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BLANCO Y NEGRO MADRID 31-03-1929 página 102
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BLANCO Y NEGRO MADRID 31-03-1929 página 102

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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B R Í G I D A Y SU B O D A los componentes de una ensalada cogidos a la hora del rocío por una campesina de quince años. A la hora del té se ponía el Turbulento traje de aspecto deportivo, con falda plegada que no pasaba de las rodillas, jumper de punto de seda y un lazo grande al cuello. Todo ello amariílo como una tortilla. Por la noche... ¡ah! por la noche, para cenar y para bailar... ¡el gran espectáculo! María me enseñó Mimosita, Mariposa azul V Escalofrío de la tarde. Los trajes de sus amigas también tenían nombres parecidos a éstos, como si fueran seres que los necesitaran para algo. Los míos eran anónimos. Me puse mi amado vestido de color de rosa, de mi primer baile, el cual puedo llamar Ensueño de primavera, y me encogí de hombros cuando una muchachita peinada como un estudiante, con la nuca afeitada y las orejas al aire, me preguntó el nombre de aquel traje. El suyo se llamaba Picarilla, y llevaba la firma y las huellas digitales de una modista- artista de los Campos Elíseos... ¿Me marcho? Esta no es vida sana. Se flirtea en el tennis, en el baño, en el dancing, en barca y en bicicleta. Para merendar en una supuesta granja, artificiosa como una decoración de teatro, hay que gastar cantidades exageradas. De dónde salen estos muchachos y estas jóvenes? ¿Quién los conoce? Miguel Doret se burló ayer de mí cuando le dije que me gusta saber con quién me reúno. Miguel forma parte de nuestro grupo. Degó el sábado por la noche en el tren dé los maridos, y no pierde ocasión de divertirse con nosotras. Ayer fuimos a pescar cangrejos, es decir, a hacer- los otros que los pescaban. Yo fui la única que llevó su cestillo; pero llevaba un traje sencillo de lana encarnada, muy cómodo, y las demás, envanecidas con sus vestidos, que se llamaban Marinero, Picarillo, Despreocupiado y otras cosas por el estilo, y que estaban hechos ex profeso para la pesca en que no se pesca nada, chapoteaban en el agua, comían pasteles, se retrataban con la red al hombro y se reían mucho, sin acordarse de pescar. -La señorita Brígida Louvain se apasiona siempre por todo lo que hace- -murmuró Migue! en tono de burla, según su costumbre. Contesté animosamente, sacando de mi red un puñado de cangrejitos: -A mí me gusta más hacer que flirtear. ¡No se acerque usted tanto, que se espantan los cangrejos! -Y usted también, probablemente. Ahí se queda sólita, huraña pescadora, i Hasta la noche! Póngase usted el vestido color de rosa; le llamaremos Brígida florida. ¡Burlón! ¿De modo que sabe que mis trajes no proceden de las casas de fama, y que eso me disgusta? ¿De modo que sabe que temo su presencia? Pues no ha de tener la satisfacción de figurarse que me ha seducido su encanto! Eso, a otras! ¡Que se vaya a flirtear con Micaela... No, no. Ya la pondré yo sobre aviso; ya le diré que Miguel no se casará nunca con una muchacha de dote exiguo. Le diré que sus ilusiones habían de trocarse en llanto; le diré... Pero no le he dicho nada. Por la noche estuve muy distraída y no me acordé de nada serio. Fué una noche deliciosa. Se bailó en el vestíbulo, en la terraza, en el jardín, en todas partes, y el estrépito del jass- band apagaba el cántico de la marea ascendente. A mamá no habían de gustarle los bailes de ahora; tendría las más severas censuras para algunos bailarines de foxtrot. Yo no he bailado más que con mis parejas: media docena de muchachotes que no saben hablar más que de automóviles, de aeroplanos, de fútbol, de golf o de tennis. ¡Pobrecillos! Están muy satisfechos de sí mismos; pero, al lado de esos caballeritos sin cultura, qué seductor me hubiera parecido el delicado y sutil ingenio de Miguel. Con toda intención, en vez del traje color de rosa, me puse uno de color malva, con volantes, muy lindo también. -Buenas noches, variable Brígida- -me dijo al pasar- ¿Bailaremos juntos? -Tengo comprometidos todos los bailes- -contesté. No quise bailar con él, pero le vi buscar a Micaela, que escuchaba sus bellas frases sonriéndose. En el extremo opuesto del vestíbulo divisé a mi hermano Ivo hablando con María, que llevaba puesto su Ensueño noctwrno, precioso modelo de crespón azul pálido, con grandes flores de color de rosa pintadas. No quiero que se deje conquistar mi hermano; pero, por otra parte, ¿llegaría mi amiga a casarse con él? Ivo no gana todavía bastantes billetes de a mil, como dice ella, tan positivista. En ese caso, María se está divirtiendo con él, como Miguel se divierte con Micaela. Esos juegos me parecerían pueriles si no supiera que mi hermano se apasiona en seguida, y que Micaela es una sentimental, constantemente decepcionada. ¡Pobre Micaela! ¡Qué compasión me da verla siempre soñando con un marido que no puede encontrar! ¿Y a mí qué me importa la nulidad de mis parejas? Son bailarines; con ellos puedo bailar desatinadamente, mientras los músicos de cara de ébano alborotan con su saxofón, su banjo y sus gritos. Bailé, bailé demasiado. Esta mañana estaba rendida. Vi a Chonchón cuando volvía de misa, sólita, muy cuerdamente. ¿Resistirán siempre sus catorce años los embates del viento de locura que sopla aquí? ¿Rezaste por mí. Chonchón? ¡Todos los días rezo, Brígida I- -contestó la niña, que me parecía entristecida cuando me hablaba. i Ya está más alta que yo, y es una chiquilla! Me traía el correo. ¿A ver? Una tarjeta postal de mi tía Marta, que me da gracias por mi felicitación, y me dice:

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