72 por 100 fué declarado artículo impotable y denunciado a la autoridad. La estadística no menciona los embutidos, las legumbres secas, ni los pescados en conserva. ¿Por qué? Acaso porque la fiscalización no se ha orientado todavía en ese sentido. El día en que el Municipio de París entre en esa jurisdicción de los comestibles, vamos a saber cosas sorprendentes. Yo no sé cómo hay quien se queja de la brevedad de la existencia. Pero, ¿no es un milagro el vivir entre tantos peligros como nos asedian? Del mundo moral no hablemos; la mujer que adorábamos y que nos parecía dechado de virtudes, se nos descubre, de improviso, como e s un amasijo de e; goísmos de la peor ley, con una envoltura de decencia; el amigo a quien hemos prodigado nuestra confianza y nuestro desinterés, no contento con quedarse con nuestro dinero, nos hace comparecer ante la Justicia. En la calle sentimos ganas de dar las gracias al transeúnte desconocido que se cruzó con nosotros porque no nos hizo daño. Si nos abstenemos de ese movimiento generoso es por temor a que, apenas le hayamos saludado, sienta la curiosidad de saber de qué marca es nuestro reloj. Pero esos males tienen paliativos y remedios; a la mujer indigna la volvemos la espalda con desprecio; al amigo procuramos que nos restituya lo que nos quitó, y al indiferente lo dejamos en paz. De lo que no se sale impunemente es del peligro que se esconde en un comedor. A ese hay que darle la cara con el pensamiento puesto en Dios y la esperanza en el médico. Unas almejas a la marinera pueden superar, por sus efectos homicidas, a todos los venenos de los Borgias, y unos embutidos servidos con precaución podrían desembarazarnos de todos nuestros enemigos. En la tienda están esperando que alguien les haga una seña... Todo se adultera y falsifica, hasta las lágrimas. Yo he visto llorar de amor a una mujer tal como el jueves, y el viernes ya se había despedido para siemipre del hombre a quien fingía querer. Por cierto que el hombre se fué sonriendo. Iba muerto por dentro; pero quiso, por respeto a la mujer amada, oponer a la mentira de unos ojos en llanto la mentira de unos labios que sonreían. Manuel Bueno. (FOTO V, MURO)

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