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BLANCO Y NEGRO MADRID 31-03-1929 página 51
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BLANCO Y NEGRO MADRID 31-03-1929 página 51

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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A C T U A L I D A D E S de medio millón de pesetas por el daño producido, ¡y eso que no tenía el riñon asegurado! El pleito no deja de ser interesante. Y si así procede una persona que, como suele decirse, tiene el riñon bien cubierto ¿qué no hubiera pedido, y con razón, de tenerlo a la intemperie, como muchos infelices? Los abogados del Estado van a estar preciosos. Aparte de sus gracias naturales- -quien las posea- el aquel del uniforme que van a vestir próximamente, por disposición superior, las realzará. Los abogados del Estado- -véase el figurín- -vestirán casaca bordada, pantalón galoneado, recto y largo, sin nada de chanchullo- -que eso estaría muy feo en un abogado- capote ruso, bicornio español, botas de charol y una espada de dorado puño con alegórico enlace del roble y el olivo. No se puede pedir nada más bonito. La espada, igual que la Justicia, será de doble filo, y sobre su significación, como símbolo jurídico, podrán también utilizarla los abogados del Estado para ensartar los expedientes. Yo me permitiría hacer una pequeña modificación, que aún daría más carácter al uniforme. Substituiría el galoneado del pantalón por balduque. El balduque es mucho más representativo, porque él ata y desata los más voluminosos pleitos apilados en legajos abrumadores. Modelo de escéptico irreducible es un testigo que ha sido interrogado en una vista celebrada en la Audiencia de Londres. ¿Cree usted posible un milagro? -le preguntó el abogado. -Expliqúese- -repuso el testigo. -Veamos. Figúrese el declarante que va por la calle y, se desprende parte del alero de un tejado, le cae en la cabeza y no le causa el menor daño. ¿Cómo llamaría usted a eso? -Diría que había sido un accidenté- -contestó, imperturbable. -Perfectamente. Pero suponga usted que al otro día, a la misma hora y en las mismas circunstancias, se repite el caso. ¿Qué pensaría usted de ello? Que era una casualidad, una coincidencia, nada más. -Está bien. Pero imagine usted que al día siguiente vuelve a ocur- rir- lo mismo. Ya es la tercera vez. ¿Qué diría usted... entonces? -Pues que. era una costumbre. El abogado renunció a seguir el interrogatorio... ¡Porque ya le podían caer al testigo: aleros sobre su cabeza! Más dura, imposible. Luis Gahaldón. (DIBUJOS DE XAtTDAEO)

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