BLANCO Y NEGRO MADRID 28-04-1929 página 105

B R Í G I D A Y s u B O D A rw, x, rp sombra muy dulce... ¡A h! Mercedes miró la hora en su reloj de pulsera, y dijo: -Tenemos que marcharnos. Vamos a casa de los señores de Martín; ya sabes, D. Remigio Martín, el gran escultor. Quiere mucho a Gasipar... Se fueron. Daniel advirtió que su Amiga buena se ponía triste. yvti lis -a- -He grita sido malo. Ah solarte. ¡Canta, hijo penas. Los aguinaldos de Brígida. Pues, señor, esta vez era una Brígida joven, que estaba apenada. Y, por mucho que digan las mujeres viejas- -que no entienden de eso, porque ya no se acuerdan las penas de las muchachas son, tal vez, las peores. Sea de ello lo que quiera, es lo cierto que la pobre Brígida se consideraba desgraciada la noche del 31 de diciembre. Aquel año, que se hundía en los abismos de lo pasado, le trajo y le arrebató la esperanza de ser dichosa. Brígida tenía miedo, le asustaban las felicitaciones de Año Nuevo, que, con su aipariencia seductora, son malas, son crueles. ¡Feliz año nuevo! j Deseo que se realicen todas sus ilusiones í Ya sabemos lo que se puede desear a las muchacáias... ¿Por qué no dejan que las muchachas solas hagan sus votos para el año que empieza? Esos votos suelen caer casi siempre AYER, EN EL JARDÍN DEL, LUXEMBURGO, ESTABA YO CUIDANDO DB M I S N I Ñ O S a un lado, en un rinconcito del corazón, donde duelen. La pobre Brígida había expresado a Dios sus deseos. Durante la despedida de año viejo, cuando me complacía en mirar hacia atrás, vi mejor que nunca el valor único de aquellos meses transcurridos, y murmuré con un fervor no sentido por la chicuela del año anterior: Gracias, perdón, socorro las tres palabras que los cantos litúrgicos del 31 de diciembre tejen a modo de guirnalda sin fin, mientras los infelices humanos, envejecidos en un año, rezan con la cabeza entre las manos. Q a r o es que también repetía mi oración de San Sulpicio: (CONTINUARA EN EL NUMERO PRÓXIMO)