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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-06-1929 página 42
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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-06-1929 página 42

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LISTRAS, AKTES, CIENCIAS sobre nuestra imaginación. Pero todos los años se renueva la cosecha de ingenuidad. Anualmente llegan ante el armatoste del guiñol nuevas tandas de chicos que están dispuestos a impresionarse por las voces alternas de ese hombre oculto, y que toman perfectamente en serio las aventuras, pillerías y victorias de Cristobalito o de otros personajes por el estilo. Maese Pedro consiguió engañar y entusiasmar a Don Quijote. No hizo ninguna cosa del otro mundo, porque a Don Quijote se le engañaba fácilmente y tenía el entusiasmo a flor de alma. Como que era el más ingenuo de los hombres. ¿El más ingenuo o el más comprensivo de los hombres? Confundir la realidad con la fantasía tomar por verdaderas las formas de la ficción, emocionarse con los títeres como si fueran personas, ¿todo eso es necedad? Pero es que Don Quijote tendría derecho a pedir que el hombre más sabio y más cuerdo del mundo le marcase la línea divisoria que separa la realidad de la fantasía. Que alguien supiera decirle en dónde acaba It real y empieza lo ilusorio. Convencido acaso de que los seres venimos a la vida a representar una maravillosa comedia o tragedia de guiñol, y que todos nosotros nos movemos como sombras en un mundo de sombras, Don Quijote tomó el partido de iimergirse de una vez en la ficción v vivir francamente la vida de la fantasía, sin quedarse, como los que nos llamamos cuerdos, s medio camino. Puesto qtie todo es igualmente fantástico y misterioso, vale más entregarse sin reservas a las maquinaciones de aquel caprichoso forjador de peripecias que nr tienen fin y que nadie, y mucho menos no. sotros, sabe adonde van. arremete dando voces y no deja títere con cabeza. ¿Los otros? Sí; hay otro partido a tomar. Se puede seguir otro camino, y son muchos los que lo eligen. Pero ya se sabe adonde conduce. El escepticismo nos hará burlarnos de todo aquello que levanta un palmo nada más sobre el nivel de lo que llamamos lógica, y la sonrisa no abandonará nuestros labios mientras los muñecos estén moviéndose en la escena. Maese Pedro usará en balde todas sus artes dramáticas, todos sus recursos patéticos, porque n. osotros liemos llegado al interior de las cosas. Estamos en el secreto. Sabemos que los títeres son de trapo o de cartón y que unos hilos disimulados los mueven. Nuestro escepticismo nos pone al tanto de toda la interioridad del retablo y nos protege contra los riesgos de la fantasía. No hay cuidado de que desenvainemos la espada para castigar al felón o para proteger al caíílo. También sabemos que los sueños son locura y vanidad. ¿Y después? ¿Qué es lo que sabemos más? Podemos comprender ia última e indispensable verdad? ¿Conseguiremos averiguar exactamente qué es lo real y qué lo ilusorio? ¿En dónde termina la lógica y en dónde comienza el reino de ia fa. ntasía? ¿Y si no somos nosotros mismos títeres que nos movemos sin saber para qué? ¿Y de dónde arrancan los hilos que nos mueven? ¿Por ventura sabemos mucho más que l s locos caballeros andantes? Maese Pedro dicen que es un picaro, porque les saca los dineros a las pobres gentes, engañándolas con absurdas mentiras. Maese Pedro, si es cierto que sea un truhán, también sabe ser un hombre generoso. Las Hay que tomar un partido en la vida, mentiras que exhibe en su retablo podrán y los seres como Don Quijote adoptan el no ser más que mentiras; pero sin compasuyo a ojos cerrados. Creer que los sueño- -ración resultan mucho más entretenidas que son realidad y que el m. undo de lo verda- ías realidades del vivir cotidiano. Ficción dero y de lo ilusorio se confunden hasta por ficción, vale más la ficción del arte que formar la m. isma cosa, es una norma de la de la vida material. Maese Pedro no roba conducta tan respetable como otra cualquie- a las pobres gentes, sino ue da mucho ra. Mezclado con los demás espectadores, más de lo que en trueque recibe. Reír, llosintiendo que el corazón le tiembla a 1? rar, soñar, estremecerse ante los transporvista de las heroicidades que las personas tes de un amor extraordinario, presenciar fingidas consuman sobre el tablado o estre- una vida como se quisiera que fuese la meciéndose de cólera por las indignantes vida: todo esto es obra del Arte, esa rebellaquerías de los supuestos malandrines, ligión consoladora que hace que el homDon Quijote está en situación de poderse bre pueda huir siquiera unos momentos de conducir por sus emociones, por sus pasio- la tiranía de lo real. nes, y llega, en efecto, el instante de emJosé M. Salaverría. briagada exaltación en que saca a relucir SU nobleza sublime, echa mano a la espada. (nlfiUJO Di: c u M i í i X T l

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