Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
BLANCO Y NEGRO MADRID 14-04-1929 página 38
BLANCO Y NEGRO MADRID 14-04-1929 página 38
Ir a detalle de periódico

BLANCO Y NEGRO MADRID 14-04-1929 página 38

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página38
Más información

Descripción

LETRAS, ARTES, CIENCIAS a la Argentina y otras Repúblicas suramericanas. De otra parte, las ausencias de Zuazagoitia eran breves; no descuidaba su establecimiento farmacéutico. Salía por la mañana y regresaba por la noche. Pero siempre traía algo que contar y que gustaban oír los asistentes a La Amistad de Arizmendi. Porque es de advertir que D. Indalecio Zuazagoitia era hombre simpático y sinceramente estimado, fuese o no cierto lo de sus especulaciones, por la generalidad de sus conterráneos. Tenía, de añadidura, fama de chirene, lo que en Bilbao y sus cercanías quiere significar ocurrente, de buenas o, más liien, raras ocurrencias. Por esto, cuando volvía de una de sus excursiones, era prolija y diversamente interrogado ¿Qué hay de política, o asi? ¿No se ha caído en todavía el trasbordador? ¿Xos va a echar la Diputasión algún otro impuesto por casitalidáf- -i Cuántas casuelitas de cosas bonitos se ha comido usté pa variar de las alubias? Y para cada una de estas y otras preguntas por el estilo tenía él una respuesta chusca o que tal le parecía al interpelante, que exclamaba: ¡Qué chirene es este don Indalesio! Y he aquí que un día, el siguiente al de uno de sus viajes, coincidente, por cierto, con la llegada a Bilbao del primo navegante, Zuazagoitia no acudió a la tertulia. Era un hecho insólito, que todos los tertulianos comentaron. -Quisa que le haiga dao algún mal- -apuntó uno de aquéllos, albéitar de la localidad. Se decidió averigiuarlo, para lo que se mandó a la botica al mozo del Circulo. Afortunadamente, D. Indalecio estaba bien. -Y me ha encargao de que les dé las grasias por su... sosilitú... así me párese que me ha dicho, y que mañana venera, si Dios quiere- -agregó el mensajero. Así sucedió, en efecto; pero todos acertaron a advertir en Zuazagoitia una actitud desacostumbrada, una evidente preocu, pación. No contestó con ningima chirenada a las preg- untas que le hicieron habló poco y se retiró bastante más pronto ue de ordinario. Y lo mismo fué observado en días sucesivos... ¿Qué le pasará, pues, a nuestro don Indalesio? -preguntó el alcalde. -Tal vez haya sufrido algún quebranto en su peculio. Sabido es que la diosa Fortuna va siempre a ciegas sobre su inestable rueda- -respondió D. Antolín, el maestro de Arizmendi, con el aplomo que da la erudición. Sospecha a la que Sagarmínaga, secretario del Municipio y constante rival del maestro en manifestaciones de cultura, opuso ésta, sonriente: -O acaso le haya herido, por fin, otra deidad, también vendada. El alcalde no entendió palabra a ninguno de los dos funcionarios. Quiso, no obstante, ocultarlo en atención a su jerarquía, y afirmó que así podría ser, igual pero de la vaguedad de su afirmació n resultó más patente que se había quedado en ayunas. En cambio, D. Paulino, el organista, a quien, como amador de Euterpe, no le eran completamente extraños los mitos, se echó a reír, y dijo: -No sé, pues, si se liabrá padesido algo en sus intereses, si los tiene; pero, ¿don Indalesio enamorarse? ¡Bah! Sien a uno apo. staría en contra. Y todos fueron de la opinión del organista, pues todos pensaban que Zuazagoitia era un solterón recalcitrante. Hasta le tenían por hostil a lo femenino, por un misógino, si bien este vocablo solamente fuera conocido, acaso, en Arizmendi, por el maestro y el secretario municipal. Precisamente por esto se dijo antes que 1) Indalecio era e. stimado por la generalidad de sus conterráneos, es decir, no por todos. Las mamas y los papas de hijas casaderas y ya harto crecidas, y principalmente, claro es, estas inuchachas, miraban con muy malos ojos la supuesta misoginia del boticario, quien, sobre no ser creído en lo que decía de no tener sino para alubias, era no mal parecido y llevaba aún con apo. stura sus cuarenta, pocos menos o más, años. Grande fué, pues, la sorpresa cuando se hizo público que Zuazagoitia había decidido casarse. Y mayor, tremendo- -trrremendo. pronunció el organista, cual si tratase de imitar uno de los truenos que arrancaba al órgano- -fué el asombro al conocerse la elección del claudicante c; -be. ¡Esa sí que es chirenada! -exclamó el ilcalde. -Entiendo que es un acto de altruismo- -declaró el maestro. -O un extravío ingénito -apuntó el secretario. Y cada cual, todos atónitos, hizo su comentario en Arizmendi y aun en los pueblos circunvecinos. Porque es de decir, aun cuando sea enojoso, que Mari- Cruz Marticorena, la pretendida por el boticario, no había recibido ningún don de ninguna de las tres Gracias. Así lo decían los repetidamente mencionados mitologistas locales. Mari- Cruz, dígase sin eufemismos, era fea, muy fea, la verdad ante todo. En cuanto a su edad, se hermanaba muy bien, eso sí, con la de su ex joven pretendiente. De añadidura, pero sin que esto sea añadir otro defecto, vivia muy estrechamente, menesterosamente, casi, con su padre, viejo piloto retirado, tras innúmeras cuanto infructuosas navegaciones. Por todo lo cual, Mari- Cruz venia siendo considerada como neska sarra (solterona) nata Don Ignacio, el párroco, decía de ella

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.